sábado, 31 de enero de 2015

Teme al monstruo.

No le mires, que no se dé cuenta de que sabes que está.
No te muevas, que parezca que duermes, para que no quiera atacarte.
No respires, ten cuidado, no le dejes tentar.
Porque si cae en la tentación, no habrá salida.
Quiere comerte, mi pequeño, quiere verte sufrir y sentir el sabor de tus sangre derramándose por su garganta; quiere oír tus gritos mientras te devora poco a poco e impide que pueda hacer nada por ayudarte; quiere cazarte, saborear el placer de abatir a su presa, pero no quiere que sea fácil, quiere verte intentar resistir sin poder escapar.
Por eso se pasa las noches a tu lado, mi pequeño, observándote de cerca mientras no puedes dormir, aterrorizado por sus ojos como brasas y su aliento que huele a putrefacción y muerte. Por eso sale cada noche de debajo de tu cama para posarse junto a ti y divertirse mientras contempla como finges descansar, cuando sabe que es imposible. Por eso se cuela en tus pesadillas y te despierta de ellas acariciándote con sus uñas negras y afiladas como cuchillos.
Te desea, pero le gusta esperar. Espera su momento, en el que abras los ojos y por fin lo veas: tan claro como la luna y tan terrible como la oscuridad.
Entonces podrá hacerse contigo.
No debes permitírselo.
O el monstruo te comerá.
No le mires, que no se dé cuenta de que sabes que está.
No te muevas, que parezca que duermes, para que no quiera atacarte.
No respires, ten cuidado, no le dejes tentar.
Aunque sus uñas arañen el suelo, aunque su siseo se cuele en tus oídos, aunque el vaho de su aliento te haga desmayar, aunque el miedo te atenace.
No mires, no te muevas, no respires.
O te matará.
Teme al monstruo, mi pequeño.
El que vive por las noches, el que protagoniza tus terrores, el que no te deja dormir.
Teme al monstruo, es tu única salida.
No mires.
No te muevas.

No respires.

martes, 27 de enero de 2015

Hazte universitario para...

1.       Descubrir que la vida universitaria no es como la pintan en las películas.
2.       Preocuparte de verdad por lo que cuesta tu educación.
3.       Venderte a cambio de créditos.
4.       Decidir que no merece la pena venderte por una cantidad de créditos tan miserable.
5.       Visitar la biblioteca más de lo que la has visitado en el resto de tu vida.
6.       Lo mismo para la cafetería.
7.       Lo mismo para la secretaría.
8.       Pasar de ser un nombre a un número.
9.       Pero un número precioso, al fin y al cabo.
10.   Los profesores siguen siendo nombres, eso sí. Y mejor que te los aprendas.
11.   Sorprenderte con la cantidad de empleos que puede tener a la vez una sola persona.
12.   Yo he tenido profesores con tres trabajos simultáneos, no miento.
13.   Descubrir lo lejos que puede llegar a vivir la gente.
14.   Llegar a clase sólo para enterarte que el profesor no va a poder venir.
15.   Ante eso, irte al bar más cercano.


16.   Bar que, a la hora de comer y los primeros días de clase, estará tan abarrotado de estudiantes que apenas se podrá entrar.
17.   Pasarte los primeros días del primer año en dicho bar.
18.   Hasta que descubras que también aquí hay que trabajar.
19.   Adoptar a alguien del curso superior como primer recurso a la hora de resolver cualquier tipo de duda.

Y esta es tu cara para conseguir que no se moleste ante tus acosos por Whattsap.

20.   Deambular los primeros días por el campus sin tener la menor idea de cómo llegar a tu clase.
21.   Sentirte un tributo de los Juegos del Hambre a la hora de coger sitio en la biblioteca en época de exámenes.
22.   “¿De dónde ha salido toda esta gente?”
23.   No tener ni idea de los nombres de la mitad de tus compañeros, da igual el tiempo que pase.
24.   Ante eso, conformarte con que sus caras te suenen.
25.   Ni siquiera eso está garantizado.
26.   Descubrir que existe una relación proporcional inversa entre lo avanzado que está el curso y lo llenas que se encuentran las clases.
27.   “Esperar toda una hora para la siguiente clase... qué pereza... ¿nos vamos?”.
28.   “Mira qué buen tiempo, qué sol... no podemos disfrutarlo metidos en clase”.
29.   Aprender a usar una curiosa herramienta llamada “Campus Virtual”.
30.   Ojo, la aprendes a usar tú, no los profesores.
31.   Ir a revisión de nota aun habiendo aprobado.
32.   Conformarte con un 5.
33.   Más que conformarte, aplaudir con las orejas.


