domingo, 31 de agosto de 2014

El puente de los deseos.

Camina tambaleante por las calles empedradas de la ciudad, convertido por el alcohol en un mero cuerpo humano que se balancea a merced del viento. La gente a su alrededor le mira con desprecio, guarecida de la lluvia mientras el agua empapa su pelo y su ropa; las madres apartan a sus hijos de él; los hombres le critican a su paso; todos se avergüenzan de ese miserable borrachuzo.
Él también.
Pero, ¿qué puede hacer? La bebida le ayuda, sólo con ella puede superar el día a día, es lo único que puede ayudarle a soportar la desaparición de Timothy.
Sucedió un día de tormenta, dos años atrás. Aquella tarde, como tantas otras, su hermano le pidió permiso para salir a jugar con sus amigos, y él aceptó. ¿Por qué iba a decir que no?, todos lod niños de su edad pasaban el día corriendo por las calles y nunca ocurría nada. Pensó que volvería a casa para cenar.
Pero llegó la hora de la cena y el pequeño no apareció, tampoco lo hizo a la hora de la chimenea, ni a la de irse a la cama. La preocupación se adueñó de él, la tempestad no
le importó en absoluto cuando salió a la calle y corrió hacia el cuartel.
A la mañana siguiente, los soldados comenzaron la búsqueda: colocaron retratos por las calles, pero nadie le había visto; preguntaron a sus amigos, pero resultó que ni siquiera habían estado con él esa tarde; le buscaron por el bosque, pero no le encontraron. Semanas después, le dieron por muerto y nadie volvió a ocuparse de él.
Inconscientemente, sus pasos le han dirigido al puente que comunica la población con el bosque, el llamado puente de los deseos. Dicen que, si pides un deseo subido en él, este se cumple. Ojalá fuera verdad.
Aunque no cree en esas historias, se detiene en la cima. La lluvia y el viento han despejado su mente de la influencia del alcohol y el recuerdo de su hermano le ataca sin piedad: las ganas de vivir plasmadas en sus ojos azules, su brillante sonrisa, su voz al leer junto a la chimenea, sus abrazos… Abrumado y aturdido, se encoge sobre si mismo y libera en un llanto toda la tristeza que le provoca su ausencia.
-          Quiero que vuelva – un susurro se cuela entre los sollozos – por favor, devuelveme a Timothy.
De pronto, la lluvia se detiene y el joven nota en la nuca el calor del sol, oculto desde hacía días. Se hace el silencio hasta que unos débiles pasos se aproximan a él desde la arboleda.
-          Adam, ¿eres tú?
Sus piernas reaccionan antes que sus oídos. De un salto, se incorpora y se coloca frente al niño.
-          ¿Timothy? – asiente sonriendo, la luz del sol arranca reflejos cobrizos de su pelo - ¿de verdad estás aquí?
La risa se mezcla con las lágrimas que aún luchan por vivir en su rostro. Sin pensarlo, se lanza a sus brazos, olvidando por un segundo que es mayor y más fuerte que él.
-          Oh, pequeño, mi niño. No sabes cuánto te he echado de menos.
Al escucharlo, estrecha sonriente los brazos en torno a su hermano.

-          Y yo a ti.

jueves, 28 de agosto de 2014

Mi querido Gregory.

Querido Gregory:
Te escribo desde mi fortaleza, en medio de esta eterna oscuridad que me envuelve. Tú eres el culpable, el motivo de mi desgracia, pero también eres lo único que puede apaciguar mi desdicha.
Te echo de menos, con una intensidad que amenaza con empujarme a la locura. Cada golpe de viento, cada crujido en los árboles me trae tu nombre; veo tu rostro en cada rayo de luz que se cuela por mis ventanas, en cada llama en la chimenea, en cada espejo sumido en el letargo del eterno observador.
Eso es lo peor, recordarte frente al espejo. Cuando lo hago, este me devuelve una imagen horrible, la de mi propia culpabilidad. Me recuerda que soy la responsable de mi soledad, de mi tristeza, de que ya no estés aquí para abrazarme por las noches… me recuerda que yo soy el demonio que te alejó de mí.
Debí haberte entendido, debí haberte respetado. No podía soportar que te encerraras en tu estudio a trabajar, o que salieras sólo por los jardines intentando inspirarte. No quería compartirte con tus obras, te deseaba sólo para mí: tu sonrisa, tu atención, tus manos, tus ojos negros que parecen observarlo todo… no estaba dispuesta a compartirlos con nadie, aunque no fueran más que unas inocentes formas plasmadas sobre el lienzo.
Lo siento muchísimo, fui cruel y entiendo que te fueras. Comprendo que un aciago día te marcharas con tus cosas a la ciudad, escapando de las garras en las que se habían convertido estas manos, huyendo de mis cadenas que te hacían daño y se clavaban en tu piel. Lo siento mucho; me duele, pero lo entiendo.
He escuchado que has encontrado la fama y un nuevo amor, que ahora hay otra mujer en tu vida. Seguro que es más hermosa; que sus abrazos son más dulces; que su pelo es más suave que el mío, ahora crespo; seguro que ella es mejor.
Espero que seas feliz, mi amor. Espero que vuestra casa sea luminosa, que en ella no reine la oscuridad; que vuestro jardín sea verde y lleno de vida, no como el mío, seco y triste; espero que vuestros hijos crezcan bellos y fuertes, no como los fantasmas de nuestros niños, que vivirán por siempre en mi imaginación.
Disfruta tu vida. Vive, crece y cumple tus sueños. Yo estaré aquí, recordándote mientras el polvo invade las ventanas y el suelo cruje bajo mis pies; mientras contemplo tus pinturas olvidadas, que se burlan sin piedad de mí; mientras escribo esta carta que jamás recibirás.
Te quiero, Gregory.
Siempre tuya.
Jeannette.




