Ella vive en su reino helado, frío y azul.
Allí no existen el calor, ni la arena, ni el rojo o el
naranja.
A la princesa de hielo le gusta su reino, es hermoso y
dulce. Allí la gente es seria, pero también se ríe; el agua puede congelarse,
pero también beberse; hace frío, pero no se sufre por su culpa. La princesa
Elyon es feliz en su hogar, pero le faltan cosas.
Le falta el fuego, el desierto, el amarillo y el marrón.
A su reino le falta, pero al vecino no.
En el reino del Sol hay calor, arena, rojo y naranja. Ellos
tienen fuego, desiertos, amarillo y marrón. Bailan descalzos y su piel es
morena. Tienen caballos de sangre caliente y plantas que no necesitan beber. El
cabello de su princesa es rojo y sus ojos de un oscuro marrón.
La princesa de hielo nunca ha estado allí, pero sueña con
visitarlo.
Con saber cómo es el rojo, el naranja, el amarillo o el
marrón.
Con poder ver todas esas cosas que no existen en su reino.
En su precioso y blanco reino de hielo.
Golpean su puerta, su madre llama, su carruaje ya está
listo.
Por fin, Elyon se sienta en el vehículo, tirado por caballos
blancos que empiezan a caminar raudos y seguros guiados por el conductor. Se
dirige con sus padres al reino del Sol, donde se dan la calidez y la luz de su mágico
astro; donde el agua no se congela, pero sí se evapora; donde la gente es
risueña, pero también se pone seria.
Arrastrada por los corceles, la carroza abandona velozmente lo
azul, lo blanco y lo gris. La princesa y su familia empiezan a perder de vista
la nieve y el hielo; los osos y los renos; el musgo y los abetos. A medida que
avanzan, el verde va invadiéndolo todo y los ríos fluyen por todos lados; las
ovejas y los ciervos les miran curiosos; la gente deja de usar abrigos tan
gruesos como edredones y viste chaquetas ligeras.
Elyon observa absorta la frontera que recorre. Hasta ese
paisaje, que ya ha visto alguna vez, le resulta tan extraño y mágico que no
puede dejar de mirarlo. Tan distraída va, que tarda en darse cuenta de que
están a punto de llegar, y de que el reino del Sol asoma ya por el horizonte.
Ya se muestra a lo lejos la arena intensamente alumbrada,
naranja y marrón. Y las palmeras y los enormes cactus. Y un enorme palacio
dorado, y el calor que la joven ya empieza a sentir. Sabe que a la entrada del
reino la princesa del Sol la estará esperando, con su cabello rojo y sus ojos
marrones, acompañada de tanta gente morena que baila descalza y cría caballos
de sangre caliente.
Y sabe también, la hermosa y pálida princesa de hielo, que
su tan preciado sueño se empieza a cumplir.
Muy bonito, me recuerda sobretodo al clásico cuento: "La reina de las nieves", a la peli de dibujos actual "Frozen. El reino de hielo" y lo que más me gusta, me recuerda a mi manuscrito "Tierras de Gyadomea 1. Las Tierras del Nuevo Mundo" y a la raza de los Frígidos de mi otro escrito "Las Crónicas de Érdwill 1. La Espada Sagrada"
ResponderEliminarVaya, a cuántas cosas recuerda, me alegro mucho :)
EliminarLa verdad, no recuerdo muy bien qué me inspiró para escribir este relato.
Me alegro de que te guste, muchas gracias.