34.   Sentirte mayor cuando pasas por delante de tu colegio/instituto.
35.   Vivir la “preciosa” experiencia de que un profesor no acuda a su propio examen.
36.   Y si eso pasa, raramente habrá aprobado general.
37.   Recurrir al delegado más de lo que lo has hecho en el colegio.
38.   Descubrir que, aunque la gente debería ser muy madura, a veces siguen siendo como niños.
39.   Alimentarte a base de bocadillos de cafetería.
40.   Bromear con personas cuyo nombre desconoces. Referencia al punto 22.
41.   Tener libertad para beber cafés en clase.
42.   Para sacar el ordenador.
43.   Para beber agua.
44.   ¡Incluso puede sonar el móvil y que el profesor no haga nada!
45.   Firmar protestas de las que no sabes nada.
46.   Pero bueno, malas no serán.
47.   Pararte por los pasillos a ver anuncios que te dan igual.
48.   ¡Cafés, cafés, cafés!


49.   Y gente fumando en cada puerta.
50.   Hacer colas que salen del local para hacer una fotocopia.
51.   Y para comprar un libro.
52.   Pegarse con cualquiera que ose colarse en la cafetería cuando hay mucha gente.
53.   Ver a personas estudiando frente a un sándwich mixto.
54.   A personas rodando películas por el campus.
55.   A guiris de cualquier lugar.
56.   Lo habrás visto todo.
57.   Pasarte los descansos entre clases tirado en el césped. Mira, eso sí es como en las películas.
58.   Olvidar qué es eso tan divertido que tenían los tipo test.


59.   Valorar una matrícula de honor como nunca antes.
60.   Quejarte de tu universidad.
61.   De los profesores.
62.   Del delegado.
63.   Y del plan Bolonia, eso por supuesto.


64.   Olvidarte de las Navidades.
65.   Estudiar, ya si eso.

sábado, 24 de enero de 2015

Ilae y Safera o el origen del bien y el mal.