miércoles, 27 de agosto de 2014

La chica del corte.

El siguiente escrito es una "precuela" de "Su rincón" (podéis leerlo aquí ). En él, cuento cómo se conocen los protagonistas de dicho relato.

El sonido de las olas es el mejor del mundo.
Sentado en las rocas acumuladas junto al acantilado, cerró los ojos y se dejó llevar por esa extraña melodía; era envolvente, relajante y, sobre todo, especial. No existía nada igual en el planeta, de eso estaba convencido, nada podía compararse al mar. Una ligera brisa le traía el olor a sal y humedad del océano, aunque también le colocaba sobre el rostro los largos mechones castaños que ya le llegaban a la barbilla.
Tenía que cortarse el pelo, algún día.
En la pequeña playa no había nadie, nunca lo había, por eso le gustaba tanto. La entrada estaba tan escondida y era tan complicada que, si alguien llegaba a encontrarla, nunca se animaba a bajar. Él la había descubierto una tarde de hacía años cuando, aburrido, salió con sus viejas zapatillas a buscar un lugar que no hubiera visto antes. Desde entonces se lo había contado a algunos amigos, pero nunca llegaban a bajar. No le importaba, en realidad, le gustaba que fuera su rincón.
El sonido de una piedra resbalando por la pendiente le hizo volverse, sobresaltado. Allí, al otro lado de la cala, descubrió a una chica bajando por el montículo de rocas que conducían a la arena. Caminaba despacio, de lado, cuidando dónde ponía los pies, pero las chanclas que llevaba no le ayudaban en absoluto. Con esos zapatos, se iba a matar.
Justo en ese momento, como si lo hubiera invocado, ella resbaló y cayó al suelo a pocos centímetros del suelo. La caída no parecía grave, pero su expresión de dolor le hizo reaccionar; bajó las rocas tan rápido como pudo y se le acercó corriendo.
-          ¿Estás bien?
Durante el segundo en que le miró, pudo ver la sorpresa en sus ojos.
-          Me he cortado – una fina herida, que nacía en su talón para terminar sobre su tobillo, brillaba sobre su piel – y me duele un poco el cuerpo, pero creo que estoy bien.
-          Está sangrando, aunque no parece profunda. El agua frenará la hemorragia, ¿puedes caminar?
Ella se levantó y dio un paso, pero no llegó más allá. El dolor reflejado en su rostro respondió su pregunta.
-          Creo que me he torcido el tobillo.
-          Espera – pese a su determinación, dudó un poco al colocar el brazo junto a sus rodillas, le preguntó con la mirada y ella asintió – te llevaré hasta ahí.
La cargó hasta la orilla y el posó con cuidado en el agua. Apoyándose en él, la chica se las ingenió para sumergir toda la herida.
-          Gracias. Me llamo Beatriz.
-          Soy Roberto.
-          Encantada – su sonrisa le pareció encantadora - ¿y mi chancla? – se volvió como pudo, ligeramente preocupada.
-          No te preocupes, aquí nunca viene nadie. De hecho, tú eres la primera persona que veo aquí, y menos en sandalias.
-          Lo sé, no es lo mejor para bajar por unas rocas resbaladizas– bajó la mirada – es que tenía muchas ganas de explorar.
-          ¿Siempre exploras así?
-          No pensaba caminar mucho, ¿vale? - el comentario podría haber parecido cortante, pero su risa le dio el efecto contrario.
-          Comprendo.
Centraron su atención en la herida, mejorada bajo la influencia del mar; cuando consiguieron que dejara de sangrar comprobaron que, efectivamente, era de todo menos profunda.
-          Me ha sorprendido encontrarte, pensaba que esto estaba desierto.
-          Ya, suele estarlo.
-          Es una pena, este sitio es precioso.
-          Lo cierto es que no me importa, es parte de su encanto.
-          Un chico solitario, ¿eh?
-          No demasiado, en realidad – aclaró, con la sombra de una risa en los labios – simplemente, me gusta ser una de las pocas personas que conocen esta playa. Es… como si fuera un tesoro, no sé si me explico – se miró las manos, sin palabras.
-          Te explicas, es precioso.
-          Gracias.
Pasaron una hora allí, dejando que la orilla bañara sus pies. Beatriz era hija de unos de los concejales, y vivía en la mejor zona del pueblo; él no solía ir por allí, ni conocía a mucha gente que lo hiciera. Sin embargo, le sorprendió descubrir la cantidad de cosas que tenían en común.
-          Me caes bien – reconoció, recostándose sobre la arena.
-          Gracias – respondió riendo, como si le hiciera gracia la observación – y tú a mí – de pronto, pareció recordar algo y se volvió hacia su reloj - ¡madre mía!, ¡se me ha hecho tarde! Lo siento mucho… tengo que irme.
-          Claro, no pasa nada – le tendió una mano - ¿cómo está el tobillo?, ¿ ya puedes caminar?
Apoyó el pie y dio un par de pasos antes de responder.
-          Sí, está perfecto.
Al llegar a las rocas, ella se descalzó.
-          Muy inteligente.
-          La próxima vez que venga, me pondré botas de montaña.
-          Menuda exagerada, yo creo que con unos tacones vas sobrada.
-          Calla, no me gustan los tacones.
A pesar de estar en medio de la escalada, frenó en seco y se volvió hacia ella, exagerando la sorpresa en su rostro.
-          No puede ser, ¿de qué planeta vienes tú?
-          ¡Es verdad! No se me da bien andar con ellos, me parecen incómodos, suelo evitarlos siempre que es posible.
-          ¿Alguna vez es imposible?
-          Créeme, sí – lo dijo suspirando, con la voz cargada de resignación, le hizo reír.
Cuando pisaron la calle, no les quedó más remedio que despedirse.
-          Bueno, encantada de nuevo, Roberto.
-          Igualmente, ¿piensas volver?
-          Por supuesto, pero sin nada con lo que pueda despeñarme. Nos veremos, entonces, ¿no?
-          Claro.
Sonriendo, se despidió con la mano y le dio la espalda. Antes de girarse, se entretuvo un momento contemplando cómo su pelo se balanceaba al caminar, la verdad es que era guapísima.

