miércoles, 3 de septiembre de 2014

Bajo el cielo de París.

Es tarde, y las nubes se imponen amenazando tormenta. Casi todo el mundo está ya bajo techo, por la calle desierta sólo se ve a una pareja que camina abrazada. Ríen y juegan, empujándose hacia los lados, avanzando a trompicones, lentamente, pero no parece importarles.
Ella es la más risueña. Su vestido amarillo hondea mientras camina, bailando alrededor de sus piernas que se mueven ágilmente, a pesar de los altos tacones blancos a los que va subida. Lleva el pelo recogido en un moño desordenado, liberando algunos mechones negros que rozan traviesos su cuello. Los labios, entre los que asoman permanente sus dientes, brillan casi tanto como sus ojos. Esta noche está preciosa.
La sonrisa de él no es tan grande, pero sus ojos muestran tanta dulzura que ni siquiera se nota. Va muy arreglado, vestido de traje, con la camisa blanca por dentro de los pantalones y la corbata perfectamente anudada al cuello; no lleva puesta la americana, sin embargo, hace ya rato que se la ha prestado a ella. A pesar de todo, no parece tener frío, se le ve muy cómodo sin apartar la mirada de la muchacha, con el brazo rodeando sus hombros.
Han llegado a la Torre Eiffel, y se paran junto a ella. Es majestuosa, completamente iluminada para alzarse frente a la oscuridad de la noche, luciendo como una nueva estrella en la madrugada francesa. Mientras la contemplan, él la abraza por detrás y ella olvida por un instante el monumento para cerrar los ojos y disfrutar de la sensación de sus brazos rodeándola. De pronto, la amenaza de las nubes se cumple y comienza a llover, ella ríe y se quita la americana para colocarla sobre sus cabezas, provocando en él una carcajada.
Entonces, todo se para. Él deja de reír, ella le mira extrañada, pero la preocupación se esfuma en cuanto se inclina para besarla. Un beso suave, largo, sonriente, rebosante de amor; la chaqueta resguardándoles todavía de la lluvia y las manos del joven bajo la barbilla de ella. Es un momento único, irrepetible, que ninguno olvidará nunca. Un instante mágico bajo el cielo del amor.


martes, 2 de septiembre de 2014

Primer "Very inspiring blogger Award".

¡Hola, mis niños! Hoy os traigo un nuevo premio al que he sido nominada. A partir de ahora, de vez en cuando, vendré con entradas de premios bastante cargadas, ya que durante el verano he recibido unos cuantos y se me han acumulado.


En esta ocasión se trata del “Very inspiring blogger Award”, concedido por José Baena del blog www.jbaenac.blogspot.com al que le agradezco mucho el premio, ya que nunca había oído hablar de él y me hace ilusión. Las reglas son las siguientes:
-          Agradecer y seguir al blog que te ha nominado.
-          Enumerar siete cosas sobre ti.
-          Nominar a entre cinco y quince blogs y hacérselo saber

Descritas las reglas, procedo a contaros siete cositas sobre mí, que sé que lo estáis deseando (NO).
1.       Antes de este, tuve otro blog en la página de Metroblog, pero apenas le hacía caso. Al final me vine a Blogspot porque todo el mundo escribía en este portal y pensé que así me daría mejor a conocer, llevaba razón.
2.       Soy muy inconstante en muchos aspectos de mi vida y escribir, antes, era uno de ellos. Ahora no, como creo que podéis notar.
3.       Este año empezaré mi segundo año de carrera (Criminología). Aprovecho para decir que, cuando comience, cada vez podré actualizar menos a menudo, aunque intentaré no haceros esperar nunca más de una semana (esto me duele más a mí que a vosotros, creedme).
4.       No me gusta leer en PDF porque se me acaba cansando mucho la vista y me resulta muy incómodo, aunque he leído algún libro en este soporte (siempre cortito).
5.       Soy una mujer a unos cascos pegada. No me pueden faltar nunca los auriculares y me pongo a escuchar música en cualquier momento posible.
6.       Me gustan las películas de miedo, aunque no suelo ver muchas. Mis favoritas hasta el momento son Carrie y The Ring.
7.       No soy fiel seguidora de ninguna serie (sólo de Castle) porque me da mucha pereza seguirlas por Internet y, como no las emitan por televisión (cosa que nunca pasa), las termino abandonando.

Sólo voy a nominar a seis blogs, porque tengo muchas entradas como estas pendientes y, como me ponga a nominar a todos los blogs a todos los premios, voy a terminar aplastándoles, y no es cuestión:


Hasta otra, mis niños.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Iniciación.