Cuando Erol creó el universo, en el mundo no existía ni el bien ni el mal. Todo era neutro, nada se encontraba en desacuerdo; los seres se limitaban a existir sin molestar al otro, sin tendencia al bien o el mal, sin ni siquiera sentir, ya que esto habría supuesto un desequilibrio en la balanza de la vida.
A él le gustaba esto. Le satisfacía contemplar cómo su creación vivía conforme a sus reglas: cómo los mares recorrían la tierra tan lisos como un cristal, cómo las montañas consistían en enormes rocas pulidas; cómo la vegetación se ocupaba de asentarse en la tierra sin desprender ninguno de sus valiosos frutos; cómo todo se limitaba, sencillamente, a existir.
Tenía dos bellísimas hijas gemelas, Ilae y Safera. Ilae era amable, pacífica y bondadosa, le gustaba ayudar a los demás y siempre estaba dispuesta a dialogar. Safera, por su parte, era traviesa, provocadora y bromista, con una fuerte tendencia a alterarse y a desobedecer.
Erol, a pesar del carácter apasionado y problemático de Safera, quería a sus dos hijas por igual. La calma de la primera aplacaba la pasión desmedida de la segunda y, por su parte, esta a menudo lograba animar a su hermana con su carácter activo. Consideraba el dios que sus hijas se complementaban entre sí, que cuando estaban juntas ni el bien ni el mal tenían lugar, todo era neutro y pacífico. Por eso quiso trasladar la neutralidad al mundo, para expandir el efecto que las niñas creaban unidas.
Pero las gemelas no estaban de acuerdo con la idea de su padre. El mundo que veían era aburrido, frío y sin carácter; nunca pasaba nada y el tiempo parecía no transcurrir por él. Ni siquiera Ilae estaba conforme con el modelo establecido por Erol así que, cuando Safera sugirió bajar a modificarlo, se mostró resuelta al aceptar.
Tuvieron que esperar un tiempo, pues su padre adoraba tanto su creación que no le gustaba alejarse de ella y, mientras aguardaban su ansiada oportunidad, su energía y sus ganas de llevar a cabo el plan aumentaban por momentos. De este modo, cuando Erol se alejó a cuidar del resto del universo, las gemelas bajaron de inmediato al mundo, y las consecuencias de sus acciones fueron más grandes de lo que nunca se atrevieron a imaginar:
Ilae se dirigió primero a la vegetación, a los árboles y arbustos, a los que dotó de frutos para que alimentaran a los humanos y animales; abrió huecos entre las montañas, antaño pulidas como el cristal, para que se pudiera caminar entre ellas y creó surcos en sus superficies, pues le apenaba que nadie pudiera subir por ellas; acercó el sol para que calentara el suelo y creó la noche y la lluvia para que dicho calor no causara mal en la tierra; humedeció tierras para que los humanos pudieran cultivarlas; finalmente, les otorgó, al igual que a todos los seres vivos, la capacidad de reproducirse y razonar.
Safare, por su parte, provocó un caos mucho mayor que el de su hermana: creó el fuego, y alimentó con él a algunas montañas y determinados animales; dotó de veneno a las especies que más le gustaron; embraveció los mares y creó tormentas a partir de la lluvia que su hermana había originado; enfureció la tierra y el aire, obligándoles a temblar; en su afán, arrasó la vida de la tierra en la que aterrizó.
Mientras transformaban el mundo, las gemelas no se enfrentaron entre sí. A pesar de que algunas creaciones de Safare perturbaban la bondad que Ilae había establecido, no se sintió molesta, ya que consideró que de este modo su querido mundo se vería obligado a evolucionar, contrarrestando así la neutralidad diseñada por su padre. Sin embargo, cuando las dos intentaron modificar a los humanos, comenzó la disputa.
Ilae llegó primero, y les dotó de amor, lealtad, salud, felicidad, valentía, compromiso y capacidad para mejorar; consiguió generar en ellos el deseo de ayudar y pensar en los demás, de compartir, de ser altruistas, de hacer el bien... logrado todo esto, se sintió realizada como nunca antes, y lloró de felicidad al imaginarse el futuro de aquellas pequeñas criaturas, claro como el día y lleno de bondad.
Pero Safare, al ver la felicidad de su hermana, sintió una gran envidia, pues ella también quería sentirse así, y acudió a deshacer lo que su hermana había diseñado. Proporcionó a los humanos odio, cobardía, traición, desobediencia, vagancia, enfermedad y tristeza; les empujó a pensar sólo en ellos, llegando a perjudicar a los demás para lograr sus objetivos, a ser egoístas, a ser capaces de matar o robar, a hacer el mal.
Desolada, Ilae no tardó en enfrentarse a su hermana, y luchó por contrarrestar las capacidades que esta había generado en las personas con una fuerza inusitada originada por la desesperación y la ira que se había originado en ella. Sin embargo, su hermana no quería cambiar su obra, y no aceptó la derrota.
Las gemelas lucharon fieramente, y ninguna de ellas lograba vencer a la otra. Como diosas que eran, poseían las mismas capacidades, igualmente niveladas, que no podían imponerse entre sí. De este modo, los humanos, sometidos a su lucha, poseían las características otorgadas por ambas, pero ni el bien ni el mal lograban expulsar a su contrario.
Cuando Erol regresó, las niñas todavía seguían luchando. Al ver en lo que se había convertido su querido mundo el dolor lo desgarró y, llorando lágrimas furiosas, descendió para recoger a sus hijas y las alejó del lugar, dejando inconclusa su disputa. Por ello, los humanos somos capaces de amar, pero también de odiar, y de realizar los más horrendos actos, aunque después estemos dispuestos a sacrificarnos por nuestros congéneres.
Cuando se hubieron alejado, Erol empleó todos sus esfuerzos en deshacer el caos que sus hijas, en su aventura, habían generado. Sin embargo, la fuerza de los cambios realizados fue demasiada y, a pesar de la insistencia del dios, las modificaciones no sólo no se regularon, sino que la vida continuó guiada por ella.
Esto le enfureció más que nunca antes y, se dirigió hacia sus hijas, a las que ya era incapaz de amar. Gritó y gritó, maldiciéndolas por el daño que habían causado, por destruir con sus caprichos su preciada obra, sin detenerse a escuchar las explicaciones de las gemelas. Finalmente, guiado por el desprecio y la ira que las niñas le inspiraban, las expulsó lejos de allí, y las condenó a viajar eternamente por el universo, sin poder volver a ver jamás lo que habían hecho.
Desde entonces, Ilae y Safera vagan malditas lejos de aquí, sufriendo y llorando por no poder acercarse a su creación y por su padre, que todavía hoy guarda en su ser el odio hacia sus hijas y el recuerdo de un mundo que ya no existe.