Sólo cuando abrió la puerta de su casa, se dio cuenta de que no le había pedido su teléfono. Resignado, se encogió de hombros, esperando que de verdad volviera a aparecer.

domingo, 24 de agosto de 2014

"Me has dado la vida".

-          Gracias.
-          ¿Por qué? Yo no he hecho nada.
-          ¿Cómo que no? Tú lo has hecho todo, te lo debo todo, me has dado la vida.
-          Anda ya… no digas tonterías.
-          No son tonterías, es la verdad. Antes de conocerte estaba hundido, no era feliz, no veía ninguna luz en la oscuridad. Nunca te lo he contado pero, cuando te conocí, no podía más, pensaba que no lograría salir de mi depresión. Ese día se me estaban pasando mil cosas por la cabeza, auténticas locuras, cosas horribles para acabar con todo…
-          Calla, por favor.
-          ¡Necesito que lo sepas! Tú me salvaste, con tu sonrisa, con tu amabilidad… con tus llamadas por la noche y tus aventuras improvisadas. Me diste una razón para vivir. Sin ti, probablemente ya no estaría aquí, eres el origen de mi nuevo mundo. No sabes cuánto te debo, no sabes cuánto te quiero. Gracias.

-          No me las des, yo también te quiero.


domingo, 17 de agosto de 2014

Cerrado por vacaciones.

¡Hola, mis niños!
Hoy vengo a anunciaros que mañana me voy de vacaciones una semana y eso, claro, tiene consecuencias.
Para empezar, no volveré a subir entradas hasta el día 25, aproximadamente. Había pensado en programar algo para la semana pero al final he decidido no hacerlo. Así, nos echamos de menos y todos cogeremos mi vuelta con más ganas.
Además, lo más probable es que no comente vuestras entradas ni responda los comentarios que me pongáis (si es que lo hacéis). Esto último no es seguro, porque puede que cualquier día esté con el móvil y se me ocurra aportar mi granito de arena, pero es probable. De todos modos, en cuanto vuelva me pondré al día.
Creo que esto es todo. Ha sido un anuncio muy corto, pero ¿qué más puedo decir? Pasadlo muy bien esta semana, y antes de que os deis cuenta estaré otra vez dando la lata por aquí.
Gracias por visitarme y leerme, siempre.


viernes, 15 de agosto de 2014

Tag: Si yo fuera un libro.

