martes, 8 de diciembre de 2015

La reina de sus pasos.

Mi niña pequeña, mi princesita de los rizos níveos, estoy muy orgulloso de ti.
Desde que te pusiste en pie, quisiste hacernos entender que no estabas hecha para este lugar. Tus preguntas eran las más extrañas, mucho más curiosas y sencillamente sabias que a las que no tienen acostumbrados los niños en general; siempre estabas explorando, descubriendo el porqué del mundo mucho antes de que nosotros te lo pudiéramos enseñar, de haberlo sabido; ese brillo de inteligencia y paz nunca abandonaba tu mirada, como espero que no lo haga ahora. Tú siempre sabías lo que ocurría, siempre fuiste consciente de todo; nunca he conocido a nadie tan inteligente, tan realista y reflexivo, tan calmado, siempre podrás sentirte confiada ante lo externo, ya que este jamás te pillará desprevenida.
Siempre te he admirado, aun cuando solamente eras una bebé que sonriente me ponía flores ante el rostro para que yo también pudiera captar su olor. Me habría gustado ser como tú: siempre querré parecerme un poco más a ti cada día que pase, cada segundo, con el fin de ser un poco mejor persona, mejor humano, mejor hombre, mejor al igual que tú.
Quiero decir, aunque suene egoísta, que yo siempre supe quién eras, lo que valías. Me habría gustado poder haberte criado yo, haber guiado tus pasos en lugar de tus padres. Te habría demostrado que de veras apreciaba tu forma de ser, que eras la mejor de todos ellos, que no necesitabas cambiar un ápice, me habría gustado haber podido decirte lo bella que eres, lo pura, lo cristalina, confesarte que el mundo jamás se permitirá estar por encima de ti.
Pienso que si lo hubieras sabido, si no hubieras tenido que averiguarlo por ti misma entre reproches e insultos, quizá te habrías quedado aquí. Pienso mal, lo sé – tú estabas destinada a volar libre lejos de todo – pero es el consuelo de tontos que me queda en las tardes más nostálgicas, en las que echo de menos poder verte crecer.
Supongo que ya pasó mi turno, que ya disfruté bastante de ver cómo mi pequeña sobrina se convertía en la joven mujer fuerte y segura que prometía ser. Ahora les toca a otros poder caminar junto a ti, cogiéndote de la mano y viéndote triunfar peldaño a peldaño.
Sólo espero que sean buenas personas, que sepan estar a tu altura, que no te hagan mal. Juro que, si lo hacen, te encontraré para poder apoyarte, para seguir protegiéndote aunque ya no lo necesites. Te encontraré, de algún modo, aun sin saber dónde estás.
Nadie lo sabe, me temo. Un día, simplemente, no estabas allí, y nadie sabía dónde habías ido. Sólo teníamos una nota para saber que, por lo menos, te habías ido por tu voluntad y estabas bien. Nada de despedidas, nada de abrazos y llantos.
Miento si digo que me sorprendí. Siempre supe que, algún día, protagonizarías una escena así. Simplemente a veces la nostalgia supera lo feliz que me siento por ti.
Sé que estás bien, aunque no me lo digas. Y sé que mirarás al mundo con ilusión y seguridad, sabiendo lo que haces en la certeza de que todo va como tiene que ir. Sé que marcarás personas y sueños, que todo lo sufrido ha quedado atrás, sé que tu vida será maravillosa y que lo mejor está por llegar.
Confío en ti, Adele. Tú haz lo mismo.

De todos modos, yo siempre estaré ahí.

2 comentarios:

  1. Es precioso, Irene, aunque también da bastante pena por el tío.
    Un beso :)

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    1. Ya se encontrarán algún día, quizá :)
      Y muchas gracias, un beso ^^

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