viernes, 8 de abril de 2016

Guardia.

Este texto está sacado de una "propuesta", que encontré en Pinterest. A veces, en uno de esos ratos muertos que paso cotilleando en la aplicación, encuentro imágenes que ofrecen propuestas para crear escenas o relatos: puede ser un comienzo, un resumen, un simple ejercicio de creatividad... 
He ido guardando esas imágenes, aunque al final no suelo usarlas. Sin embargo, esta me ha gustado bastante así que he decidido empezar las "prácticas" con ella.





Sentado en la mesa, contempló cómo las luces del pasillo se apagaban tras un molesto parpadeo. Eso significaba que ya no quedaba nadie ahí, que una noche más se encontraba sólo junto a los pacientes, encerrado entre esas paredes blancas y frías cuya suavidad era más tenebrosa que dulce. Sentía verdadera repulsión por aquel edificio, pero tras años de oficio casi había aprendido a ignorarlo.
Un golpe sordo se escuchó metros por delante suyo, escondido en las profundidades oscuras del pasillo que se extendía ante él. Cualquiera se habría asustado ante esto, dado el lugar en el que se encontraba, como si se esperara que las personas que se hallaban allí encerradas se transformaran en piedra al caer la noche, sin hacer ningún ruido hasta el amanecer.
La gente no entendía que quienes se encontraban en el hospital psiquiátrico, a pesar de estar presos en sus habitaciones, seguían siendo humanos. Humanos que se movían, que respiraban, que hablaban, que a veces no podían dormir.
Lucas estaba acostumbrado a que sus conocidos le miraran raro cuando defendía esta postura. En el fondo de sus mentes, no podían ver a los pobres trastornados como iguales, y a menudo les sorprendía la extraña empatía que él les profesaba. La teoría más común era que el tiempo que llevaba realizando guardias nocturnas en el hospital había terminado modificando las ideas, que sus padres le habían educado muy bien, que era un hombre realmente bueno.
En fin, no podía saber si algo de todo eso había ayudado, pero lo que sí era cierto es que el poder leer los pensamientos de los pacientes había cambiado su modo de verlos.
Con el tiempo, había logrado comprender que aquella desgraciada gente no era más que pobres desquiciados que no tenían la culpa de estar allí. Necesitaban ayuda –  por mucho que él cada vez se preguntara más si aquel sitio era el adecuado para ofrecerla –  y tenían la obligación de permanecer ingresados hasta que alguna excepcional técnica pudiera curarles por fin. Lo mínimo que podía hacer Lucas era escucharlos mientras los vigilaba, actuar como el receptor sobre el que descargaran sus problemas.
Comenzó a caminar por el largo pasillo, y el ocupante de la primera celda se abalanzó sobre él al verle, presa de una rabia cuyo origen nadie había podido explicar aún. Sin embargo, Lucas sabía que noche tras noche el hombre le confundía con su hermano mayor, aquel que le había traicionado años atrás y le había quitado todo lo que tenía. A pesar de que prefería no pensar en lo que aquella mole podría hacerle si no les separara una pared, en el fondo podía comprender su enfado.
Siguió caminando y saludó a Judith, que le dio la bienvenida a través del cristal con una mirada cortés y educada que invitaba a acercársele. Él no avanzó hacia ella; aquella noche contemplaba asesinarle con un oxidado cuchillo de cocina, y no quería darle esperanzas de poder conseguirlo.
Mientras seguía estudiando los inteligentes y extraños ojos de la mujer, un ansioso llanto emergió en un susurro desde las profundidades del pasillo. Se volvió hacia el sonido, sabiendo quién se encontraba detrás del mismo. Casi corrió hacia su celda, situada casi al final del corredor, y se colocó frente a ella, buscando su oculta silueta tras el cristal.
Le encontró encogido en el centro de la habitación, abrazándose las piernas de espaldas a él. Aquel muchacho le apenaba desde el día en que lo conoció, hasta el punto en que se había convertido en el paciente a quien más visitaba durante las largas noches de vigilancia. Sentía muchísima lástima por él, no podía comprender cómo sería creer a cada segundo que alguien quería hacerte daño, que estabas en peligro. Kevin sólo tenía 19 años, y desde que era un niño vivía con esa continua sensación; a pesar del tiempo que había pasado, Lucas aún no sabía cómo había logrado sencillamente sobrevivir.
Dio unos golpes con las uñas en la puerta, tratando de llamar su atención. El joven se volvió sobresaltado hacia él y, al ver quién era, se levantó lentamente. Pudo ver en sus ojos miedo, una horrible ansiedad, y se concentró una vez más en sus terribles temores.
Quiere matarme, ella quiere matarme.
Ella, ¿quién?
Ella quiere matarme. La chica de la 83. No tenía que estar aquí, por algo la han traído. ¿Por qué si no iban a hacerlo? No hay otra explicación. Ella quiere matarme, puedo sentirlo. ¡Va a matarme!
Kevin se abalanzó sobre él y golpeó la pared. En su mirada notó un horror insuperable, el rostro del miedo, una desesperada búsqueda desesperada de ayuda. Pero la verdad era que no podía hacer nada por él, no podía defenderle de una amenaza que no era real, por mucho que esa evidencia le doliera.
Ella quiere matarme.
¿Ella?, ¿quién era ella? La celda 83 estaba vacía, al menos hasta la noche pasada. En otras circunstancias habría ignorado los pensamientos del muchacho, cuyas paranoias solían basarse en elementos salidos de sus fantasías, pero su intuición le hizo volverse hasta la supuesta celda de la misteriosa mujer. Dejó al chico asomado al cristal y, lentamente, se acercó a la habitación.
La pálida piel de la muchacha resplandecía en la oscuridad de la celda, haciendo imposible ignorarla. Su cabello descolorido y raído le tapaba el rostro, pero Lucas pudo fijarse en sus enormes ojos azules en el momento en que ella se volvió hacia él. Estaban enrojecidos y llorosos, y las lágrimas brillaban en sus mejillas.
¿Quién eres tú?
La joven le miró a los ojos. Un aura de serenidad la rodeaba, parecía la paciente más cuerda que había visto jamás allí. Por algún motivo, resultaba evidente que aquella habitación no era el lugar donde debía estar.
¿Qué estás haciendo aquí?

Socorro.

10 comentarios:

  1. Es súper triste. Me ha gustado mucho y me encantaría saber más, pero eso, es muy triste.
    ¡Un beso!

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  2. Me ha gustado, está muy bien. Y el final te deja con ganas de más.
    Un beso ^_^

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  3. Hola hola! Me ha gustado mucho, y tu blog también.
    Me quedo por aquí. Te invito a pasarte por mi blog^^
    Besos!

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  4. Siempre me dejas con la intriga de profundizar un poco más en una historia que me atrapa y absorbe.. me encantan tus historias y esos misterios reales y a la vez oscuros... un beso fuerte¡¡¡

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