Aunque puede que sea mejor así.

viernes, 23 de enero de 2015

Me uno a "Blogs en el viento".

¡Hola!
Siento que esta sea una entrada informativa. Sé que no tiene nada de artístico en absoluto... pero así os voy contando cosas importantes del blog.
Os vengo a anunciar que me he unido a la iniciativa creada por mi maravillosa MeriAnne Abevaz (la de la Iniciativa Hogwarts, sí).
Se llama "Blogs en el viento", y funciona del mismo modo que la desaparecida "¡Quiero conocer tu blog!": Una vez apuntado a la iniciativa, hecha la entrada y colocado el banner, debes mandarle por correo una información sobre tu blog que ella misma especifica aquí y, cuando lo reciba, publicará en una fecha determinada  los datos que le has dicho. ¿Fácil, no?
Bueno, igual no, pero en el link ella misma lo explica muy bien.
El banner de la iniciativa lo podreis encontrar donde siempre, junto al contador de visitas.


Por cierto, mi "entrevista" ya tiene fecha... ¡el próximo 31! Que ilusión, ¿verdad?

Un beso, mis niños, os quiero a todos.


Oda a la espontaneidad.

Sé que huele al “Oda a la simplicidad” de Lowi... y es que me he inspirado en ese anuncio para hacer la entrada. Me gusta mucho el spot, y se me ocurrieron bastantes cosas para poner que me apetecía compartir con vosotros, así que se me ocurrió hacer una lista ligeriiiiiiiiisimamente inspirada en él.
Espero que os guste.
1.       Oda a... ¡UN PERRITO!
2.       Oda a decir lo que tendrías que haber pensado.
3.       Oda a hablar antes de pensar

4.       Y al “mejor pedir perdón que pedir permiso”.
5.       Oda a dejar de darle vueltas.
6.       Oda a hablar demasiado alto.
7.       Oda a las muecas.


8.       Oda al “tú tira para delante”.
9.       Oda al “será por aquí”.
10.   Oda a encogerse de hombros.
11.   Oda a las palabrotas.
12.   Oda al “qué demonios”.
13.   Oda al “¿que no hay huevos?”
14.   Oda al “¿QUÉ?”.


15.   Oda a quedar para dar una vuelta, y ya vemos qué hacemos.
16.   Oda a jugártela a cara o cruz.
17.   Oda al “¿por qué no?”
18.   Oda a los brincos al asustarse.
19.   Oda a los abrazos.

20.   Oda a las risas escandalosas.
21.   Oda al “Oh, qué bonitoo”.
22.   Oda a tatarear/cantar/bailar sin darte cuenta.
23.   Oda al “¡Oye, tú!”.
24.   Oda a la risa descontrolada.
25.   Oda a los impulsos.

jueves, 22 de enero de 2015

Frente al mar.

Tan pausada como el movimiento de las olas.
Tan tranquila como el mar puro, liberado de todo.
Así me siento frente a al océano, a solas sin nadie más rondando por la arena; acunada por el sonido de las olas al romper; disfrutando del frescor que el cielo encapotado aporta a mi piel.
No hay nada más, sólo la paz y yo. Cierro los ojos y me acuno por el sonido que calma y ayuda a dormir, aunque no quiera hacerlo. Si me duermo, cortaré el momento, y nada merece ser eterno tanto como este instante. Este instante en mi tierra, en mi entorno, entre el medio al que pertenezco y al que me gustaría pertenecer.
Siendo yo misma.
Entierro los pies en la arena y dejo que su frescor me invada; el viento mueve mi cabello, pero tiene la delicadeza de no ponérmelo en el rostro. Es todo un detalle, si no no podría apreciar el olor salino del mar, vería interrumpido mi oasis por algo tan nimio e inoportuno como una incomodidad.
La incomodidad no tiene cabida aquí.
No tiene cabida porque mi cuerpo y mi espíritu se calman poco a poco, ayudados por las olas que me acunan sin rozarme; mis ojos se cierran sin darme cuenta, arrullados por su sonido; mi mente escapa de la realidad y vuela fuera de mí, siendo libre en todo su esplendor.
No quiero volver, quiero quedarme para siempre aquí.

Frente al mar.

martes, 20 de enero de 2015

Mi pequeña.

