viernes, 26 de febrero de 2016

Los de la poca vergüenza: Casados a primera vista.


Yo esta semana no iba a escribir esto. Esta semana tenía planteado escribir una entrada bonita, algo de lo que me hacía ilusión hablar, algo agradable creo.
Pero tendrá que esperar, me siento en la necesidad de dejar en la web mi opinión sobre el capítulo que el programa “Casados a primera vista” emitió el pasado Lunes por la noche.
Aún no me lo creo.
Para quien no lo sepa, Casados a primera vista es un reality que sigue la vida de una serie de parejas que se casan sin ni siquiera haberse visto antes. Durante la temporada, podemos ser testigos de las luchas y aventuras que viven cada una de las parejas en el proceso de convivir y “enamorarse” de un desconocido que ahora es su marido/mujer. Al margen de lo que todos sabemos que un reality es (MOVIDAMOVIDAMOVIDA), hasta el pasado Lunes me entretenía y hasta lo dejaba puesto en la tele, se dejaba ver. Hasta el pasado Lunes.
Voy a contar las escenas que me molestaron en el orden en el que aparecieron. Reconozco que no vi el capítulo entero, tanto sexismo junto pudo conmigo, pero creo que tuve más que suficiente.
Empezamos con el principio, y ya viene el plato fuerte. En una escena nos presentan a todas las parejas reunidas alrededor de una mesa, en una comida de grupo y hablando de sus respectivos matrimonios. Todo normal – cordial dentro del espectáculo esperado – hasta que una de las parejas dicen que aún no han tenido sexo porque ella no quiere.
A partir de entonces somos testigos de un ataque abierto, tenso e indiscriminado contra la mujer. De toda la presión y las reprimendas que sufre podemos sacar una conclusión general: Su deber (recalco “deber”) es acostarse con su marido, aunque ella no quiera, porque para algo es su mujer. ¿Qué no quieres hacerlo?, ¿no te sientes preparada? ¡Me da igual! Tu deber como esposa es acostarte con tu marido por y para su disfrute. Y si no te sientes cómoda con eso no te quejes, no haberte casado.


Hemos vuelto a la época del manual de la buena esposa y yo no me he enterado.
OLE.
Por si esa escenita no me había cabreado bastante, en la publicidad pusieron un anuncio de la empresa de depilación láser “Centros Único” protagonizado por una de las parejas del programa. En ella, la pareja dice cosas como Sí, vale, mi pareja tiene un gran corazón… ¿pero te imaginas que no llega a estar depilada?
Depílate, cerdo/a, o jamás tendrás una pareja que te quiera. ¿A quién le importa tu interior?, si no estás perfectamente depilado no vas conseguir pareja nunca, vas a quedarte sólo viviendo con cinco diez, quince gatos. ¡Ven con nosotros, gracias a nosotros encontrarás el amor!
OLE, OLE Y OLE.
La pena es que después de la escena anterior, el anuncio no parece tan escandaloso.
Terminamos con la última escena que pude tragarme: el día después de la comida, los hombres quedan por un lado y las mujeres quedan por otro. Todo normal.
El problema viene cuando vemos los lugares de la cita: para los hombres, bar de cañas y futbolín; para las mujeres, clase de yoga. Con un par, ¿cuántos tópicos y sexismo les quedarán aún por sacar?
Pero esperad, que esto no es lo mejor: en el programa hay una pareja de chicos gays, adivinad con quienes mandan al novio más amanerado de los dos.
Exacto, con las mujeres. Que yo sepa, un hombre gay sigue siendo un hombre, por mucha pluma que tenga. No sabía que por ser homosexual eras menos hombre, qué cosas.


Quiero dejar claro que yo estas cosas no me las creo. Sé qué es guion, que todo está montado. Pero lo que no me parece normal, es que los guionistas y directores del programa se atrevan siquiera a soltarnos tales desfachateces y se queden tan tranquilos. No me parece normal que la gente no lo vea. No me parece normal que, si buscas en las noticias el episodio del Lunes pasado, nada haga referencia a lo que aquí estoy contando.
Bueno, pues ya estoy yo.
Aún no me lo creo.


lunes, 22 de febrero de 2016

Nueva política del blog.

¡Hola mis niños!

