viernes, 8 de julio de 2016

Caperucita Negra.

Abrió los ojos, pero el escenario que encontró no parecía más real que el sueño del que acababa de despertar.
Danielle se incorporó despacio, y estudió amodorrada el paisaje a su alrededor: los helechos crecían frondosos entre las rocas y se mezclaban con la hierba que cubría el claro. Se miró las manos, y disfrutó de su tonalidad bajo la luz verdosa que dejaban pasar los árboles, tan juntos entre sí que ocultaban todo el cielo.
Con un estremecimiento, se acurrucó en su capa, tan negra como su cabello. Percibió la brisa fría del amanecer y sonrió distraídamente. Le gustaba aquella sensación, sin duda ese instante era el mejor para estar viva, pero por desgracia era muy corto y nunca conseguía que ella se sintiera parte de la realidad.
De hecho, nada lo había logrado jamás.
Se levantó y reunió las fuerzas necesarias para marcharse del claro. Comenzó a recorrer el bosque con paso lento, incapaz de sentir cómo sus pies acariciaban la tierra.
Amarrando levemente su espinosa cestita, Danielle avanzó sin rumbo fijo entre los árboles, percibiéndolos como un paraíso onírico que la envolvía igual que el humo. La joven muchacha paseaba como un fantasma entre las flores y los animales que la miraban con curiosidad, pero era incapaz de verlo.
Para ella, vivir así era lo normal, nunca había experimentado otra cosa. Caperucita Negra dedicaba sus días a deslizarse por el bosque, sumida en un eterno sueño del que nunca llegaba a despertar del todo.
Un viejo lobo se interpuso en su camino de un ágil salto, pero Danielle no supo ver el potencial peligro que escondía. Con la sombra de una sonrisa en el rostro, la niña se acercó a él para intentar acariciarlo, pero el animal se esfumó entre los arbustos antes de que lo consiguiera.
Apenas consciente, le siguió como una autómata, sintiendo que lo árboles se abrían a su paso para permitirle avanzar. No se dio cuenta de que el Sol aparecía entre las ramas, y de que sus rayos cada vez se percibían más numerosos.
Para cuando el lobo le permitió alcanzarle Danielle se encontraba, por primera vez en su vida, en el camino que rodeaba el bosque. La luz del día la cegaba, obligándola a entrecerrar los ojos.
Sin embargo, pudo verla a ella.
Caminaba todavía un poco lejos pero le fascinó su capa roja, que destacaba contra su cabello dorado. Pudo ver que llevaba una cestita, como ella, pero la de la muchacha era clara y suave, no como la suya oscura y descuidada. Al notar sus brillantes ojos azules, Danielle sintió cómo sus pies aterrizaban en el suelo; cómo los sonidos, los olores, la golpeaban con fuerza; notó por fin su cuerpo y el espacio a su alrededor.
De pronto, Danielle sintió la realidad.
Una única visión de aquella muchacha había logrado lo que tantos amaneceres sólo habían podido intentar.
Confundida, giró lentamente la cabeza para mirar al lobo, pero este había desaparecido. Cuando volvió a fijarse en el camino, se dio cuenta de que la bella desconocida estaba a punto de desaparecer por un recodo.
No podía dejarla escapar.
- Hola, Caperucita. ¿A dónde vas tan temprano?

2 comentarios:

  1. Vaya. El final no lo esperaba. Casi quiero una segunda parte, pero me parece que sería mejor que se quede aquí xD
    Genial, como siempre ;)
    ¡Un beso!

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    1. La verdad es que estoy muy contenta con el final así que ni siquiera me he planteado una continuación como tal. Puede que se mejor que se quede así, sí xD
      Muchas gracias ^-^
      Un beso :)

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