No temas, mi niña, no tengas miedo. Yo siempre te protegeré.
Siempre estaré ahí para cuidarte; para ofrecerte entre mis brazos un refugio en el que puedas sentirte segura; para ser para ti un paño de lágrimas y el ejército más fiero que jamás haya existido; para consolarte; para aportar a tu vida toda la alegría y el color que me sea posible. No quiero que lo dudes nunca, mi cielo, porque yo no lo dudo.
¿Y sabes por qué? Porque yo ya lo sabía desde el día en que te concebí. Sabía que te protegería con mi vida desde el momento en que supe que te llevaba dentro. Entonces te convertiste en mi princesa, en mi tesoro, en el hermoso regalo destinado a completar mi existencia más que nada antes.
Y cada día crecías más, convirtiéndote en la más preciosa personita dentro de mí. Yo te notaba en mi vientre, creciendo y formándote, incluso cuando no eras más grande que una aceituna; sabía que estabas ahí, una criatura viviendo en mi interior. Tú eras mi tesoro, y yo tenía el orgullo y el honor de ser tu hogar.
Pasaron los días, mis semanas, y mi tripita crecía y crecía a medida que te ibas haciendo más grande. Papá y yo no parábamos de hablar de ti, de imaginar cómo sería tu carita, de pensar en nombres para ponerte. La gente por la calle miraba mi vientre, y recuerdo mi alegría y mi orgullo cuando lo hacían. “¡Miradme, estoy embarazada, voy a tener una hija! ¡Una niña preciosa crece dentro de mí!”. Caminar por la calle, a la vista de todos, era mi grito de alegría, el anuncio multitudinario que siempre quise hacer al mundo.
Sin embargo, lo mejor era sentir tus patadas y tus movimientos, me hacían ser mucho más consciente de que estabas ahí. Recuerdo tu primera patadita: fue al quinto mes, yo estaba tumbada en el sofá, recuperándome de una noche un poco mala, y de pronto sentí un golpe en el estómago; fue tu primer saludo, fuerte y enérgico, mi pequeña, como tú. Me emocioné tanto que me eché a llorar, y lo único que pude hacer fue correr al trabajo de tu padre para darle la noticia.
Desde entonces, dediqué todo mi tiempo libre a acariciar mi vientre, soñando con el día en el que por fin podría tocar tu piel perfecta. Buscaba siempre tus pataditas, que sólo se detenían cuando te dormías, y entonces te cantaba todas las nanas que me sabía, para que pudieras estar tranquila y relajada dentro de mamá.
Me habría encantado verte durante el embarazo. Poder apreciar la belleza de tu carita, tus gestitos cuando te acariciábamos la nariz, tu puñitos agitándose en el aire en un juego que sólo tú entendías... ojalá pudiera habido contemplarte así, pero me alegro de haber podido verte, aunque fueras una figurita blanca plasmada en una pantalla o un papel.
El día que decidiste salir y venir al mundo fue, definitivamente, el mejor de mi vida. Me di cuenta en la playa, observando el amanecer, y entonces las olas dejaron de tener sentido para mí. Corrí hacia casa, y el ruido que hice al empezar a preparar todo para tu llegada despertó a papá; no te imaginas lo nerviosos que estábamos los dos, en un segundo habíamos olvidado todo lo que llevábamos planeando durante meses... pero todo estaba bien, porque venías de camino, nada podía salir mal.
Y, efectivamente, nada salió mal, salvo por el hecho de que te dio pereza salir. Cuando escuché tu llanto por primera vez, había pasado todo un día y nos bañaba un nuevo amanecer. Por eso te llamamos así, Alba, mi preciosa luz.
Desde entonces y hasta ahora, no has dejado de crecer. Los días pasan, y con ellos los meses y los años, y cada vez eres más bella, mi princesa, mi pequeña mujercita que no habría podido ser más maravillosa. Y yo seré maravillosa para ti, pequeña; seré fuerte, valiente y segura por ti, para que puedas estar protegida, para que te encuentres a salvo.
Así que no temas, pequeña. Siempre estaré aquí, confía en mí.

Te quiero.

viernes, 16 de enero de 2015

30 cosas que he aprendido a partir de los 18.

Desde los brindis de año nuevo, he estado pensando en hacer “listas” respecto a determinados temas. Hace mucho que veo este estilo de cosas en Facebook o en Internet, y algunas me gustan mucho y me resultan muy entretenidas.
No sé qué tal resultará, ni si os gustará, de modo que os agradecería que me expreséis vuestras opiniones en los comentarios. Gracias, mis niños.

