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martes, 20 de enero de 2015

Mi pequeña.

No temas, mi niña, no tengas miedo. Yo siempre te protegeré.
Siempre estaré ahí para cuidarte; para ofrecerte entre mis brazos un refugio en el que puedas sentirte segura; para ser para ti un paño de lágrimas y el ejército más fiero que jamás haya existido; para consolarte; para aportar a tu vida toda la alegría y el color que me sea posible. No quiero que lo dudes nunca, mi cielo, porque yo no lo dudo.
¿Y sabes por qué? Porque yo ya lo sabía desde el día en que te concebí. Sabía que te protegería con mi vida desde el momento en que supe que te llevaba dentro. Entonces te convertiste en mi princesa, en mi tesoro, en el hermoso regalo destinado a completar mi existencia más que nada antes.
Y cada día crecías más, convirtiéndote en la más preciosa personita dentro de mí. Yo te notaba en mi vientre, creciendo y formándote, incluso cuando no eras más grande que una aceituna; sabía que estabas ahí, una criatura viviendo en mi interior. Tú eras mi tesoro, y yo tenía el orgullo y el honor de ser tu hogar.
Pasaron los días, mis semanas, y mi tripita crecía y crecía a medida que te ibas haciendo más grande. Papá y yo no parábamos de hablar de ti, de imaginar cómo sería tu carita, de pensar en nombres para ponerte. La gente por la calle miraba mi vientre, y recuerdo mi alegría y mi orgullo cuando lo hacían. “¡Miradme, estoy embarazada, voy a tener una hija! ¡Una niña preciosa crece dentro de mí!”. Caminar por la calle, a la vista de todos, era mi grito de alegría, el anuncio multitudinario que siempre quise hacer al mundo.
Sin embargo, lo mejor era sentir tus patadas y tus movimientos, me hacían ser mucho más consciente de que estabas ahí. Recuerdo tu primera patadita: fue al quinto mes, yo estaba tumbada en el sofá, recuperándome de una noche un poco mala, y de pronto sentí un golpe en el estómago; fue tu primer saludo, fuerte y enérgico, mi pequeña, como tú. Me emocioné tanto que me eché a llorar, y lo único que pude hacer fue correr al trabajo de tu padre para darle la noticia.
Desde entonces, dediqué todo mi tiempo libre a acariciar mi vientre, soñando con el día en el que por fin podría tocar tu piel perfecta. Buscaba siempre tus pataditas, que sólo se detenían cuando te dormías, y entonces te cantaba todas las nanas que me sabía, para que pudieras estar tranquila y relajada dentro de mamá.
Me habría encantado verte durante el embarazo. Poder apreciar la belleza de tu carita, tus gestitos cuando te acariciábamos la nariz, tu puñitos agitándose en el aire en un juego que sólo tú entendías... ojalá pudiera habido contemplarte así, pero me alegro de haber podido verte, aunque fueras una figurita blanca plasmada en una pantalla o un papel.
El día que decidiste salir y venir al mundo fue, definitivamente, el mejor de mi vida. Me di cuenta en la playa, observando el amanecer, y entonces las olas dejaron de tener sentido para mí. Corrí hacia casa, y el ruido que hice al empezar a preparar todo para tu llegada despertó a papá; no te imaginas lo nerviosos que estábamos los dos, en un segundo habíamos olvidado todo lo que llevábamos planeando durante meses... pero todo estaba bien, porque venías de camino, nada podía salir mal.
Y, efectivamente, nada salió mal, salvo por el hecho de que te dio pereza salir. Cuando escuché tu llanto por primera vez, había pasado todo un día y nos bañaba un nuevo amanecer. Por eso te llamamos así, Alba, mi preciosa luz.
Desde entonces y hasta ahora, no has dejado de crecer. Los días pasan, y con ellos los meses y los años, y cada vez eres más bella, mi princesa, mi pequeña mujercita que no habría podido ser más maravillosa. Y yo seré maravillosa para ti, pequeña; seré fuerte, valiente y segura por ti, para que puedas estar protegida, para que te encuentres a salvo.
Así que no temas, pequeña. Siempre estaré aquí, confía en mí.

Te quiero.

8 comentarios:

  1. Pero que bonito, Irene. Hacía tiempo que no me pasaba por aquí, pero ya veo que tus relatos siguen siendo tan bonitos como siempre. Me encanta el sentimiento que transmites♥

    ¡Un besote!

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  2. Una preciosidad, me ha encantado y emocionado¡¡ Eres un sol¡¡ besos¡¡¡

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  3. Que decir que tu ya no hayas plasmado. Sencillamente emotivo.
    Saludos.

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    1. Seguro que precisamente tú puedes decir mucho más.
      Muchas gracias ^^
      Saludos.
      Por cierto, en cuanto pueda me paso por tu blog y leo el nuevo capítulo, que aún no he tenido ocasión.

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