miércoles, 19 de agosto de 2015

La chica del bar.

La conoció en un bar.
No era un bar grande, y no compensaba sus estrecheces con una decoración bonita. La luz amarilla proveniente de las lámparas daba al lugar un aspecto sucio, y los muebles marrones y viejos otorgaban al cliente la incómoda sensación de encontrarse en un sótano a medio construir. Por lo menos tenía buena música, la única razón por la que Víctor se había dejado arrastrar allí a las tres de la mañana de un sábado.
Ahora no hacía más que arrepentirse de su decisión, sentado en la barra y contemplando cómo sus amigos daban tumbos y se reían como idiotas en los escasos dos metros con los que contaban para maniobrar. Miró con desprecio su botellín de cerveza, que le mantenía clavado en ese apestoso lugar. Ni siquiera le gustaba beber, ¿cómo se le había ocurrido decir que sí?, odiaba esos momentos, atrapado por su estúpida manía de no saber decir que no... ahora su cama estaría sola, esperándole, cuánto la echaba de menos.
De pronto, se sintió observado, aunque la sensación no le molestó cuando reparó en quién lo hacía. Sus ojos eran grandes, de un verde tan intenso que pudo distinguir su color desde el otro lado del local, y el cabello lacio y oscuro le caía en cascada tapándole el pecho. No apartó la mirada cuando se supo descubierta, ni siquiera pudo percibir su sonrojo; solamente le sonrió, dulcemente, con una mezcla de timidez e interés en la mirada que le marcaría por siempre.
Él tampoco apartó la mirada, tampoco pudo dejar de sonreír, y ella se le acercó alejándose de sus amigas, tan borrachas que ni siquiera parecieron percatarse de su ausencia. No caminaba, parecía fluir, esquivando fácil y delicadamente todos los cuerpos que se interponían en su camino.
- Hola – su voz era tan dulce como su sonrisa, tan inocente que invitaba ciegamente a confiar.
- Hola.
- Me llamo Elena.
Hablaron, rieron. Ella era despreocupada, limpia y cristalina, con una inocencia que le concedía una ternura persistente incluso a la hora de maldecir algo. Él no se veía un tipo desagradable, aunque nunca se había considerado un gran partido, pero a ella parecía gustarle, y con eso le sobraba. Mirándola a los ojos se olvidó del ambiente extraño, de sus amigos, de su cerveza a medio acabar; sólo existía ella, y lo seguro que le hacía sentir.
Eran poco más de las cuatro de la mañana cuando decidieron salir a pasear, y a ninguno de los dos les costó alejarse de su grupo, cuyos integrantes ya apenas podían pensar. El aire del verano les golpeó de frente, cálido y acogedor, y Víctor reparó por primera vez en cómo la falda del vestido de Elena bailaba en torno a sus piernas, que avanzaban ágiles subidas a sus tacones bajos. 
Caminaron lentamente por las calles, iluminados por las farolas, hablando de mil cosas sin importancia y sintiendo cómo cada vez se sentían más cómodos en su compañía. Junto a una farola, ella tropezó, pero el abrazo de Víctor le impidió caer.
- Gracias, soy una experta en irme tropezando con mis propios pies.
- Vaya, entonces tendré que empezar a acostumbrarme a situaciones como estas – sólo se dio cuenta de su error cuando había terminado de hablar, cuando la última palabra salió disparada de sus labios. ¿Y si ella no quería nada?, ¿y si sólo deseaba matar el tiempo con alguien? seguramente la acababa de asustar... 
Pero en su mirada no encontró miedo, ni estrés, ni siquiera incomodidad. Sólo la misma dulzura de siempre, la misma alegría, y la sonrisa más radiante de toda la noche.
- No descartes la idea...
Su beso le pilló por sorpresa, suave y cálido, sus labios acariciando los suyos sin un rumbo fijo, sin nada que perder. Sencillamente se dejó llevar, como ella le invitaba a hacer, disfrutando de su contacto bajo la luz de la farola. Al separarse no dijeron nada, ninguna palabra, sólo miradas llenas de significado y las manos unidas mientras echaban a andar.
Se dio cuenta de pronto de que, guiado por la inercia, había conducido a Elena hasta su casa. Frenó frente al portal, absorto en la duda de si seguir caminando y no decir nada o reconocer que sin querer la había llevado a su apartamento. Ella no era tonta, descubrió lo que pasaba antes de que hubiera tomado una decisión.
- ¿Es tu casa?
- Eh... sí... yo... lo siento mucho, no era mi intención.
- Lo sé, no pareces de esa clase de tíos. Pero... podemos subir ya que estamos aquí, si quieres.
Se volvió sorprendido, creyendo haber escuchado mal, pero Elena no parecía tener dudas. Tan segura y tierna como siempre, le miraba con la misma sonrisa tímida con la que la había conocido, no tenía nada que temer.
Subieron en silencio, guiados por las sombras que inundaban el edificio, observándose a contraluz, sintiendo entre ellos el deseo y la expectación de saber lo que está a punto de pasar. A salvo en el apartamento, se acercaron con timidez: él posó las manos en su cintura, ella le cubrió los hombros con las suyas; pero desde que empezaron a besarse las manos dejaron de ser plumas, para abrazar y acariciar con la pasión y el cuidado de quien sabe que tiene entre sus brazos algo realmente valioso.
Hicieron el amor en la misma cama que al principio había echado tanto de menos, aunque ahora no se acordaba. No podía recordar nada, en realidad; dejó de pensar, dejó de saber quién era, todo su mundo era el cuerpo de Elena a su lado, bailando en una danza sin música que se alargó hasta el amanecer, cuando los primeros rayos les bañaron en su luz fría.
Aquella mañana durmieron abrazados y, al despertar, Elena se quedó a su lado. Pasados los años, aún no se ha ido.
La conoció en un bar. Era un bar horrible, pero ella estaba allí.

10 comentarios:

  1. Una historia preciosa, me ha gustado mucho.
    Besos!

    ResponderEliminar
  2. Aaaaawwwww *oo* Casi me hace llorar, y hoy en día hay pocas cosas que me hagan llorar xD (maldita Cassie y JRR Martin). En serio, está genial. Me encanta como escribes. Esperaba encontrar un final amargo, pero me alegro de que haya sido así.
    Me siento identificada con estos señores, aunque afortunadamente hace tiempo que aprendí a decir que no...
    ¡Sigue así! Un beso enorme <3

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ayyy, ¿en serio? Gracias, que mona *-*
      Que va, a veces hago finales felices y todo jajaja. A mi me cuesta, pero se intenta :)
      Gracias!! Un beso guapa ^^

      Eliminar
  3. Es muy bonito ^^ La verdad es que yo esperaba encontrar un final malo (culpa de tanta Mentes Criminales xD), pero me ha alegrado mucho que no haya sido así :)
    ¡Un beso!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mentes Criminales es amor <3 Es que muchas de mis historias acaban con drama... tengo un problemilla jajaja A mi también ^^
      Un beso :)

      Eliminar