¡Hola mis niños! Hoy os traigo un Tag llamado “Si yo fuera un libro”. Lo cierto es que nunca he hecho estas cosas (Top Ten Thuesday, Book Tag, IMM, etc…) por una sencilla razón: me gusta leer, pero no lo hago demasiado (mi afición literaria se centra sobre todo en escribir) y no me sentía (ni me siento, de hecho) capaz de llevar adelante este tipo de secciones.
Sin embargo, esta mañana José Baena, del blog www.jbaenac.blogspot.com me ha nominado a este Tag y me ha hecho mucha ilusión así que, en cuanto he tenido oportunidad, me he puesto a seguir con la cadena.
1. ¿Cuál sería el formato del libro?
En papel, por supuesto, los libros en papel tienen un encanto especial del que carecen los digitales. Pasar las hojas, abrazarlos (sí, los abrazo), admirarlos en la estantería… son placeres que un libro digital o en PDF no puede darte, por mucho que lo intente el pobrecito
Y después, con la tapa dura. Este tipo de libros son mucho más resistentes que los de tapa blanda y te los puedes llevar a todos lados con menor riesgo.
2.  ¿Cuál sería el género del libro?
La fantasía me gusta mucho, pero el realismo también… Definitivamente, sería de fantasía pero una parte considerable de la historia sucedería en la Tierra y en la vida real, como si hubiera dos mundos… algo así. Con un toque de novela negra, ya sería perfecto.
3. ¿Tendría algo de ficción?
Sí,  la fantasía es ficción, ¿no?
4. ¿Un periodo corto o largo de tu vida?
La verdad… no lo sé. Últimamente tiendo a leer libros cortos, pero las novelas que se suceden en periodos largos son geniales, porque conoces mejor la vida de los personajes.
Entonces, creo que me decanto por un periodo largo y, como sería una novela genial, no cansaría a quien la leyese. 
5. ¿Habría algún malote en el libro, algún villano?
Imagino, nadie puede caerse bien, ¿no?
Hay mucha mala gente por la vida y algún “malo” tiene que caer. Además, tener un personaje al que odiar en una novela siempre es emocionante y da un sentimiento especial.
6. ¿En qué tiempo estaría basado tu libro: presente, pasado o futuro?
Presente, por supuesto. Como es fantasía, siempre puedo inventarme lo que no sea “factible” y me apetezca.
7. ¿Cómo estaría acomodado el tiempo en tu libro?
No entiendo bien la pregunta, así que voy a entenderla como José Baena (aquí puedes leer sus respuestas).
Estaría narrada en pasado, porque suelo escribir así mis historias.
8. ¿Habría algún giro en la trama?
Claro que sí. Si no, menudo aburrimiento.
9. ¿Quién debería hacer este Tag? Nomina a varias personas.
Voy a nominar a Patricia de www.leyendoentresuenos.blogspot.com a Irene de www.labibliotecariasolitaria.blogspot.com y a Andy de www.paradiseofawalker.blogspot.com ¡Espero vuestras respuestas! :)
Otra vez, muchas gracias por la nominación, me gustan mucho estas cosas y esta ha sido la excusa perfecta para hacer una de ellas.




miércoles, 13 de agosto de 2014

Fuego y agua, ellos.

Ellos, dos almas enamoradas.
Ellos, dos fuerzas enfrentadas.
Ellos, que no pueden dejar de quererse, pero tampoco de atacarse.
Las dos caras de una moneda, que se complementan aunque no puedan mirarse a la cara. Imanes de cargas opuestas, que se atraen a pesar de todo.
Fuego y agua, día y noche, luz y oscuridad.
El uno sin el otro no son nada, pero juntos forman un arma que sólo se hace daño a sí misma.
Sólo ellos saben lo que duele, sólo ellos entienden cuánto se quieren.
Nadie comprende su amor. Nadie ve el cariño que esconden las discusiones, los portazos y las lágrimas.
A menudo, ellos tampoco.
Pero se miran a los ojos, y todo lo demás se esfuma.
Estar juntos duele, marchita y agota. Estar separados no es mejor.
Entonces, ¿son felices? Quién sabe, quizá la felicidad no exista para ellos.
Quizá si existe, pero no es como la del resto.
Se necesitan, se hacen sufrir.
Se desean, se repelen.
Fuego y agua, día y noche, luz y oscuridad.
Ellos.



martes, 12 de agosto de 2014

Participo en nuevas iniciativas.

