Todas están nerviosas, y es normal, estamos ante un cambio
muy importante.
Por los rincones no se habla de otra cosa: las más jóvenes
no sienten ningún pudor al comentar con cualquiera el acontecimiento y las
veteranas, aunque tratan de mostrarse impasibles y rectas, no pueden evitar
participar en los cotilleos.
La única que permanece al margen soy yo, la más antigua y,
por lo tanto, la guardiana y jefa de todas ellas.
Nosotras somos Ithams y nacemos de las ilusiones de la mujer
en la que habitamos, nuestra Madre. Cada una de nosotras provenimos de una
ilusión diferente y pasamos a residir en su alma sin desaparecer jamás,
aunque
la ilusión de la que provenimos muera.
Nuestra misión consiste en estar aquí y cuidar a Madre con
nuestra presencia, simplemente. Somos entes hechos de alegría y esperanza que le
transmitimos. De este modo, por muy decaída y perdida que se encuentre, la
amargura nunca será total en ella, pues nuestra luz contrarrestará su
oscuridad.
A parte de ello, no hacemos mucho más. Pasamos el tiempo
orando, paseando entre los rincones del alma de Madre, acogiendo nuevas Ithams
y aprendiendo unas de otras. Esa es nuestra rutina.
Sin embargo, esta rutina se ve interrumpida de vez en cuando
por cambios tan importantes como el que nos ocupa ahora.
Lo descubrió una novicia hace cuatro lunas y en cuanto lo
vio vino corriendo hasta mí sin poderse creer lo que acababa de ver. Recuerdo
cómo le temblaban las piernas, su tartamudeo y la emoción en sus ojos.
No era para menos.
En el núcleo del alma de Madre, en la zona correspondiente a
su corazón, estaba teniendo lugar un proceso muy poco habitual: el nombre
escrito en su centro, el de su amado, se estaba borrando.
Hacía mucho que había aparecido, recuerdo que tardó muy poco
en escribirse y que se grabó profundamente, mucho más intensamente que los
anteriores. Todas pensábamos que, dada la fuerza de los sentimientos de Madre
por el hombre que respondía a dicho nombre, su aparición no traería consigo más
que alegría y nuevas ilusiones, pero no fue así. Por el contrario, la tristeza
y la oscuridad no dejaban de crecer y las ilusiones, aunque no eran escasas,
daban Ithams especialmente débiles y pequeñas y no duraban mucho.
La preocupación empezó a invadirnos: cada vez nos costaba
más mantener a Madre y el frío y la oscuridad aumentaba cada luna un poco más.
Por fortuna, gracias a mi organización y a la compenetración de mis compañeras,
logramos hacer frente a la situación y salir adelante.
Pero todas deseábamos que aquel nombre que tanto mal estaba
haciendo a Madre desapareciera, dejándola libre y devolviendo la luz habitual a
su alma. Parecía un sueño inalcanzable.
Hasta ahora.
He llegado a la zona del corazón de Madre, está llena de Ithams
que contemplan expectantes y entusiasmadas el proceso. Sin embargo, gracias al
pasillo que forman para mí, no me cuesta llegar hasta el lugar donde se
escriben sus nombres. Lo que veo me emociona profundamente: el nombre está
completamente difuminado y parte de él empieza a desaparecer.
La luz crece alrededor.
Es increíble tu imaginación. Me gustaría tener ithams que cuidarán mi alma
ResponderEliminarRelato lleno de fantasía, magia, y sensibilidad. Me ha despertado la imaginación, y me están viniendo ideas parecidas, para algunas razas de mis futuros proyectos. Gracias.
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