Hoy os escribo para hablaros de la nueva política del blog y es, básicamente, la de que a partir de ahora (y desde hace dos semanas) subiré sólo una entrada cada Viernes como las youtubers.
Lo que pasa, como siempre, es que no tengo tiempo. La universidad me tiene maniatada para no variar, y además este año me he propuesto empezar muchos proyectos (entre los que se encuentra escribir una historia larga ¡¡¡¡¡¡¡¡¡SIIIIIIIIIIIII!!!!!!!!) así que si quiero sacar adelante todos ellos y encima entregar a tiempo las prácticas y los trabajos de la universidad, esto es todo lo que puedo hacer. Lo siento.


Además, quería anunciaros que estoy pensando crear una sección nueva sin nombre definitivo todavía. Bueno, en realidad no es una sección, es simplemente un cajoncito donde meter todas las entradas random que se me van ocurriendo, que quiero compartir con vosotros y que no tienen un lugar específico dentro de mi blog.
No sé si os parece buena idea o no, así que si queréis podéis darme vuestra opinión en los comentarios. 

Y eso es todo por hoy. El próximo Viernes volvemos a vernos por aquí.
Un beso, mis niños. Sed felices.

viernes, 19 de febrero de 2016

El flautista.

- Señora Kleiber, no llore…
La mujer la miró desde el banco con los ojos anegados en lágrimas. En sus manos temblorosas sostenía una descolorida cinta, bastante cuidada a pesar del tiempo que había pasado por ella.
- Mi Liese, mi pobre Liese…
- Lo sé, lo sé. Aún no podemos afirmar que le haya pasado nada así que por favor, no se preocupe tanto.
- Pero, ¿y si ese demonio le ha hecho algo?
- Entonces pagará por ello.
No fue consuelo suficiente, y ella volvió a ocultar la cara entre las manos para seguir sollozando. Dagna suspiró, y se encaminó hacia el fondo de la habitación, donde ya no podía cruzarse con los familiares de los niños desaparecidos. Allí se encontró con Adler, mesándose distraído la larga barba pelirroja, la saludó con una sonrisa triste.
- Es horrible, tanto sufrimiento… Nunca había visto a tanta gente llorando en un mismo lugar.
- Normal, ¿qué esperabas? Ciento treinta niños… parece imposible de creer.
- ¿Crees que ha sido él?
- Espero que no. No quiero saber que hay en este mundo gente capaz de cometer tales atrocidades.
Dagna se sentó junto a él, tras los cientos de bancos que los encargados habían  conseguido a duras penas meter dentro de la sala del juicio. Se escuchaban lamentos y sollozos, gritos y jadeos de angustia. Pudo reconocer al padre de Burke y a la abuela de Egmont, el cabello dorado de la hermana de Brunhilde le hizo recordar las trenzas que a la niña le encantaba hacerse para salir a jugar.
- Dicen que les ha asfixiado, que tiene escondidos sus cuerpos en algún lugar.
- Por favor, no sigas.
- ¿Cómo ha podido hacer algo así?
- No lo sé. ¡Por favor, cállate!
Sobresaltada, le miró de nuevo, asustada de pronto por el tono fiero de sus palabras. Los ojos de su amigo delataban que estaba a punto de echarse a llorar, y comprendió que no debía haber llegado tan lejos en sus hipótesis. Sólo pudo susurrar una leve disculpa mientras agachaba la cabeza, mirando al suelo.
No quería estar allí, pero todo el pueblo había sido solicitado para acudir al juicio: Dos meses atrás un misterioso músico ambulante había llegado al pueblo, cargando con él una hermosa flauta con la que había hecho por una tarde las delicias de todos los aldeanos. Bailaron, cantaron y se divirtieron muchísimo hasta el punto en que, al volver a casa, nadie se dio cuenta de que más de un centenar de los niños de la aldea habían desaparecido. A la mañana siguiente no había rastro de ellos, ni del flautista, y nadie volvió a tener noticias suyas hasta que los zapatos de uno de los niños fueron encontrados, rotos y llenos de barro, en mitad de un bosque cercano. Encontraron al flautista al día siguiente, decían que confesó haberles matado.
No quería creérselo, no deseaba volver a mirar el rostro de aquel horrible hombre, pero no tenía otra opción y necesitaba conocer de primera mano el destino que habían sufrido aquellas pobres criaturas. Sólo esperaba no sufrir demasiado, sólo quería que todo eso pasara rápido.
Las puertas de la sala se abrieron con un sonoro golpe, provocando el silencio de todos los que se encontraban dentro. El juez, un anciano y rechoncho hombre, pasó primero dando grandes zancadas y, una vez que se hubo sentado en el amplio escritorio frente a los bancos, una voz anunció la entrada del flautista acusado.
Dagna nunca olvidaría aquel momento. El joven no tendría más de treinta años, y su cuerpo pálido y delgado no anunciaba la presencia de un hombre peligroso; su cabello lacio y castaño se balanceaba mientras caminaba, y su ademán desgarbado demostraba que no sentía miedo. Se sentó frente al juez con tanta naturalidad como si fuera a encontrarse con un viejo amigo, el anciano tardó en reaccionar.
- El pueblo de Hamelín le acusa del secuestro y asesinato de ciento treinta niños nacidos entre estas fronteras. ¿Cómo se declara el acusado?
No respondió a la pregunta de inmediato, y por alguna razón nadie se atrevió a forzarle a hacerlo. Lentamente se dio media vuelta en la silla, mirando a la cara a todos los presentes en el juicio. Una sonrisa lobuna se dibujó en su rostro justo antes de responder.
- Culpable.

