martes, 8 de septiembre de 2015

Soñaba con las estrellas.

Tenía muy claro qué quería ser de mayor. Quería poner las estrellas en el cielo.
Le fascinaban las estrellas, aquellos puntos de luz diminutos que se dejaban ver cuando el cielo estaba oscuro. Nunca apartaba los ojos de ellas, ni cuando dormía, y su madre a menudo la descubría desvelada de madrugada, asomada a la ventana con los ojos y la sonrisa iluminadas de ilusión.
Nunca terminó de aprender los nombres de las constelaciones, o de las principales estrellas. Ella tenía sus propios nombres e ignoraba los de los demás, por ser aburridos e impersonales para cosas tan bellas. Las tuteaba, y solía referirse a ellas con motes cariñosos normalmente destinados a las amistades.
Hablaba con ellas en el parque, en las terrazas, en cualquier lugar donde pudiera verlas, y los demás miraban extrañados a sus padres, preguntando sin palabras cómo una niña de cinco años seguía haciendo tales cosas. Ellos, sin embargo, nunca respondían: habían aprendido con los años a ignorar los dedos acusadores y las miradas descaradas, los comentarios educados escudos de burlas y cotilleos. Ya no les afectaban, ya no eran importantes; ahora sólo podían ver cómo su niña, su pequeña hecha de estrellas, era feliz.
Un par de años más tarde, comenzó a crear sus propias constelaciones, a descubrir sus propias estrellas, y disfrutaba diseñando y poniendo nombre a aquellos habitantes del cielo que ella misma había sacado a la luz. De ese modo decidió que quería ser ponedora de estrellas, su único deseo en la vida era poblar aquel firmamento oscuro de tantas estrellas como les fuera posible: todas diferentes, todas especiales, creadas una a una por ella, hasta que ya no cupieran más.
Sin embargo no fue posible, y su entorno le enseñó que los suyos eran sueños, y que debía vivir en la realidad. Que debía buscar un trabajo, que poner estrellas en el cielo no era posible, y por tanto no una opción real. De este modo, la niña hecha de estrellas se convirtió en abogada, poniendo los pies en una tierra que la obligaban a adorar.
Pero la niña no era feliz y cada noche, al acostarse, miraba al cielo y recordaba con añoranza aquellos tiempos en los que podía hablar y jugar con sus amigos luminosos sin que nada importarse, en los que podía ser ella misma, real o no, daba lo mismo. Estaba triste, muy triste, y las lágrimas solían rodar sobre sus mejillas cuando cerraba los ojos para dormir.
Un día, no pudo soportarlo más, y llorando rogó poder subir al cielo, para vivir allí por siempre y alejarse de aquel mundo que la tenía atada con sus obligaciones y sus deudas, sus apariencias y sus normas.
Y entonces, la niña se convirtió en luz.
Nunca se asustó, en ningún momento se preocupó, y riendo corrió hacia el firmamento, donde hasta hoy vive alegre y contenta, hablando con sus amigas las estrellas, visitando las constelaciones y creando nuevos astros con un toque de su magia, de aquella magia hecha de luz que posee desde entonces.
Y sus padres, desde la tierra, encuentran y contemplan cada nueva estrella que ven nacer. Y les ponen nombres, y les hablan, y les preguntas felices por su niña, orgullosos de que su pequeña haya cumplido por fin ese sueño que siempre tuvo en su interior.
Crear estrellas, ponerlas en el cielo, para siempre.




14 comentarios:

  1. Me ha encantado. Escribes jodidamente bien. Da gusto leerte.
    Una grandiosa idea.
    Besos,
    Diana.

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  2. Es bonito. Y triste, todo al mismo tiempo. Pero a mí también me gustan las estrellas♥ Y tú sigues escribiendo tan bien como siempre.

    ¡Un besote!

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    1. Las estrellas son bonitas ^^
      Muchisimas gracias <3
      Un beso!

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  3. Es una preciosidad, y como tal, es bonito y triste. Me encanta, vamos .)
    ¡Un besazo!

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  4. Hola :)
    ¡Me encanta todo lo que escribes! Da gusto leer fragmentos así ^_^
    Saludos.

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  5. Hola, te hemos nominado a unos premios: http://lectorasanonimas2014.blogspot.com.es/2015/09/premios-acumulados.html

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  6. Me encanta *_* Me siento muy identificada ahora mismo D: Acabo de empezar la carrera, y la verdad es que es un agobio. Me da envidia la niña, pero los padres me dan pena (ya lo pasan mal los míos ahora que tengo que irme a estudiar a otro sitio). Pero por lo menos la niña es feliz ^-^
    Qué pena que la vida real no nos deje huir -.-'
    Un beso muy grande <3

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    1. Mucho ánimo con la carrera, ya verás que luego no es tanto :)
      Los padres son felices porque su niña es feliz ^^`( o eso se supone siempre).
      Ya, lo sé :(
      Un besazo ^^

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