¡Hola, mis niños! Cuantas entradas seguidas, ¿verdad? No os preocupéis, no estoy enferma ni nada de eso.
Hoy vengo a anunciaros que he decidido unirme a dos nuevas iniciativas: Made in Blogger de www.loquemesaledelatecla.blogspot.com y Parabatai Blogger de www.irenefraile.blogspot.com Ambos son blogs preciosos, no os arrepentiréis de echarles un vistazo.

Made in Blogger

Con esta iniciativa Claudia, su creadora, pretende dar a conocer nuevos blogs publicando semanalmente su opinión sobre uno de los participantes. Además, durante esa misma semana enlazará el banner del blog con el suyo propio, para darle más publicidad.
Como en la iniciativa “¡Quiero conocer tu blog!”, hay una “lista de espera” a respetar y no sé cómo de larga es, así que de momento no puedo hacerme una idea de en qué fecha se publicará mi reseña. Sin embargo, os lo comunicaré en cuanto lo sepa.
Si queréis saber más, o si no lo habéis entendido bien, aquí os lo explica ella misma.

Parabatai Blogger


Esta iniciativa es más difícil de explicar, pido perdón por adelantado.
En ella Irene, su creadora y mi tocaya, empareja a todos los blogs participantes entre ellos, de manera que durante un mes se visitarán y comentarán entre sí. Pasado ese mes, si han congeniado bien, pueden pasar a ser Parabatai (lo que ya no sé, es si al ser Parabatai de un blog dejas de ser emparejado con otros).
Como no sé si me he explicado bien, esta es la entrada original donde Irene anuncia ella misma su idea.

Los banners de ambas iniciativas están situados junto al contador de visitas, como siempre.
Hasta aquí el anuncio. Un fuerte abrazo, lectores míos.



lunes, 11 de agosto de 2014

Begin again.

Ayer fui a ver Begin Again, la nueva película de John Carney, y tenía que hablaros de ella. Sin embargo, esto no es una reseña: no voy a hablar de los actores, ni del guion, ni de todas esas cosas de las que no entiendo en absoluto (salvo cuando son muy malas, entonces sí, pero ¿quién no?). Voy a hablaros de lo que transmite, de lo que me pareció o, al menos, eso pretendo, sin ningún spolier, promesa.


En cuanto vi el tráiler, supe que quería verla, fue un flechazo. El vídeo muestra una película amable y optimista, muy al estilo de Intocable (película preciosa también) y ese estilo me encanta. Sin embargo, al entrar al cine me empezaron a corroer las dudas, ¿y si todo era un truco?, ¿y si al final no se parecía en nada a lo que me habían enseñado?
Me equivoqué: no era un truco, y se parecía a lo que había visto hasta entonces. De hecho, fue mucho mejor.
Begin Again es… dulzura, optimismo, música y mucha, muchísima alegría. Al verla me sentí bien, genial, la sonrisa no se marchaba de mi rostro (sonrisa, que no carcajada, aunque de esas también hay unas cuantas) gracias a sus personajes y la historia. Esta última está formada por un montón de situaciones repletas de cariño y… sí, de vida, destinadas a provocar la alegría en los personajes (esa que sentimos al vivir inolvidables experiencias y sabernos arropados por nuestros seres queridos) y trasladarla al público que, sentado en sus butacas, ve la cinta.
Una de las mejores escenas de la película
Creo que nunca he presenciado una película tan auténtica. Tiene un sabor especial, podría pasar perfectamente por una película independiente, me parece única y fresca. En mi opinión, es diferente a todas las demás, muy… muy suya, desafiante a lo todo lo típico, igual que las canciones que se interpretan en ella.
Oh, las canciones, definitivamente me enamoré de las canciones. No son la última moda, para nada: no esperéis dance, ni rock, ni nada por el estilo. Esperad melodías diferentes, no demasiado rápidas en su mayoría, de esas que ahora sólo producen un par de artistas; esperad sentimiento, mucho sentimiento, y combinaciones de instrumentos preciosas; esperad canciones amables, que te tienden la mano para que cierres los ojos y simplemente te dejes llevar (yo lo hice, de verdad); esperad, simplemente, algo bonito y, sobretodo, diferente.
¿Ahora entendéis por qué tenía que hablaros de ella? Salí encantada del cine, completamente encandilada, con esas lágrimas fruto de la alegría y la emoción pendientes en los ojos (no podían haber escrito un final mejor y más adecuado) y deseando llegar a casa y hacerme con la banda sonora (sí, la conseguimos).
Begin Again es una preciosa historia de cariño, música, felicidad y ganas de vivir, que se transmiten a todo aquel que se encuentre viéndola. La recomiendo de veras, de verdad, me maravilló. Solo con deciros que esta es la única vez que he querido hablar de una película en mi blog…
Un fuerte abrazo para todos vosotros, que pasáis por aquí a leerme.






domingo, 10 de agosto de 2014

Galatea de Nalien.

