Es tan sencillo, tan fácil... tan simple como apretar un
botón.
Con el dedo en el gatillo, sólo hace falta un pequeño
impulso para desencadenar un huracán. Para infundir el terror, para dar una
señal, para destruir una existencia.
Cuantas consecuencias para un simple instante.
Siempre me fascinó eso, la sencillez del funcionamiento de
las pistolas. De pequeño pensaba mucho en eso, en cómo con ella un leve
movimiento podía desencadenar consecuencias tan grandes. Deseaba desde entonces
tener una, para poder experimentar tan sólo una vez lo que me obsesionaba a
casi todas horas. Pensé que sería fácil.
Pero no lo es.
Llevo diez minutos sujetano la cola de Leia, mi perra, y la
pobre está empezando a ponerse nerviosa. Aunque puede observar el cañón de la
pistola apuntando a su rabo, es incapaz de saber lo que pretendo hacer, pero
estoy seguro de que nota mi inseguridad, de que intuye que algo no marcha bien.
La seguridad que he experimentado al llegar a casa con el
arma y llamarla con un silbido se ha esfumado por completo cuando la he
apuntado. Por supuesto no quiero hacerle daño, no pretendo que muera, sólo
quiero experimentar, pero ahora mismo mi mano tiembla con violencia, me siento
incapaz de apretar el gatillo. ¿Qué pasará si le hago más daño de lo planeado?,
¿qué pasará si deja de quererme? Tengo mucho miedo, no esperaba que esto fuera
tan difícil.
¡Maldita sea! ¡Siempre pensé que sería fácil, cuestión de un
segundo! ¿Qué me está pasando? Debería de ser fácil, sólo es apretar el dedo,
¿por qué es tan difícil?
Noto cómo las lágrimas luchan por salir de mis ojos y,
frustrado, no intento detenerlas. El sonido de mi sollozo preocupa todavía más
a Leia, que se me acerca y empieza a lamerme la cara. Me adora, me está
intentando consolar, ¿cómo puedo hacerle algo tan cruel?
Se acabó, me rindo, no puedo más. Bajo la mano y contemplo
la pistola que sostiene con un rencor que acaba de florecer. No puedo creer que
hasta hace un momento sintiera fascinación por este asqueroso objeto, no se
merece ni el respeto, ni el de nadie. Soy incapaz de comprender cómo el hombre
ha podido crear un invento tan atroz.
Siento que he desperdiciado mi vida deseando una cosa de
estas. Como cuando una película en la que tenías puestas muchas expectativas
resulta ser horrible, como cuando descubres que tu mejor amigo no es quien
decía ser. Pero no voy a derrumbarme, voy a ser más fuerte que mi decepción, no
pienso permitir que esta basura me atraiga nunca más.
Abro la papelera y tiro la pistola en ella, ni siquiera
pienso reciclarla. En cuanto se cierra, le doy una patada y vuelvo al salón,
donde Leia me mira feliz, esperando a que la mime.
Me tiro en el sofá y la llamo para que se recueste encima
mía, como siempre hace. Su calor me consuela, alivia en parte mi pena, puedo
estar tranquilo.
Cierro los ojos, me siento en paz.
La verdad es que las pistolas no me hacen ningún tipo de gracia y las armas de mayor calibre, ya ni te cuento.
ResponderEliminarCreo que has reflejado ese sentimiento muy bien, la verdad ^^
Un beso :)
A mí tampoco, pero no sé por qué se me ocurrió la idea.
EliminarMuchas gracias ^^
Besos.
Hola:
ResponderEliminarAcabo de descubrir tu blog y me impresiona su sencillez y al mismo tiempo, la originalidad. Si te apetece pasarte por traspasandolasnubes.blogspot.com me harías un gran favor, todavía estoy empezando en esto de escribir.
Gracias!
Sencillamente espectacular el relato
ResponderEliminarMuchísisisimas gracias ^^
EliminarHola Irene.
ResponderEliminarPor fin tengo tiempo para pasarme por aquí.
Has dejado reflejado muy bien las sensaciones que podrian sentirse con una escopeta, en las manos.
Aunque no sé si todo el mundo sentiría lo mismo. Lo que si se, es que eso es lo que debería sentir.
Saludos.
Me alegro de que tengas tiempo :)
EliminarClaramente no todo el mundo sentiría lo mismo, pero llevas razón, sería bonito que todos sintieran eso.
Muchas gracias :)
Saludos.