viernes, 12 de febrero de 2016

Baila.

La observó desde la otra punta de la oscura habitación, sentado en la silla desvencijada que había traído meses atrás, cansado de tener que sentarse siempre en el suelo.
Encendió un cigarrillo mientras esperaba a que la muchacha se despertara. No solía dormir demasiado, siempre que venía ella le saludaba alerta, distante, dispuesta a saltar ante un ataque que nunca llegaba. Con el tiempo se había acostumbrado a sus malos modos y sus miradas desafiadoras, a sus caras de desprecio y a la seriedad en sus labios, pero en aquel momento disfrutó de verla dormir, dulce y tranquila por una vez.
El momento no duró mucho, lo suficiente para permitir que el humo del cigarro se extendiera por la sala y pasase junto al cuerpo de la joven, que se despertó de inmediato. Pareció costarle reaccionar, devuelta de pronto a un mundo que tardó en reconocer como suyo, pero el aroma del tabaco le ayudó a volver a la realidad. Su rostro somnoliento se tornó en una expresión fría y seca y se dio media vuelta para mirarle, molesta.
Nunca terminaría de acostumbrarse a su belleza: El fino cabello castaño caía como una cascada sobre su espalda, contrastando sobre la piel pálida y el sencillo vestido blanco; el flequillo largo tapaba con mechones sueltos sus ojos, aunque no podía ocultar del todo el fiero e intenso color ámbar de los mismos; la armonía en los rasgos de su rostro siempre le dejaba sin respiración.
- Últimamente vienes muy a menudo, ¿no deberías estar haciendo otras cosas?
- ¿Cómo qué? Me gusta verte.
- A mí no me gusta que me veas.
- Nadie te ha preguntado tu opinión.
Pareció resignarse, aunque se mantuvo reacia a continuar la conversación. Dándole la espalda, se recostó y, dirigiendo la vista hacia algún punto al otro lado de la sala, fingió que él no estaba a su lado.
- ¿Qué haces?
- Estar aquí, como ayer y como el mes pasado. No puedo hacer otra cosa, me tienes encerrada, como a un animal.
- Sabes a qué me refiero. Cuando vengo contigo es para que me entretengas, no para que te quedes tirada en el suelo sin hacer nada.
- Estoy harta de entretenerte.
- No sé por qué, a estas alturas, sigues pensando que tienes otra opción.
Se levantó de la silla y avanzó hasta situarse frente a ella, agachándose para poder mirarla a los ojos. Disfrutó de la fuerza de su mirada, del poder que emanaba de ella y que, en el fondo, tanto le fascinaba; pero disfrutó aún más cuando bajó la vista y observó la vela que llameaba en el suelo entre ellos, formando junto con otras idénticas un enorme círculo que mantenía encerrada a la joven ninfa.
- ¿Ves la vela, pequeña? – sabía que la veía, sabía el dolor que eso le provocaba – Por ella estás aquí. Con ella te invoqué, y gracias a ella estás presa. Eres mía, preciosa, asúmelo de una vez.
La joven le miró en silencio, la tristeza se extendía como un manto sobre ella y, si no la conociera, Marcus habría jurado que en sus ojos brillaban las lágrimas.
- Y ahora, baila.
Pasó un momento antes de que algo sucediera y llegó a pensar que ella le ignoraría de nuevo, pero antes de que pudiera decir nada la muchacha se levantó y, lentamente, comenzó a balancearse.