Se acurrucó en su rincón, haciéndose un ovillo entre los dos gruesos árboles a orillas del río, y cerró los ojos, dejándose arrullar por el sonido del agua. Aquel lugar la había acompañado desde que era niña, y en ese momento le recordó tiempos más inocentes, como cuando jugaba con Lucan y Meril en el agua sin más preocupación que la de evitar que su amigo les sumergiera la cabeza. Ojalá pudiera volver a esos momentos…
Galatea ya no era una niña, ni por asomo. Con 21 años humanos, había dejado de ser una pequeña criatura que correteaba entre los mayores y devoraba todas las historias que se ponían a su alcance, para convertirse en una auténtica princesa elfa con claras posibilidades de heredar el trono de sus padres.
Y ellos así lo habían decidido. Hacía poco más de un mes, los reyes de Nalien presentaron públicamente su abdicación y la eligieron a ella, de entre todos sus hijos, como la más adecuada para sucederlos. Todos estuvieron de acuerdo, hasta sus hermanos, ya que tenían asumido y aceptado que en el reino no se ascendía al trono por otra cosa que no fueran las cualidades personales, y en seguida se iniciaron los trámites para su coronación. Todos estaban seguros de que la joven haría un buen papel.
Menos ella misma.
Tenía miedo, no podía negarlo. Hasta el día del anuncio se había visto con posibilidades de reinar pero ahora, cuando ya era una realidad, veía en cualquiera de sus hermanos a alguien mejor que ella para la tarea: Manuor era más fuerte, Delia le parecía mejor estratega, nunca se había percatado de la inteligencia de Duman, ni de la presteza con la espada de Niala…
El trono era demasiado: demasiada responsabilidad, demasiada presión, demasiado grande. Deseaba ser pequeña otra vez, una princesa elfa de poco más de un metro de altura que podía escabullirse y salir corriendo sin apenas problemas. Ahora no podía hacerlo, no podía huir, las normas lo prohibían.
-          ¡Galatea!
Sobresaltada, se volvió hacia la voz de Manuor. Su hermano, alto y musculoso, la miró sorprendido, con unos ojos grises idénticos a los de ella.
-          ¿Qué haces aquí? Todo el mundo te está buscando, tienes que ir a arreglarte, la ceremonia de coronación empezará en dos horas.
-          Lo sé, yo sólo… - dirigió la vista al río apesadumbrada – sólo quería estar un rato a solas.
-          Escucha, sé que estás asustada, pero lo harás bien – suspirando, su hermano la ayudó a levantarse – si papá y mamá te han elegido será por algo, ¿no? De nosotros, tu eres la más capacitada para subir al trono, serás una gran reina, estoy seguro. Yo creo en ti.
Galatea le miró, sonriendo. Manuor siempre había sido un gran apoyo para ella, siempre la había apoyado y defendido, y a su lado había encontrado un gran amigo en el que podía confiar. Además, poseía el don de saber qué decir en cada momento exacto para sacar de la gente de alrededor lo mejor de sí mismos. Con esa última frase, lo había vuelto a conseguir.
Cogidos de la mano, se encaminaron hacia palacio. Estaba cerca, a apenas diez minutos, y pronto atravesaron la inmensa puerta de madera para encontrarse en el inmenso vestíbulo, donde un montón de gente iba y venía ultimando los detalles de la inminente ceremonia. Al pie de las escaleras vieron a Niala, que pareció volar hacia ella.
-          ¿Qué haces? ¿Dónde estabas? ¡Vamos!  te están esperando con todas sus asistentas en tus aposentos, tienes que arreglarte. ¡Mírate! ¡Ni siquiera estás vestida!
Llegaron a su habitación antes incluso de que hubiera podido reparar en el camino que había recorrido. Allí, de pie, esperaban Rondia, una elfa mayor y regordeta, acompañada de dos ayudantes más jóvenes y varias pequeñas hadas que volaban todas a la misma altura.
-          Te dejo en sus manos – Niala ya estaba arreglada, con un sedoso vestido verde y su largo cabello rubio plagado de pequeñas luces del mismo color – me voy a seguir preparando todo, ¡ahora te veo!
Salió y cerró la puerta tras de sí, dejándola sola con sus criadas. Sin miramientos, con una profesionalidad digna de admirar, las elfas le despojaron del vestido azul con el que había salido y la vistieron en su lugar con uno morado, más elegante, decorado en la cadera y el cuello con vistosos bordados dorados que brillaban a la luz del sol. Cuando las hadas procedieron a embellecer su rostro y su pelo evitó mirarse al espejo, consciente de que los nervios la desbordarían si lo hacía. Sólo cuando hubieron terminado se dignó a presenciar el resultado final.