1.       Que si no te aprendes tu DNI después de rellenar los formularios de la Selectividad, no lo harás nunca.
2.       Lo cara que es la Selectividad.
3.       Y la educación.
4.       Lo caro que es todo, en general.

5.       Que los veinte están más cerca de lo que parece.
6.       Que la cuesta de Enero existe.
7.       Que hay que aprender a ahorrar.
8.       Que a partir de la segunda vez, sacar dinero del cajero pierde su gracia.
9.       Que cosas imposibles y complicadas como pedir cita en el médico o rellenar formularios no son tan imposibles ni complicadas.


10.   Que la inocencia de los niños es muy valiosas.
11.   Que la ignorancia es la felicidad.
12.   Que la vida universitaria que pintan las películas es una de las mayores mentiras de la humanidad.


13.   Que a veces hay que ser borde.
14.   Y llegar el primero.
15.   Que ser un trotamundos no es tan fácil.
16.   Que te puedes meter en líos más grandes que llegar tarde a casa.
17.   Que las responsabilidades son una mierda.
18.   Y que cada día hay más.
19.   “¿Tu único deber es estudiar?” ¡Olvidalo!
20.   Que a cada momento que pasa hablas más como tus padres.
21.   Que hay mucho inútil en el mundo.
22.   Y mucho caradura.
23.   Y mucho impresentable.
24.   Más de lo que pensé.
25.   Que las piscinas de bolas no deberían ser sólo para los niños.


26.   Que no podré evitar durante mucho tiempo más coger el volante de un coche.
27.   El esfuerzo real que supone independizarse.
28.   Que eso no es tan fácil como parecía al principio, al igual que ser un trotamundos.
29.   En serio, ¿de dónde saca el dinero esa gente?

30.   Que crecer es muy duro, vaya.

miércoles, 14 de enero de 2015

Lamentos de una abandonada a la deriva.

Es duro saber que el mundo es sólo un abismo del que no puedes salir.
Y el dolor no sirve, porque sólo te hace más débil.
Y ser débil significa que eres la presa perfecta para todos, para este mundo horrible que sólo quiere comerte.
Y únicamente te tienes a ti, a nadie más, pero tú no te bastas porque tu dolor no te permite llevar una carga una carga tan pesada como esta.
Y sólo te queda el abismo, sólo te queda la desesperanza.
Dejarte arrastrar, hundiéndote hacia la oscuridad, esperando a que todo acabe.

Nada más.

sábado, 10 de enero de 2015

Book tag: La isla desierta.

En principio iba a subir otro book tag, “Sacrificio de libros”, pero como Blogger me odia me ha dado algunos problemas a la hora de publicarlo, me he decantado por este otro que es bastante sencillito.
Se nota que me estoy empezando a enganchar a estas entradas, ¿verdad?
Este book tag lo encontré en el blog Disfrutando muchos libros, y consiste en elegir qué libros te llevarías a una isla desierta según las indicaciones.

UN LIBRO QUE TE LLEVARÍAS PARA RELEER
Finis Mundi, de Laura Gallego



Últimamente me ha dado la fiebre medieval, y recuerdo que este libro me enamoró cuando lo leí, así que podría servirme para curarme el mono; además, es de mi escritora favorita. Estoy pensando en releermelo dentro de poco.

UN LIBRO QUE NO HAS LEIDO, PERO QUE QUIERES HACERLO
Cryer´s Cross, de Lisa McMann



Su argumento me fascinó hace bastantes meses y, desde entonces, tengo muchísimas ganas de conseguirlo y leerlo... antes de que llegue Febrero será mío, lo prometo.

UNA SAGA
Harry Potter de J. K. Rowling



Si tuviera que llevarme una saga para releerla definitivamente sería esta. Todos los libros se me hacen muy ligeros y me encanta revivirlos una y otra vez. Seguramente de otras sagas me cansaría con el paso del tiempo, pero de Harry Potter jamás estaré harta.

UN LIBRO INFANTIL
Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll



Elijo este porque, más que nada, es el único libro infantil que he leído. Tampoco me gustó demasiado, no sé por qué los clásicos suelen aburrirme, pero dicen que es mejor bueno conocido que malo por conocer, ¿no?

OPCIÓN LIBRE
Maleficium de Patrick Ericsen



Uno de mis pendientes. Lo vi por cinco euros en el Corte Inglés y sólo fui consciente de que lo había comprado cuando ya estaba saliendo del centro con él... ahora no consigo ponerme a leerlo. Supongo que en una isla desierta, sin nada mejor que hacer, terminaría por leermelo.