El sonido de los tambores retumba en sus oídos. Apenas puede escuchar nada más allá de la percusión y la venda atada a sus ojos reduce su mundo a un abismo negro. Camina esposada, el hombre que avanza tras ella sostiene sus manos mientras su respiración entrecortada aterriza sobre su nuca, revolviéndole el pelo.
Cualquiera en su lugar estaría incómodo pero, ahora mismo, ella es incapaz de preocuparse por algo tan superficial como su estado físico. Todas las molestias, los dolores y los escalofríos se ven reducidos a nada cuando piensa en lo que está haciendo.
Por fin está ahí, ha llegado el momento. En cuanto lleguen al final del camino, su iniciación dará comienzo, y podrá convertirse en uno de ellos. Lleva años esperando ese día, preparándose, luchando, dando lo mejor de sí en los entrenamientos… sacrificándolo todo para dejar de ser una pequeña y débil niña y poder unirse a la congregación. Hoy, al fin, todo esfuerzo recibirá su recompensa.
De pronto, el hombre a su espalda le obliga a frenar y su respiración, tornada serena, se une a la de cientos de personas que deben estar a su alrededor. Aunque todavía no puede ver nada, percibe la solemnidad latente en la sala. No sabe qué prueba tendrá que superar, pero valdrá la pena.
Los tambores dejan de sonar, el silencio es sepulcral, alguien se levanta de su asiento.

Comienza el ritual.

domingo, 31 de agosto de 2014

El puente de los deseos.

Camina tambaleante por las calles empedradas de la ciudad, convertido por el alcohol en un mero cuerpo humano que se balancea a merced del viento. La gente a su alrededor le mira con desprecio, guarecida de la lluvia mientras el agua empapa su pelo y su ropa; las madres apartan a sus hijos de él; los hombres le critican a su paso; todos se avergüenzan de ese miserable borrachuzo.
Él también.
Pero, ¿qué puede hacer? La bebida le ayuda, sólo con ella puede superar el día a día, es lo único que puede ayudarle a soportar la desaparición de Timothy.
Sucedió un día de tormenta, dos años atrás. Aquella tarde, como tantas otras, su hermano le pidió permiso para salir a jugar con sus amigos, y él aceptó. ¿Por qué iba a decir que no?, todos lod niños de su edad pasaban el día corriendo por las calles y nunca ocurría nada. Pensó que volvería a casa para cenar.
Pero llegó la hora de la cena y el pequeño no apareció, tampoco lo hizo a la hora de la chimenea, ni a la de irse a la cama. La preocupación se adueñó de él, la tempestad no
le importó en absoluto cuando salió a la calle y corrió hacia el cuartel.
A la mañana siguiente, los soldados comenzaron la búsqueda: colocaron retratos por las calles, pero nadie le había visto; preguntaron a sus amigos, pero resultó que ni siquiera habían estado con él esa tarde; le buscaron por el bosque, pero no le encontraron. Semanas después, le dieron por muerto y nadie volvió a ocuparse de él.
Inconscientemente, sus pasos le han dirigido al puente que comunica la población con el bosque, el llamado puente de los deseos. Dicen que, si pides un deseo subido en él, este se cumple. Ojalá fuera verdad.
Aunque no cree en esas historias, se detiene en la cima. La lluvia y el viento han despejado su mente de la influencia del alcohol y el recuerdo de su hermano le ataca sin piedad: las ganas de vivir plasmadas en sus ojos azules, su brillante sonrisa, su voz al leer junto a la chimenea, sus abrazos… Abrumado y aturdido, se encoge sobre si mismo y libera en un llanto toda la tristeza que le provoca su ausencia.
-          Quiero que vuelva – un susurro se cuela entre los sollozos – por favor, devuelveme a Timothy.
De pronto, la lluvia se detiene y el joven nota en la nuca el calor del sol, oculto desde hacía días. Se hace el silencio hasta que unos débiles pasos se aproximan a él desde la arboleda.
-          Adam, ¿eres tú?
Sus piernas reaccionan antes que sus oídos. De un salto, se incorpora y se coloca frente al niño.
-          ¿Timothy? – asiente sonriendo, la luz del sol arranca reflejos cobrizos de su pelo - ¿de verdad estás aquí?
La risa se mezcla con las lágrimas que aún luchan por vivir en su rostro. Sin pensarlo, se lanza a sus brazos, olvidando por un segundo que es mayor y más fuerte que él.
-          Oh, pequeño, mi niño. No sabes cuánto te he echado de menos.
Al escucharlo, estrecha sonriente los brazos en torno a su hermano.

-          Y yo a ti.