Estaba increíble, apenas parecía ella: con el vestido morado su porte se antojaba regio y decidido; sus ojos grises destacaban  en su rostro como pocas veces lo hacían, enmarcados por unas pestañas más largas de lo habitual; su cabello castaño, normalmente caído sin orden sobre sus hombros, descansaba acomodado en una complicada trenza decorada con sobrios hilos púrpura.
-          Sé que os gustan las luces, princesa – observó Rondia recordando los adornos que su hermana llevaba ese día en el pelo – pero hoy debe destacar la corona.
-          Lo sé, muchas gracias por todo – ante el asombro de las presentes, la muchacha se giró y abrazó a su sirvienta, que la había vestido durante todos esos años. Tras una breve vacilación, la anciana sonrió y respondió a su abrazo.
-          Estoy orgullosa de ti, pequeña.
-          Gracias.
-          Ya es la hora, debemos bajar al salón – una pequeña hada, que acababa de salir de la sala, volvió a entrar con un deje de histeria en la voz.
El corazón se desbocó en su pecho, pero consiguió disimularlo. Había llegado el momento, ahora sí, y comprendió que si quería inspirar confianza a su futuro pueblo debía aprender a disimular sus inseguridades, empezando en ese preciso instante. Tras mirarse una vez más en el espejo, respiró hondo y salió tras su séquito de los aposentos.
Cuando llegó al salón del trono, encontró la puerta cerrada. Las mujeres ya habían pasado y, cuando tomaran asiento, llegaría su turno. Aún le dio tiempo a respirar tres veces antes de que las puertas se abrieran y una voz anunciara su llegada.
-          ¡La princesa y futura reina, Galatea de Nalien!
A medida que avanzaba por el largo pasillo, sintió las miradas de todos los que estaban allí: todo el pueblo, o al menos la gran mayoría, habían podido acudir gracias a las dimensiones del salón; los sirvientes y lacayos de la familia, al fondo, contemplaban la escena; por el contrario, las familias más influyentes del reino, entre las que se encontraban las de sus amigos, estaban en la parte delantera, sólo detrás de sus hermanos. Sin embargo, ella no miró a nadie ni sucumbió a los susurros que escuchaba a sus costados, su mirada permanecía impasible dirigida al frente, donde sus padres, situados cada uno a un lado del trono, la esperaban de pie.
Al llegar a su lado buscó sus miradas: su madre, aunque lo intentó, no pudo evitar dibujar una fugaz sonrisa; su padre no varió el gesto, pero ella pudo apreciar el orgullo en su mirada. A una seña del rey, hincó una rodilla y bajó la cabeza, donde su padre posó la mano.
-          ¿Juras, Galatea, proteger el reino de Nalien ante cualquier adversidad que se le presente?
-          Sí, juro.
-          ¿Juras proteger a sus habitantes siempre que sea necesario?
-          Sí, juro.
-          ¿Juras servir con fidelidad y dedicación a tu pueblo?
-          Sí, juro.
-          ¿Juras hacer honor a tu cargo y defender el trono por encima de cualquier cosa?
-          Sí, juro.
-          Así pues yo, Rodwal III de Nalien – por un momento, el elfo separó su mano de ella – te nombro a ti Reina Galatea I, señora de Nalien – en cuanto pronunció la frase, posó una corona dorada en la cabeza de su hija.
Escuchó los estruendosos aplausos justo en el mismo instante en el que sintió cómo la joya reposaba sobre ella. Estaba aturdida, pero continuó con el ritual y se levantó mirando fijamente a sus padres con, ahora sí, una sonrisa valiente en el rostro. Aún con ella, se volvió hacia su pueblo y se sentó en el pesado trono plateado que, a partir de entonces, era suyo. Los aplausos reverberaban en las paredes de piedra, multiplicándose. Recorriendo la sala pudo ver a sus hermanos; a Meril; a Lucan, que aplaudía más que nadie con una gran sonrisa en la cara; pudo incluso ver a Rondia, de pie al fondo, aunque no por eso menos alegre…
-          ¡Viva la reina Galatea, viva!
-          ¡VIVA!
No podía creerlo, era reina, y no tenía miedo, ya no. Los nervios y el temor se habían esfumado, dejando paso a la felicidad y al orgullo por ese pueblo que la alababa y la quería. No tenía nada que temer, se sentía valiente, fuerte y habilidosa, capaz de proteger y luchar por su reino, capaz de ser la mejor reina de Nalien.