Y eso es todo. Espero que os haya gustado, o al menos entretenido. Os quiero.

lunes, 5 de enero de 2015

Dos en una.

No puedo más, no lo aguanto.
Llevo toda mi vida viviendo sin vivir, sin ser yo. Nunca he sido solo yo, nunca he tomado mis propias decisiones, nunca he estado sola.
Porque siempre estoy con ella.
Ella es mi infierno, mi maldición. Me habla siempre, todo el rato, aunque necesite estar en silencio; nunca duerme, siempre está activa y dispuesta a actuar; me incita a hacer el mal, incluso cuando quiero obrar bien; es poderosa, hasta tal punto que a veces llega a dominarme. Y lo peor es que no me puedo deshacer de ella.
Porque vive dentro de mí.
Es la segunda alma que ocupa mi cuerpo, se acopló con él cuando yo ya estaba dentro, y no aceptó un “no” por respuesta. De hecho, intentó echarme, pero me resistí. Quizá hubiera sido mejor que me fuera, así ahora sería libre.
Libre para tomar mis propias decisiones, para obrar como quiero sin que ella me susurre al oído segundas posibilidades, para poder enamorarme, para poder disfrutar sin pensar en el otro par de ojos que observa todo lo que puedo ver.
He llegado a pensar que estoy loca, que en realidad no hay nadie más, sino que todo es culpa de mi mente desquiciada. “Trastorno de personalidad múltiple”, lo llaman... pero no estoy convencida. Si tuviera de eso, no sería consciente, pensaría que sólo estoy yo; pero sé que es no es verdad, que ella es mi sombra...
No quiero seguir viviendo así, por favor, no lo puedo aguantar más. He intentado de todo para echarla: he meditado, he contactado con mi mente, he acudido a espiritistas... hasta he llegado a hacerme un exorcismo, pero nada ha funcionado. Espero que el suicidio me ayude.
La echaré de aquí, aunque tenga que irme también yo.
Me subo a la silla y alcanzo el lazo, sin ser apenas consciente de lo que estoy haciendo; sacando fuerzas de donde ya no me quedan, rodeo mi cuello con la cuerda, y me dispongo a saltar; saco un pie de la silla, solo queda el otro.
Solo un paso más...
Pero entonces, mis brazos se deshacen de la cuerda, y mis piernas hacen que se sienten en la silla. No hace falta ser muy inteligente para saber que no lo he hecho yo, no hace falta ser muy listo para darse cuenta de que ella ha tomado por un momento los mandos de la situación.
Sabía lo que iba a hacer.
Y no quiere morir.
Jamás podré quitármela de encima.

Desesperada me acurruco en la silla y me echo a llorar. Todos podrían oír mis sollozos, todos podrían ver las lágrimas corriendo por mis mejillas, pero solo yo puedo escuchar cómo, triunfante, ella se ríe a carcajadas en algún rincón en mi interior.

jueves, 1 de enero de 2015

365 brindis.

