Hoy es el día del estreno, nada puede salir mal.
Me siento tentada a apartar un poco la cortina, a llevar a cabo esa tonta costumbre de ver cuánta gente está esperando a que salgas, deseando verte, dispuestos a dejarse sorprender o a sufrir una decepción. Sin embargo, me detengo a tiempo. Ya estoy bastante nerviosa.
De hecho, siento como si fuera a vomitar. Se me está retorciendo el estómago y me empiezan a temblar las piernas, los retortijones llevan minutos molestándome y un aire frío, que no tiene nada que ver con la tela abierta de mi vestido, me recorre toda la espalda. Odio esta sensación, siempre la he odiado.
Me estoy olvidando de los pasos, seguro que de caminar también. No va a salir bien, no me voy a acordar de mis bailes, con lo que me gustan… ¿Qué pasa si lo hago mal?, ¿qué pasa si me tropiezo, o me equivoco, o no salto a tiempo? Todos lo verán… hay tanta gente al otro lado… se reirán de mí si la fastidio; ay, la voy a liar.
Noto una leve brisa en mi hombro. Sólo es porque Jeremy ha pasado corriendo por mi lado, pero de todos modos me sobresalto. Vuelvo la cabeza hacia atrás, no alcanzo a verle, pero reparo en el rizo castaño que me acaricia la mejilla, se ha salido del recogido que me han hecho para la función.
La función… Sonrío levemente al recordar todo lo que nos ha costado prepararla. Meses de ensayos, de nervios y de ilusión, han sido maravillosos, nunca he sido tan feliz. Me he sentido realizada, apreciada, maravillada; nunca he estado tan enamorada de una obra, nunca he estado tan enamorada de bailar.
Bailar, por eso estoy aquí. Por mi pasión, por mi objetivo en la vida, por mi razón de ser. El aire fluyendo entre mi cuerpo, mis movimientos fundiéndose en sincronía con la música, tan liviana como el viento, tan estable como el junco. Así me siento al bailar, así me he sentido siempre, y lo daría todo por poder ser siempre el espíritu que acompaña con su ser al dulce encantamiento de la melodía, es la vida.
Es el amor.
Y lo voy a demostrar.
Para eso he venido, para eso estoy en este helado escenario, detrás del telón. Para poder compartir con el público del otro lado lo que llevo dentro, el arte que fluye por nuestras venas, la humilde muestra de lo que hay en nuestros corazones. Ojalá les hagamos felices.
No voy a ponerme nerviosa.
Ahora me siento feliz, y me levanto de un salto para adoptar mi posición. El nudo del estómago se ha deshecho, todos los pasos vuelven nítidos a mi mente. Saldrá bien, tiene que salir bien, porque la magia nunca permite el mal. Una paz intensa me invade mientras se levanta el telón.
Sin embargo, sólo el aire frío sale a recibirme. Las butacas están vacías, no hay ni un alma en la oscuridad del teatro. Me pongo recta y, anonadada, me miro los pies rodeados de una espesa capa de polvo que cubre el entarimado: nadie lo ha limpiado, nadie ha preparado esa función junto a mí.
El silencio en mis oídos confirma las sospechas. Estoy sola.
Otra vez vuelvo tarde... lo siento mucho. Aún no estoy hasta arriba con la uni, pero Lovely Complex me ha vuelto a atrapar en sus garras, perdón >_<