domingo, 28 de diciembre de 2014

Te quiero.

Te quiero, sólo a ti.
Te quiero desde el primer momento, princesa, aunque entonces no lo supiera. Te quiero por lo que eres, por lo que haces, por toda tú.
Te quiero por tu risa, por tu suave pelo azabache que cae si control por tu espalda; por tus ojos negros y por las largas pestañas que lo enmarcan.
Te quiero por tu sonrisa, por tus labios limpios de maquillaje; por tu agilidad y tus piernas fuertes capaces de correr kilómetros; por tu habilidad y tu inteligencia capaz de todo.
Te quiero incluso cuando me superas y pasas horas celebrando tu victoria; cuando te enfadas conmigo y no me lo quieres decir, aunque lo sepa perfectamente; cuando mientes o cuando me hablas mal. Te quiero tanto que todo eso me da lo mismo.
Y me da lo mismo porque nada de eso supera lo maravillosa que eres. Nada de eso supera tus besos siempre llenos de cariño, tu alegría al verme, tu locura, tu bondad o tus ganas de vivir. Todas las cosas malas son minúsculas comparadas con tu ilusión, con tu imagen leyendo de cara al sol, con tu vitalidad, con tu ingenio, tu dulzura y tu humor. Eres perfecta, cariño, perfecta para mí.
Te quiero, te quiero con locura, con pasión; con cada centímetro de mi cuerpo y cada esencia de mi alma.
Te quiero ahora, y te querré siempre. Te quiero como la mujer que eres y como la niña que fuiste y que a día de hoy no se ha llegado a marchar del todo. Quiero al fuego que hay en ti, y también la magia y la paz que reinan en tu interior.
Y no quiero que lo olvides, nunca; ni cuando estés triste, ni cuando te sientas sola, ni cuando discutamos y pienses que todo se acaba.
Porque, si tú no quieres, esto nunca terminará.
Fui, soy y seré tuyo, para siempre.

Te quiero.

sábado, 27 de diciembre de 2014

Tap, tap.

Tap, tap.
Unos pasos más.
Tap, tap.
Hasta el final del pasillo.
Tap, tap.
Oigo tu respiración.
Tap, tap.
Tras la puerta entreabierta.
Tap, tap.
Me ves, y sollozas aterrorizado.
Tap, tap.
¿De qué tienes miedo? Sólo es un cuchillo.
Tap, tap.
No me mires así, por favor.
Tap, tap.
Deja de llorar...
Tap, tap.
¡HE DICHO QUE DEJES DE LLORAR!
Tap, tap.
Un movimiento de la hoja, y la sangre cubre la pared.
Tap, tap.
Ya no lloras.
Tap, tap.
Ya no me miras mal.
Tap, tap.
Pero estás muy sucio, bañado con tanta sangre.
Tap, tap.
No pasa nada, yo también me he manchado, ¿ves?
Tap, tap.
Ahora somos iguales, y podrás quedarte conmigo. Para siempre.
Tap, tap.
Un beso tiñe de rojo mis labios.
Tap, tap.
Hasta luego, cariño.
Tap, tap.
Media vuelta, la habitación a mis espaldas.
Tap, tap.
Unos pasos más.
Tap, tap.
Alejándome por el pasillo.
Tap, tap.
Hacia la oscuridad.
Tap, tap.
Tap, tap.

Tap, tap.

martes, 23 de diciembre de 2014

Falsa sencillez.