Hola a todos, primera entrada del año, últimamente llevo una racha importante de entradas... como se nota que hacía tiempo que no me pasaba por aquí.
Ayer fue Nochevieja y, en consecuencia, Internet se llenó de recopilatorios, entradas especiales, recuerdos, y un largo etcétera. Yo no pensaba hacer nada especial, pero entonces descubrí esto de los 365 brindis y me gustó la idea, así que aquí está. Ya sé que no son 365, son 100, como los de mi madrina, pero ya me ha costado lo mío poner estos así que imaginad 365.
Espero que os guste mi lista, aunque ya sé que la mitad de las cosas os van a dar lo mismo, pero es que me hacía mucha ilusión hacerla.
1.       Por mi novio, que lleva algo más de un año experimentando lo que es estar con un espécimen como yo. Y sigue siempre ahí.
2.       Por mi familia, que también me tiene que aguantar, aunque están más acostumbrados.
3.       Por Isabel y mi tributo, mis mejores amigas.
4.       Por los amigos y colegas de la universidad, que siguen sorprendiéndose ante mis sonrisas al entrar en clases.
5.       Por todos los demás, que llevan alegría a mi vida también.
6.       Por Shiinna, que me introdujo en el mundo de los grupos de bloggers.
7.       Por mis Dreamers.
8.       Y por mis Hey Soul Bloggers.
9.       Por Gin, que aunque tiene la peor ahijada de la historia, la quiere mucho. Y es lo que cuenta.
10.   Por José, mi comentarista estrella, que deja sus palabras incluso en las entradas en las que no comenta nadie.
11.   Por Valquiria y sus comentarios amorosos.
12.   Por todos los que alguna vez me habéis comentado.
13.   Por todos los que me seguís.
14.   Por estas 90 entradas que he escrito.
15.   Por todas las risas.
16.   Por todos los momentos complicados en los que nunca he estado sola.
17.   Por todas las conversaciones profundas.
18.   Y por las no tan profundas.
19.   Por todos los momentos románticos, y los que quedan.
20.   Por todos los abrazos.
21.   Por todos los besos.
22.   Por todos los saludos.
23.   Por todas las despedidas.
24.   Por todas las sonrisas.
25.   Por todas las lágrimas de felicidad.
26.   Y por las que no.
27.   Por todo el amor.
28.   Por todas las veces en las que me he sentido libre.
29.   Por todas en las que he mostrado que estoy como una cabra.
30.   Por aquellas en las que me he sentido guapa.
31.   O inteligente.
32.   O divertida.
33.   O querida.
34.   O cualquier cosa buena.
35.   Por todos esos momentos que me obligaban a hacer un descanso en el estudio, gracias.
36.   Por todos los momentos merecedores de un huequito en mi calendario.
37.   Por los cuatro calendarios que van ya.
38.   Por todas las primeras veces.
39.   Por esos momentos en los que me he demostrado que podía hacer las cosas por mí misma.
40.   Por todas las buenas historias.
41.   Por todas las buenas canciones.
42.   Por los desahogos.
43.   Por todas las peleas por novios literarios que jamás podremos tener.
44.   Por todas las citas a partir de las ocho de la tarde.
45.   Por absolutamente todas las demás.
46.   Por todos los logros.
47.   Por todos los aprobados.
48.   Por ese suspenso falso que me tuvo con insomnio dos días.
49.   Por todas las historias para recordar.
50.   Y por todos los momentos en que hemos recordado esas historias.
51.   Por las sesiones de cine de los Miércoles.
52.   Por esos maravillosos horarios de tres horas de clase diarias.
53.   Porque esos horarios vuelvan.
54.   Por esas felicitaciones de cumpleaños que no me esperaba.
55.   Por todo lo que me ha hecho soñar.
56.   Por todas esas personas que en algún momento me han hecho feliz.
57.   O que por lo menos me han hecho sonreír.
58.   O que me han hecho aprender algo.
59.   Por los planes de futuro.
60.   Por los “chan chan”.
61.   Por los “ya lo he leído”.
62.   Por los “qué bien escribes”.
63.   Por los “kitty”.
64.   Por los “tribute”.
65.   Por los “cielo”.
66.   Por los “cariño”.
67.   Y por todos los demás apodos.
68.   Por todas las veces que la cafetería me ha atraído como un imán.
69.   Por las veces en las que ha quedado demostrado que no todas las grandes historias ocurren después de las dos de la mañana.

70.   Por los buenos días.
71.   Por las buenas noches.
72.   Por el soft-combat, que siempre es como la primera vez.
73.   Por la foto que me hice con un famoso, David Lozano.
74.   Por los favoritos en twitter de David Lozano, lo prometo.
75.   Por todas esas cosas que nunca pensé que ocurrirían.
76.   Por los nuevos amigos.
77.   Por los viejos.
78.   Por los reencuentros.
79.   Por los planes improvisados.
80.   Por todas las caras de asombro al saber que estudio Criminología.
81.   Por los principios.
82.   Por el recuerdo.
83.   Por todo lo que le quiero.
84.   Porque nunca acabe.
85.   Por los paseos por el parque.
86.   O por el centro.
87.   O por donde sea.
88.   Por el chocolate, o por cualquier cosa dulce.
89.   Por los intentos por controlar mis ganas de comerlo.
90.   Porque este año por fin lo consiga.
91.   Por Sándalo.
92.   Por los test del Facebook.
93.   Por la felicidad.
94.   Por la libertad.
95.   Por los sueños.
96.   Por las fotos.
97.   Por los vídeos.
98.   Por los relatos.
99.   Por el escribir.
100.                       Por todas esas cosas que ahora mismo no recuerdo, pero que también se merecen un brindis.

Feliz 2015, mis niños.