- Otro año más, de nuevo juntas – Futuro fue la primera en hablar, con el rostro cubierto por el pesado velo blanco que marcaba su virginidad – ¿Cómo estáis, hermanas? ¿Cómo os ha tratado la eternidad?
- No demasiado mal – Pasado respondió, aunque la boca que debía estar en su rostro se encontraba sustituida por lisa y fina piel – La gente habla, me evita, pero ellos no son más que hormigas en mi camino, ¿por qué debería importarme?
- Llevas razón, Pasado. No deberíamos preocuparnos por lo que esos brutos y sucios humanos piensen de nosotros.
Una risa sorda, surgida de los cuerpos de Futuro y Pasado, inundó el espacio. Sin embargo, Presente no las acompañó, jugando distraída con sus huesudas y largas manos. Un fino hilo dorado surgió entre ellas, como luchando por aportar un poco de vida a su apariencia albina y frágil.
- ¿Por qué lo hacen? – levantó el rostro hacia sus hermanas, con la tristeza reflejada en sus rasgos – ¿Por qué nos odian todos?
- Porque es natural, Presente – Futuro la miró con desdén, como rindiéndose ante la imposibilidad de que su hermana pudiera decir algo inteligente por una vez – Ellos nos temen, se encuentra en su naturaleza. Su mente limitada no puede comprendernos, y por eso huyen de nosotras. Nosotras somos la muerte, no son capaces de amarnos, ¿cuándo llegarás a entenderlo?
Un silencio incómodo surgió entre las tres, nacido de la tensión de un enfrentamiento que nunca se produciría. Este se prolongó hasta que Futuro bajó la mirada y vio el hilo dorado que se había generado entre las manos de su hermana. La sonrisa que esbozó entrañaba tanta maldad, que hasta el más valeroso de los guerreros habría huido presa del pánico.
- ¿Qué es eso que sostienes, una nueva vida? No podemos dejarla así, si ha venido hasta nosotras, por algo es. Alcánzame las tijeras, Pasado, quiero cortarla yo.
Unas largas tijeras dañadas por el uso aparecieron ante la figura de la hermana menor, que las cogió y las colocó en las manos de la otra. Ella las aceptó con un estremecimiento de placer y, muy despacio, se acercó hasta el hilo dorado, que obligó a Presente a tensar. Lentamente acercó las tijeras hacia él, y las mantuvo quietas sobre el mismo durante un momento.
Un dulce suspiro se escapó de sus labios. Con un leve chasquido, cortó el hilo.