domingo, 10 de mayo de 2015

Hola vacaciones, os echaba de menos.

¡Hola mis niños!
Esta es una entrada corta para daros la feliz noticia de que, esta vez sí...
¡¡¡YA TENGO VACACIONES!!!!


Han sido meses realmente agotadores, muy cansados, y la verdad es que tenía muchísimas ganas de que llegara este día para poder relajarme y pasarme horas y horas relajada, tranquila y haciendo solamente lo que me apetezca, así que estoy muy contenta.
Pronto volveré a ser activa en Blogger y regresaré a vuestros blogs para reanudar mis comentarios y mis entradas, que por fin dejarán esa horrible rutina de aparecer cada Sábado.
De todos modos, advierto que igual tardan en ser contantes, básicamente porque ayer ni siquiera me acordé de vigilar que el relato de la semana estuviera subido (puede que mi adicción a Lovely Complex tenga algo que ver) y hoy casi se me pasa subir esta...
Pero bueno, en unos días volveré a daros la lata con mis historias y mis cosas, prometido.
Gracias por esperar y por seguir visitándome y comentando.

Os quiero. ^^

Hola, soy un gif de un perrito adorable. Irith se enamoró de mi mientras buscaba gifs para sus listas pero no sabía dónde ponerme, así que aquí estoy.

sábado, 9 de mayo de 2015

La última creyente.

El templo estaba lejos, pero eso no implicaba ningún impedimento. Con el paso del tiempo, Atenea había aprendido que adorar a sus dioses implicaba sacrificios y sufrimiento, y tener que caminar largos minutos hacia el monumento era el menor de todos ellos.
Por fin llegó hasta él. Procurando no tropezar en la cuesta que lo levantaba de los mortales – el último tramo de aquel pesado camino – alcanzó el pie del templo y se sentó a su lado, acariciando la piedra como si de un viejo amigo se tratara. Quizá no debería estar haciendo aquello, quizá la religión dictaba que era una ofensa... ¿pero qué importaba ya?
Nadie creía ya en los dioses. Nadie creía en la soberanía de Zeus, los marineros ya no temían a Poseidón cuando el mar se embravecía, las mujeres no se confiaban a Artemisa cuando traían al mundo a los frutos de su vientre, ya no se celebraba la llegada de Deméter en la primavera.
Estaba sola.
Ella siempre había creído en ellos, en cada uno de ellos. Durante toda su vida los estudió y les dedicó su devoción. Durante toda su vida acudió a los sacrificios que se celebraban; realizaba las ofrendas necesarias sin saltarse jamás ninguna; oraba a los dioses cada vez que algo disturbaba su calma, o incluso a veces sólo buscaba contactar con ellos; participaba en la medida de sus posibilidades en todas las fiestas y se las ingeniaba para siempre acudir a ver las obras teatrales dedicadas a Dionisio.
Había dedicado su vida, su espíritu, a ellos porque creía de verdad, de veras pensaba que sus amados dioses residían en el Olimpo, observando todos sus pasos y pendientes de lo que sucediera en la Tierra. Nunca lo había dudado, incluso viendo cómo la más antigua creencia griega se iba derrumbando, incluso presenciando cómo cada vez menos gente realizaba ofrendas, cómo las conversaciones sobre las deidades escaseaban cada día más, cómo, poco a poco, ella se iba convirtiendo en la última creyente.
Desde que el último resquicio de su religión se esfumó para siempre en el viento del olvido, habían pasado muchos años. Ante la presión, Aretha se había obligado a esconder sus verdaderas creencias, orando escondida entre las sombras, llorando lágrimas amargas cada vez que sentía la mirada reprobatoria de sus dioses. No podía recordar cuantas veces había soñado despierta, en cuantos momentos había deseado que todo volviera a ser como antes, que todos creyeran como ella, que todos la comprendieran.
Pero ya no le importaba.
Recostada contra la columna del templo, sintiendo cómo el frío de la piedra alcanzaba su piel, supo que le daba igual. Le daba igual estar sola, le daba igual ver cómo todos a su al rededor ignoraban a sus dioses, el hecho de tener que profesar su relación a escondidas ya no le afectaba.
Ella era la última creyente, eso era mucho más importante y grande que todos los demás.

En el horizonte, el Sol comenzó a esconderse, iluminando el ocaso el grandioso monumento, bañando su cuerpo en su luz. Cerró los ojos, sonriendo, una pequeña lágrima resbaló por su mejilla.

sábado, 2 de mayo de 2015

Cuando tienes prisa.

1.       El metro espera hasta que estás a dos metros de él para cerrar las puertas.
2.       Y el siguiente ha sufrido un ligero retraso de quince minutos.
3.       Todo el mundo decide coger el coche a la vez que tú.


4.       La cola da la vuelta a la manzana, aunque sea para comprar coliflores.
5.       El teléfono suena justo cuando estás cerrando la puerta.
6.       Los semáforos se aficionan al color rojo.
7.       La gravedad cambia su funcionamiento, de manera que todo objeto material existente queda atraído hasta colocarse justo en tu camino.
8.       Llueve.
9.       Hace viento.
10.   Llevas tacones.

11.   Y ropa muy incómoda.
12.   El ascensor se pasa media hora dando vueltas antes de abrirse en tu planta.
13.   Te encuentras a aquel viejo amigo con el que no hablas desde hace años.
14.   Te vuelves invisible para los taxis.
15.   El autobús que buscas se ha perdido por la carretera.
16.   El tiempo triplica su velocidad.
17.   “¿Cómo es posible que hayan pasado diez minutos durante un parpadeo?
18.   Todo requiere tu atención.


19.   Algo te recuerda que has olvidado la cartera... cuando llevas veinte minutos de camino.
20.   El maquillaje se vuelve loco.
21.   Y tu pelo.


22.   Toda calle/túnel/ carretera/camino por el que tengas que pasar está cortado.
23.   Te conviertes en un ser cuya única habilidad se convierte en tropezarse con sus propios pies.
24.   Un caracol es un Ferrari a tu lado.
25.   Todos tus movimientos se ven ralentizados.
26.   Tu destino está más lejos a cada paso que avanzas.

27.   Da igual lo que hagas, jamás llegarás pronto.

sábado, 25 de abril de 2015

Lo que necesitaba.

Yo soy la de la eterna tristeza.
La que no dice nada, la que no confía en nadie. La que se guarda sus penas para sí misma.
La que ya se ha acostumbrado a llorar, y hace mucho que dejó de hacerlo con la cara descubierta.
La que es de acero, porque todas sus desgracias la han obligado a serlo.
La que nunca puede más, hasta que un nuevo golpe la convence de lo contrario.
La que tiñe de sombras su mundo, la que ya no puede sonreír.
Yo soy aquella que vive en la oscuridad.
Y por eso me enamoré de ti.
Porque tú eres el único que consiguió atravesar el muro que me guarda.
Porque contigo cada vez lloro menos, porque ya no oculto mis penas.
Porque me demostraste que no tengo que soportar más, que ya he tenido suficiente, que puedo dejar de forzar mis límites.
Porque eres refugio, eres amor, eres la paz y serenidad que tanto he buscado siempre, y que nunca había encontrado.
Eres la luz en mi mundo, las palabras alegres, las sonrisas que oculto al mundo.
Eres todo lo que necesito, encerrado en una persona.
Eres mi salvación.
El color que devolvió la vida a la hija de las sombras.

Te amo.