sábado, 11 de octubre de 2014

Neva.

Avanza lenta por la nieve, arrastrando los pies congelados a través de ella. Sin embargo, no nota el frío; ni se percata de las gotas de sangre que van regando el camino tras ella.
Mantiene las manos heridas pegadas al pecho, manchando su impoluto vestido blanco; sus ojos azules miran fijos al frente, sin ser conscientes de lo que contemplan. Neva no sabe lo que hace, en el futuro ni siquiera recordará el largo paseo que está realizando. En su mente sólo percibe, estática como una pintura, la imagen de su padre tendido en el suelo, inconsciente, con una herida en la cabeza provocada por el golpe que le ha dado con la sartén.
Por fin lo ha hecho.

Por fin ha terminado con el infierno en el que ha vivido desde su nacimiento; cuando su padre, enfadado por no obtener un niño de su maltrecha esposa, descargó todas sus frustraciones sobre su única hija. Su madre murió pocos años después, debilitada por el eterno invierno en el que vivían, y Neva, de entonces nueve años, se vio obligada a adoptar su papel.
Con todo lo que aquello conllevaba.
La servidumbre llegó primero, las palizas después y, poco a poco, sus manos fueron haciéndose más ásperas y valientes, hasta el punto en que ya no quedó nada más en ella por acariciar. Pasados los años, sobre su cuerpo se señalaban cuatro partos y, sobre su mente, cuatro pérdidas y el inmenso dolor de las continuas torturas a manos de un hombre que la odiaba.
Con el tiempo, todo lo bueno se escapó. Cosas como el amor, la felicidad y la luz se desvanecieron en el aire; la belleza se esfumó, sólo conservándose en su rostro; en la casa sólo vivían la tristeza, la crueldad, el desprecio y el llanto; en su alma no había nada.
Sólo sueños de venganza y libertad.
Sueños destinados a cumplirse esa fría mañana de Enero, aunque ella no lo sabía. No lo sabía cuándo, muerta de sueño, quemó el desayuno en la sartén; no pudo saberlo cuando su padre se sentó resacoso en la mesa; ni se lo imaginaba cuando miró enfadado su comida chamuscada, cogió un cuchillo de la mesa y empezó a agitarlo frente a ella, como acostumbraba a hacer. Sólo se dio cuenta cuando, buscando defenderse, golpeó su cabeza con la sartén y le dejó tendido en el suelo, inconsciente, con un hilo de sangre brotando entre su cabello. Más tarde recordaría cómo se quedó paralizada, sin saber qué hacer y cómo, sin comprobar si su padre vivía, salió de casa descalza y con las manos cortadas, hacia cualquier lugar que el destino pusiera en su camino.
Cuatro horas después, el azar le lleva hasta una pequeña casa a las puertas de una aldea. A su paso se asoma una mujer: es regordeta, de aspecto bonachón, y contempla preocupada a la bella chica que pasea pálida frente a ella. Sin dudarlo, sale a su encuentro.
-          ¡Joven, joven! – corre hacia ella, pero Neva no reacciona, apenas ha empezado al salir del shock - ¡niña!, ¿me oyes? – la pobre mujer la agarra por los brazos, zarandeándola, hasta que consigue que sus ojos la miren.
-          Buenos días… - eso es todo lo que consigue decir, con una voz que es apenas un susurro. Sin querer se mira las manos, manchadas de sangre ya seca.
-          ¡Oh, cielo santo! – la impresión empuja a la aldeana hacia atrás, aunque en seguida se dispone a examinarle las manos – pobrecita… ¡los cortes son tuyos! pero… ¿qué ha pasado? – la mira, esperando una respuesta, pero la joven ni siquiera abre la boca – bueno, no pasa nada, ya me lo contarás… Ven conmigo, cariño, acompáñame a casa… ¡estás helada! Pobrecita… dentro estarás caliente, el fuego ya está encendido, verás que bien. Ven, cariño, ven…
Todavía atolondrada, la muchacha sigue a la mujer, que tira insistente de su brazo, y entra al hogar. Nada más llegar, se ve envuelta en una gruesa manta y sentada frente a la chimenea, donde una niña pequeña la mira impresionada.
-          ¡Tessa, deja de mirar así a nuestra invitada y ayúdame a servirle un plato de sopa!
La niña reacciona y corre hacia su madre bajo la atenta mirada de Neva, que ya está casi recuperada de la impresión. Con una leve sonrisa, examina toda la sala: los zapatos, varios pares, están colocados junto a la puerta; en la cocina bulle una enorme olla, probablemente llena de la sopa que va a tomar; de las perchas cuelgan varios abrigos llenos de remiendos; en el suelo yace un conejito de madera, reposando después de una larga sesión de juegos. Ese es el aspecto que siempre imaginó que tendría un hogar, un hogar feliz.
Tessa se acerca a ella, temblorosa, sujetando entre las manos un cuenco a rebosar. Lo deja en la mesa, observando preocupada sus palmas heridas, y se aleja un par de pasos. Ella le sonríe, y después se dirige a su madre, que aparece con un enorme rollo de vendas entre los brazos.

-          Muchas gracias por su hospitalidad, me llamo Neva.

11 comentarios:

  1. Hola Irene.
    Crudo relato. El tema un poco difícil de llevar. Pero tu lo has hecho con una prosa muy bien llevada.

    Hoy han colgado nuestros blogs en la Biblioteca de Flashia y además es el cumple de Laura Gallego y Victoria, su personaje... que coincidencia verdad.
    Besitos y abrazos desde Córdoba.

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    1. La verdad es que estos relatos suelo verlos como historias de superación, así que nunca los considero tan "crudos", aunque claramente el tema es horrible. Muchas gracias :)
      Lo sé, es genial, me ha hecho mucha ilusión. ¡Anda, pues no lo sabía!, menuda fan estoy hecha... soy un minidesastre, pero ya no se me olvida :9
      Un abrazo ^^

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  2. Vaya, ¡qué horror! ¡Pobre Neva! Lo que le ha pasado no debería pasarle a nadie aunque, desgraciadamente, ocurre.
    Has hecho un gran relato Irene ^^
    Un beso :)

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    1. Lo sé, pero logrará superarlo.
      Mil gracias valquiria :))
      Un beso.

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  3. Se me había olvidado lo bien que escribías, Irene. Siempre logras transmitir tanto, y lo más importante, logras que por mucha narración que haya, nunca se haga pesado. La verdad es que es un tema que da hasta escalofríos... pero bien escrito, muy bien escrito.

    ¡Un besote! <3

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    1. Mil gracias :D
      Vaya, eso me gusta mucho en un escrito... me alegra mucho saber que logro las cosas que, como lectora, me gustan en un escritor.
      Muchas gracias Claudia :)
      Un besazo ^^

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  4. Qué manera de transmitir Irene, muchas gracias por compartir el relato ^^
    <3

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    1. Gracias a ti por el halago, leerlo y comentarlo :)
      Un beso.

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  5. Un relato muy duro pero muy bien llevado, y el final increíblemente acogedor ^^ Eres una artista!! Un beso!

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    1. Muchas gracias, me alegra que al final le hayas visto algo positivo ^^
      Muchas gracias!! :,) Un abrazo,

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