Mi niña pequeña, mi princesita de los rizos níveos, estoy
muy orgulloso de ti.
Desde que te pusiste en pie, quisiste hacernos entender que
no estabas hecha para este lugar. Tus preguntas eran las más extrañas, mucho
más curiosas y sencillamente sabias que a las que no tienen acostumbrados los
niños en general; siempre estabas explorando, descubriendo el porqué del mundo
mucho antes de que nosotros te lo pudiéramos enseñar, de haberlo sabido; ese
brillo de inteligencia y paz nunca abandonaba tu mirada, como espero que no lo
haga ahora. Tú siempre sabías lo que ocurría, siempre fuiste consciente de
todo; nunca he conocido a nadie tan inteligente, tan realista y reflexivo, tan
calmado, siempre podrás sentirte confiada ante lo externo, ya que este jamás te
pillará desprevenida.
Siempre te he admirado, aun cuando solamente eras una bebé
que sonriente me ponía flores ante el rostro para que yo también pudiera captar
su olor. Me habría gustado ser como tú: siempre querré parecerme un poco más a
ti cada día que pase, cada segundo, con el fin de ser un poco mejor persona,
mejor humano, mejor hombre, mejor al igual que tú.
Quiero decir, aunque suene egoísta, que yo siempre supe
quién eras, lo que valías. Me habría gustado poder haberte criado yo, haber
guiado tus pasos en lugar de tus padres. Te habría demostrado que de veras
apreciaba tu forma de ser, que eras la mejor de todos ellos, que no necesitabas
cambiar un ápice, me habría gustado haber podido decirte lo bella que eres, lo
pura, lo cristalina, confesarte que el mundo jamás se permitirá estar por
encima de ti.
Pienso que si lo hubieras sabido, si no hubieras tenido que
averiguarlo por ti misma entre reproches e insultos, quizá te habrías quedado
aquí. Pienso mal, lo sé – tú estabas destinada a volar libre lejos de todo – pero
es el consuelo de tontos que me queda en las tardes más nostálgicas, en las que
echo de menos poder verte crecer.
Supongo que ya pasó mi turno, que ya disfruté bastante de
ver cómo mi pequeña sobrina se convertía en la joven mujer fuerte y segura que prometía
ser. Ahora les toca a otros poder caminar junto a ti, cogiéndote de la mano y
viéndote triunfar peldaño a peldaño.
Sólo espero que sean buenas personas, que sepan estar a tu
altura, que no te hagan mal. Juro que, si lo hacen, te encontraré para poder
apoyarte, para seguir protegiéndote aunque ya no lo necesites. Te encontraré,
de algún modo, aun sin saber dónde estás.
Nadie lo sabe, me temo. Un día, simplemente, no estabas
allí, y nadie sabía dónde habías ido. Sólo teníamos una nota para saber que,
por lo menos, te habías ido por tu voluntad y estabas bien. Nada de despedidas,
nada de abrazos y llantos.
Miento si digo que me sorprendí. Siempre supe que, algún día,
protagonizarías una escena así. Simplemente a veces la nostalgia supera lo
feliz que me siento por ti.
Sé que estás bien, aunque no me lo digas. Y sé que mirarás
al mundo con ilusión y seguridad, sabiendo lo que haces en la certeza de que
todo va como tiene que ir. Sé que marcarás personas y sueños, que todo lo
sufrido ha quedado atrás, sé que tu vida será maravillosa y que lo mejor está
por llegar.
Confío en ti, Adele. Tú haz lo mismo.
De todos modos, yo siempre estaré ahí.
Es precioso, Irene, aunque también da bastante pena por el tío.
ResponderEliminarUn beso :)
Ya se encontrarán algún día, quizá :)
EliminarY muchas gracias, un beso ^^