jueves, 17 de septiembre de 2015

No la conocerás.

Yo que tú miraría más allá: más allá de sus ropas, más allá de su piel desnuda, más allá de su cuerpo. Si no lo haces, no la conocerás.
Y ella es una chica maravillosa: es dulce y amable, pero no se deja amedrentar; siempre sonríe a la gente, aunque no la conozca, y deja en su estela una inmensa alegría; tiene un profundo mundo interior, tan grande que tardaría horas en explicarlo, y es rico e inteligente como ningún otro. Ella es única, con todo un universo en su mirada.
Pero tú no lo sabrás.
No lo sabrás porque tampoco te importa, me temo, pero tú te lo pierdes. Te lo perderás todo, su compañía, sus charlas de madrugada, su dulce sonrisa y su mirada astuta cuando sabe que mientes.
No experimentarás nada de eso, porque no te interesa: sólo deseas sus labios y el calor de su cuerpo; su hermoso rostro y sus manos, tan delicadas como parecen. Las querrás una vez, quizá dos, y después te olvidarás de ellas… una pena.
Pero no estoy preocupada por ella, qué va. Es lo bastante fuerte como para no necesitar a nadie que lo haga por ella, se basta y se sobra a sí misma. Aunque no lo creas, sabe lo que hay, desde hace mucho tiempo, desde el momento en que te conoció. Seguramente no quieras oír esto, pero ella eligió, no tú.
Desde todos los puntos de vista, incluso el tuyo, has salido perdiendo. Por no querer conocerla, por no querer ver más de lo que se pone frente a ti.

Vaya, quizá al final deba sentir pena por ti.

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