sábado, 9 de enero de 2016

Remora 1.

Los sonidos intermitentes de las máquinas retumbaban en la pequeña sala, haciéndose costumbre en los oídos de quienes estaban allí. Sólo tres personas, dos hombres y una mujer, se encontraban dentro, ataviados con largas batas blancas y moviéndose nerviosos por el recinto. Ninguno parecía querer mirar la cama que se adivinaba en el centro de la habitación, en la que descansaba aquello a lo que habían dedicado sus más esmerados esfuerzos desde hacía meses: El nuevo milagro de la ciencia, el mayor logro tecnológico de la historia.
El ser humano artificial.
Ella descansaba plácidamente, con los ojos cerrados y la expresión serena. Parecía humana, pensó Simón mientras observaba por la cristalera, si no fuera por la reflectante piel blanca que cubría su cuerpo y las placas que se adivinaban bajo su torso. Sin embargo, no podía ignorar la evidencia: en su interior no corría sangre, no necesitaba oxígeno para respirar, nunca sentirí sueño o hambre. Sólo era un robot, no estaba viva, pero aquella gente pretendía que actuara como tal.
Era una locura, hasta ellos lo sabían: Sólo hacía falta ver cómo evitaban mirarla, escurriendo sus miradas al llegar a la cama; evitaban acercarse demasiado, contemplaban nerviosos las máquinas que indicaban el inminente despertar de aquello que habían creado. No sabían lo que iba a pasar, nunca lo habían sabido, pero lo hicieron de todas formas… ahora ya no lo podían parar.
Remora 1 abriría los ojos de un momento a otro, y entonces ningún humano podría detenerla: era más fuerte, más rápida, más inteligente que cualquier ser humano, era invencible. Ojalá fuera utilizada para hacer el bien, ojalá no se rebelara como tantos otros antes que ella, si lo hacía estaban perdidos.
Simón  vio cómo uno de los hombres se armaba de valor, separándose de sus compañeros entre hondas respiraciones y acercándose poco a poco al lecho. Colocó una mano sobre el rostro de Remora 1 y pareció estremecerse, un suspiro se escapó de sus labios.
- ¿Qué hemos hecho…?
Como respuesta a sus preguntas, el sonido de las máquinas se detuvo y, ante la mirada tensa de todos los presentes, el androide se incorporó en la cama. Los ojos de Remora 1, de un intenso azul brillante, se dirigieron asombrados hacia el ingeniero jefe. Una leve sonrisa se dibujó forzadamente en su rostro.
- Buenos días, señor…

4 comentarios:

  1. Está muy bien, me ha gustado, aunque la verdad es que estas cosas siempre me han dejado algo intranquila xD
    ¡Un beso!

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    1. Yo nunca me he parado a pensar demasiado en ellas la verdad xD
      Un beso :)

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