La reina Galatea de Nalien. 

martes, 5 de agosto de 2014

Amanecer.

Me encantan los amaneceres, aunque los vea poco. Son mágicos y hermosos, es increíble lo que siento al presenciar uno. De repente, la tranquilidad y la ilusión surgen en mí, la misma ilusión que sientes ante un gran plan o una idea prometedora.
Así es el amanecer, prometedor, es una promesa de que un nuevo día, con todas sus horas y posibilidades, está comenzando y de que tú lo puedes aprovechar. Adelante, ya puedes abrir los ojos, puedes ponerte en marcha, las cosas están empezando a despertar y a partir de ahora puedes volver a intentar lo que al final no hiciste ayer (o no, como gustes). Es un nuevo ciclo, una nueva ronda, una nueva oportunidad.
Es tranquilo y relajante, como cuando te despiertas antes de que suene el despertador y ves que aún te quedan horas para dormir. Esa incomparable sensación, a mí me la da el amanecer. Ya es de día pero, si no tienes cosas que hacer, puedes seguir descansando un rato antes de despertar.
El amanecer es luz que se impone a la oscuridad, es la claridad que va abriéndose camino en el oscuro manto que nos guarda por las noches. Personalmente, ese es mi momento favorito, cuando el azul del cielo comienza a aclararse y los únicos signos del sol son unas manchas rosadas y anaranjadas en el firmamento. No es de noche, pero tampoco de día, eso lo convierte en un momento único.
Quizá solo me lo parezca a mí, pero los amaneceres, además, son fríos, pero no como un día de invierno. El suyo no es un frío incómodo, su frescor es ese del que te puedes proteger con una mantita mientras te
acurrucas en cualquier rincón, es un frío agradable que huele a hogar y sonrisas. El amanecer es acogedor.
Cuando lo veo me siento segura, a salvo y en paz, sobretodo en paz. No sé por qué: quizá por su aspecto, por sus promesas o por la tranquilidad que transmite… al ver uno, todo está en calma, todo me parece posible y el mundo se abre hacia mí como un libro que pueda comenzar a leer.
Por último, lo más obvio, el amanecer es un espectáculo hermoso. Su luz; los colores fríos y cálidos mezclándose y amoldándose entre ellos; el mundo que comienza a iluminarse a sus pies, aún dormido y calmado… el amanecer posee una belleza que nada más tiene, única y singular.
No lo he visto mucho, es cierto, pero cada vez que lo he hecho he quedado maravillada. Varias, puede que todas, de esas experiencias han quedado grabadas en mi memoria, con sus imágenes y sensaciones vivas en ella, imposibles de olvidar.


viernes, 1 de agosto de 2014

Bailando.

La música surge de los altavoces y juega en el espacio antes de venir a fundirse en mis oídos. Es extraño porque, aunque soy capaz de percibir eso, no sé cómo se llama la canción, ni qué estilo es, ni cuánto tiempo lleva sonando. Lo único que mi mente es capaz de procesar es la mano de Bruno apoyada en mi espalda y su respiración acariciando mi hombro mientras bailamos sin parar.
Le he conocido hoy, antes no sabía ni que existía, y no sé cómo he podido estar tanto tiempo sin saberlo. En cuanto ha llegado me ha pedido bailar y sólo me he dado cuenta de haber aceptado cuando ya estaba entre sus brazos, es un hombre realmente hipnótico, no creo que nadie le haya dicho nunca que no.
Aleja el rostro para mirarme, pero me mantiene pegada a él, sin mover su mano de mi espalda. Sus ojos son oscuros, profundos y cálidos, y examinan mi rostro antes de sonreír y darme una vuelta. Es increíble cómo se mueve, me lleva por la pista con seguridad y yo sólo tengo que dejarme llevar, como el agua que discurre por el cauce. De hecho, ahora me siento así, totalmente ligera, casi no puedo creer que tenga algo tan ortopédico como unas piernas.
Me abraza de nuevo y vuelvo a notar cómo su barba incipiente acaricia mi mandíbula. Me encuentro segura en la pequeña jaula que forma su cuerpo, sintiendo el calor que atraviesa su camisa y su mano firme sosteniendo la mía. Todo él es magia y pasión que me envuelven y me encierran con delicadeza en una pequeña burbuja en la que sólo estamos nosotros. Jamás en mi vida me he sentido así.
-        - Estás cansada? ¿Quieres sentarte un poco? – la canción ha terminado y se ha separado un poco de mí, dejándome a merced del exterior que me ataca sin piedad.
-         - No, para nada.
Se acerca sonriendo y sus labios, que saben a canela y café, rozan los míos provocando un contacto que aplaca todos mis sentidos. Cuando los recupero él me mira a los ojos y nuestras respiraciones se mezclan en el estrecho espacio que dejan nuestras bocas.
Una nueva canción empieza, completando el hechizo. Volvemos a bailar.