Quiero brindar por ella, por Minea.
Algunos de vosotros no la conocéis, otros pocos no la recuerdan, pero quienes la conservamos en la memoria sabemos quién fue, lo que hizo, por qué todos le debemos la vida.
Ella escapó con nosotros de la Ciudad, pertenecía al grupo de rebeldes que nos ayudaron a huir. Era valiente, inteligente e increíblemente astuta, y poseía una belleza y una simpatía que le otorgaba la confianza de cualquiera que la conociera. Cuando la conocimos se había convertido en la mano derecha del dirigente del grupo, escalando por encima de muchos otros, pero aun así todos la querían.
El día que escapamos, y durante todo el largo viaje que tuvimos que realizar, ella y su equipo siempre nos protegieron. Continuamente limpiaban nuestro camino, eliminando obstáculos por delante y controlando a la vez nuestras espaldas; planificaban cada paso y movimiento previamente, con cientos de planos que nunca habría imaginado y estudiando cada opción; en los descansos nos enseñaban a luchar, a cazar, a defendernos. Parecían tenerlo todo controlado, iba a ser una travesía segura.
Hasta ese día.
Pasaba poco del mediodía, acabábamos de terminar la comida y reanudábamos la marcha. Recuerdo cómo el sol se colaba entre las ramas de los árboles, iluminando el verde que nos envolvía a cada paso; recuerdo que el olor a carne quemada de la comida todavía nos perseguía, inspirando bromas y comentarios al respecto; recuerdo a Minea charlando alegremente al comienzo de la comitiva, al lado de mi hermano. Reinaba la paz.
Pero entonces escuchamos los aullidos, potentes y temibles. Se escuchaban hacia delante, bloqueándonos el camino, y dado que internarse en la vereda de los bosques de Thurn era poco menos que un suicidio, concluimos que la única solución era volver sobre nuestros pasos.
Minea, sin embargo, se quedó donde estaba. No se movió, no hizo caso a nuestras llamadas, ni siquiera parecía vernos, perdida en sus pensamientos. Por fin reaccionó, con una sonrisa triste extendiéndose hasta sus ojos.
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No servirá, y vosotros lo sabéis – se dirigió a su grupo, a los rebeldes, que agacharon la cabeza al momento, como reconociendo la dura realidad – Estos lobos están preparados para cazar, para matar, y no permiten la posibilidad de que su presa se escape. ¿Creéis que no habrá más de ellos detrás, esperando a que huyamos por la única vía que vemos posible?, son demasiado inteligentes, lo tienen previsto. Ir hacia atrás es una muerte segura. Nuestra única posibilidad es distraerles para que se olviden del grupo el tiempo suficiente.
Sobrevino un silencio incómodo entonces. Ninguno de nosotros sabía qué era aquello que podríamos sacrificar para huir, o no queríamos saberlo.
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Yo me ofrezco para ello – exhaló un suspiro antes de continuar, sé que ofrecer esa frase no fue fácil para ella – Me ofrezco como distracción. Seré una presa fácil e intentaré distraerlos el tiempo suficiente para que podáis huir.
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No te lo permitiré, Minea. Sabes que probablemente no volverás – el jefe de los rebeldes, Donner, saltó hacia adelante, en un intento desesperado por proteger a su compañera.
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Tienes una idea mejor, ¿acaso? – no la tenía – He de intentarlo, al menos, no tenemos otra opción. Les distraeré, sola o acompañada, pero no voy a permitirme dejar escapar la única oportunidad que tenemos de formar nuestra propia comunidad, esa por la que tanto hemos luchado.
Tras unos instantes, tres rebeldes más optaron por acompañarla, y comenzaron a caminar hacia atrás, para que los demás pudiéramos continuar el camino.
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Nos iremos hacia el Oeste. Dejaremos que los lobos nos sientan y echaremos a correr, haciendo que nos vean como presas fáciles, los que hay delante deberían de dirigirse en nuestra dirección también, para asegurarse al menos de cazarnos a nosotros. Cuando sus aullidos dejen de escucharse, quiero que corráis más rápido que nunca, no sé cuánto tiempo podremos distraerlos. Si sobrevivimos, nos encontraremos en nuestro destino – Donner lanzó sus últimas indicaciones mientras se alejaba, y todos los demás asentimos en señal de acuerdo.
El plan funcionó, y tras un par de minutos, los aullidos dejaron de rodearnos. Echamos a correr como alma que lleva el diablo, todos juntos, dos personas subidas en cada caballo para que nadie se quedara atrás. Avanzamos hasta el anochecer, hasta que encontramos un refugio al pie de un monte y nos juzgamos a salvo. Entonces, decidimos esperar.
Aguardamos hasta buena parte de la mañana siguiente, y entonces concluimos que no podíamos abandonar a nuestros amigos a su suerte si aún existía la posibilidad de que siguieran vivos. Contrariando las órdenes implícitas de Donner, algunos de nosotros crearon un equipo de búsqueda y fueron en su rescate, los demás acordamos esperar.
Volvieron al alba, con tres heridos a su lado. Minea venía con ellos, pero muerta.
Nos contaron que los lobos la habían elegido a ella como la presa más débil, que gran parte de ellos se habían abalanzado sobre ella nada más internarse en la vegetación, era prácticamente imposible huir de aquello. Sin embargo, pudimos observar que aún poseía todos los miembros, estaba entera, su piel, únicamente doliente de varias heridas profundas. Parecía que la habían respetado por su valor, por su sacrificio… o quizá era signo de una inquietante muestra de psicopatía, pero preferimos no pensar en aquella posibilidad.
La enterramos como la heroína que era, al pie de un fuerte árbol, en una ceremonia improvisada y sentida, y prometimos lograr el objetivo por el que se había sacrificado. Tras meses de viaje alcanzamos esta zona y establecimos nuestra comunidad, que ha crecido durante decenas de años hasta el día de hoy, hasta encontrarnos aquí, todos juntos.
Nada de esto hubiera sido posible sin ella, sin su iniciativa y su valiente decisión. Esta comunidad no existiría, nosotros no existiríamos, seguramente todos le debemos la vida.
Y por eso brindo por ella, por Minea. Acompañadme.