No sabes que va a pasar mañana, ni pasado.
Bueno, pensándolo mejor, no lo sabes con exactitud, porque en el fondo sí lo conoces: rutina, más rutina, aderezada con unas risas y alguna nueva anécdota que contar, pero casi lo mismo que la semana pasada.
Entonces, ¿qué es esa sonrisa en tu cara?, ¿qué son esas ganas locas de que llegue mañana?, ¿qué es esa sensación de que todo estará lleno de color y de alegría?
Sí, es él. Él con sus eternas charlas sobre cualquier cosa, con ese humor que puede llegar a sacarte de quicio, con todos sus detalles, con su simple presencia. Él que sin quererlo te llena de esa sensación tan extraña, de esa sensación de tranquila alegría, de que todo a su lado va a ser más feliz. Y por eso, porque todo con él es más feliz, quieres estar siempre a su lado.
Toda conversación es poca y todo momento a solas con él se vuelve efímero, todo detalle es un tesoro más y todo abrazo es insuficiente.
Lo necesitas cerca, lo sabes. Lo sabes porque o pierdes la oportunidad de rozarle, porque te encantan sus abrazos porque despedirte de él se hace cada día un poco más duro.
No vas a decir que le quieres, no tan pronto, es demasiado prematura y tú estás demasiado insegura. Todo a su tiempo.
Y sí, sabes que eso nunca lo has cumplido, que siempre has sido más de ir volando, pero esta vez es especial.
Igual que él.