Es tan sencillo, tan fácil... tan simple como apretar un botón.
Con el dedo en el gatillo, sólo hace falta un pequeño impulso para desencadenar un huracán. Para infundir el terror, para dar una señal, para destruir una existencia.
Cuantas consecuencias para un simple instante.
Siempre me fascinó eso, la sencillez del funcionamiento de las pistolas. De pequeño pensaba mucho en eso, en cómo con ella un leve movimiento podía desencadenar consecuencias tan grandes. Deseaba desde entonces tener una, para poder experimentar tan sólo una vez lo que me obsesionaba a casi todas horas. Pensé que sería fácil.
Pero no lo es.                                                                  
Llevo diez minutos sujetano la cola de Leia, mi perra, y la pobre está empezando a ponerse nerviosa. Aunque puede observar el cañón de la pistola apuntando a su rabo, es incapaz de saber lo que pretendo hacer, pero estoy seguro de que nota mi inseguridad, de que intuye que algo no marcha bien.
La seguridad que he experimentado al llegar a casa con el arma y llamarla con un silbido se ha esfumado por completo cuando la he apuntado. Por supuesto no quiero hacerle daño, no pretendo que muera, sólo quiero experimentar, pero ahora mismo mi mano tiembla con violencia, me siento incapaz de apretar el gatillo. ¿Qué pasará si le hago más daño de lo planeado?, ¿qué pasará si deja de quererme? Tengo mucho miedo, no esperaba que esto fuera tan difícil.
¡Maldita sea! ¡Siempre pensé que sería fácil, cuestión de un segundo! ¿Qué me está pasando? Debería de ser fácil, sólo es apretar el dedo, ¿por qué es tan difícil?
Noto cómo las lágrimas luchan por salir de mis ojos y, frustrado, no intento detenerlas. El sonido de mi sollozo preocupa todavía más a Leia, que se me acerca y empieza a lamerme la cara. Me adora, me está intentando consolar, ¿cómo puedo hacerle algo tan cruel?
Se acabó, me rindo, no puedo más. Bajo la mano y contemplo la pistola que sostiene con un rencor que acaba de florecer. No puedo creer que hasta hace un momento sintiera fascinación por este asqueroso objeto, no se merece ni el respeto, ni el de nadie. Soy incapaz de comprender cómo el hombre ha podido crear un invento tan atroz.
Siento que he desperdiciado mi vida deseando una cosa de estas. Como cuando una película en la que tenías puestas muchas expectativas resulta ser horrible, como cuando descubres que tu mejor amigo no es quien decía ser. Pero no voy a derrumbarme, voy a ser más fuerte que mi decepción, no pienso permitir que esta basura me atraiga nunca más.
Abro la papelera y tiro la pistola en ella, ni siquiera pienso reciclarla. En cuanto se cierra, le doy una patada y vuelvo al salón, donde Leia me mira feliz, esperando a que la mime.
Me tiro en el sofá y la llamo para que se recueste encima mía, como siempre hace. Su calor me consuela, alivia en parte mi pena, puedo estar tranquilo.

Cierro los ojos, me siento en paz.

jueves, 18 de diciembre de 2014

Adelante.

Sé que el camino es largo, pero no puedes rendirte.
Ya has avanzado mucho, no estás lejos de la meta. No puedes rendirte ahora, has hecho demasiado esfuerzo como para abandonar, no puedes permitírtelo.
Sigue así, continúa hacia delante. Puedes caer, pero levántate de inmediato y jamás te detengas. La meta es sólo para los mejores, y tú lo eres, debes estar ahí.
Eres fuerte, eres valiente, eres es el mejor de todos ellos. No permitiré que pierdas, no puedes dejar que te pasen por encima, porque tú eres superior, lo supe desde el primer momento en que te vi, y no mereces ser olvidado.
Y no te engañes, sólo el vencedor podrá vivir para siempre en la memoria de la gente. Los demás terminan siendo parte del olvido, de las brumas de un pasado que nadie se molesta en rememorar; todos ellos no serán nadie, pero tú serás alguien, el que los derrotará a todos, el legendario vencedor que pasará a la historia.
Así que continúa hacia delante, mi pequeño. No te rindas, no caigas, no dejes que nadie te deje atrás. Sólo puede quedar un vencedor, el mejor de todos, y ese eres tú. Tus contrincantes no son más que insectos comparados contigo, así que ya sabes lo que tienes que hacer:
Alza el vuelo, llega hasta el final, supéralos a todos.
Que tu nombre quede grabado en la historia, que tu persona protagonice leyendas, que tu legado llegue a todos los rincones del mundo.
Sólo tú te lo mereces, jamás lo olvides.

Mi gran campeón.