Antes de que leas esto quiero hacer constar que, salvo Thomas, Kate, el chico de Slytherin y el profesor Kennion, ninguno de los personajes que aparecen en este texto me pertenecen. Ellos son propiedad e invención de J.K. Rowling y se encuentran en su serie de novelas Harry Potter. También el escenario en el que se desarrolla la acción y algunas acciones que se producen son suyas, en mi intento por permanecer lo más fiel posible a la serie.
En este escrito quiero relatar el viaje de Albus Potter desde el andén 9 y 3/4 hasta Hogwarts y su posterior selección, que tienen lugar tras el epílogo en el séptimo libro de la saga.
El tren giró en la primera curva y salió de la estación, las
casas sustituyeron a las columnas y la plataforma del andén. Cuando apartó la
mirada de la ventana, leyó en el rostro de Rose que no cabía en sí de la
emoción.
-
No me lo creo… ¡por fin nos vamos, Al!
Sonrió sin darse cuenta, él también estaba muy ilusionado. Llevaba
semanas soñando con Hogwarts; con cómo sería vivir en él; con las clases; no
podía esperar a llegar al castillo. Sin embargo, el temor a ser un Slytherin era
demasiado fuerte aunque, ahora que sabía que podía elegir, se sentía bastante
mejor.
-
Sí, por fin.
La puerta del compartimento se abrió de repente,
sobresaltándolos. Tras ella apareció una niña, seguida de cerca por otro chico.
-
Disculpad, ¿podemos sentarnos con vosotros?
Ante su afirmativa, se sentaron junto a ellos. Ella, de
cabello profundamente negro y ojos ambarinos, tomó asiento junto a Rose dejando
que el niño se sentara a su lado.
-
Yo soy Thomas Aldrich – los rizos castaños casi
le llegaban a los ojos – y ella, Kate Gordon.
-
Encantada, yo soy Rose Weasley. Él es Albus
Potter.
-
¿Albus Potter? ¿De Harry Potter? – los ojos
oscuros de Thomas se habían vuelto de pronto más grandes.
-
Sí.
-
Vaya… es genial.
-
Supongo, sí – empezó a sentirse un poco incómodo
y probó a redirigir el tema - ¿y vuestros padres?, ¿también son magos?
-
Los míos sí, los de Kate… no sé.
-
Mi padre es muggle y mi madre bruja, cuando yo
nací él ya lo sabía. Le encanta todo lo relacionado con la magia, de hecho, se
alegró casi más que mi madre cuando recibí la carta – se giró hacia Rose con
una repentina expresión de culpabilidad - ¡lo siento! No te hemos preguntado,
¿y los tuyos?
Ante sus caras de asombro, Kate no pudo evitar echarse
ligeramente atrás en su asiento.
-
¿Qué ocurre?
-
¿No lo sabes? ¡Los Weasley son unas de las
familias de magos más famosas!
-
¿En serio?, no tenía ni idea.
Su prima rio, quitándole importancia, y contagió su humor a
todos los demás. Para cuando la señora del carrito llegó a su compartimento,
los cuatro habían cogido confianza y charlaban animadamente.
Contemplando las montañas y el campo, cuyo verde se iba
oscureciendo a medida que pasaba el tiempo, surgió el tema de las casas. En
pocos minutos quedó claro que, en general, Slytherin no era una opción: lo que
Rose y Thomas sentían hacia esa posibilidad sobrepasaba el descontento para
rallar en un temor cercano al que él mismo había sentido justo antes de subir
al tren. Kate, sin embargo, tenía sus propias ideas.
-
Mi madre siempre ha dicho que la Casa en la que
nos toca no nos define tanto como mucha gente piensa, dice que las personas tenemos
un montón de cualidades. Las que más destacan en nosotros son las que nos
mandan a una Casa u otra, pero después hay muchas más. Yo también lo creo, por
eso, en el fondo, no me preocupa dónde me puedan poner.
-
Entonces… ¿piensas que un Slytherin puede ser
valiente, por ejemplo? – las confesiones de último minuto de su padre se habían
grabadas en su mente y, durante el viaje, habían vuelto a ocupar sus
pensamientos varias veces.
-
¡Sí, por supuesto! ¿por qué no?
-
De todos modos, sigo sin querer que me pongan
allí – las ideas de la niña, al parecer, no habían convencido a Thomas.
Kate no dijo nada, sólo sonrió y se concentró en abrir una
de sus ranas de chocolate. Entendió en seguida
que, aunque ella estaba libre de prejuicios, sabía y comprendía que los demás no
y seguramente no le apetecía hacerle cambiar de opinión en ese momento.
Al poco tiempo, un muchacho pasó por su compartimento y les
advirtió de que en pocos minutos llegarían a Hogsmeade. Era moreno y claramente
mayor que ellos; antes de que se marchara, todos pudieron ver el escudo de
Slytherin cosido en su túnica. Las chicas se fueron para poder cambiarse, pero
volvieron apresuradas apenas pasados cinco minutos.
-
Todos están muy alterados, ese chico llevaba
razón – a Rose, sofocada por la carrera a través del tren, no le había dado
tiempo a arreglarse el pelo que, alborotado como estaba, le daba un cierto
aspecto salvaje.
En seguida, el tren se paró y todos los alumnos se
apretujaron en el pasillo para poder salir. A estas alturas, los nervios y el
creciente miedo a la ceremonia de selección se habían unido y habían conseguido
que se le cerrara el estómago y le temblaran las piernas, lo único que
conseguía que avanzara eran los empujones de los chicos de detrás. Al bajar, el
viento helado le calmó un poco.
-
¡Los de primer año conmigo! ¡Todos los de
primero, seguidme! – la voz y la figura de Hagrid destacaba sobre las de los
alumnos repartidos por el oscuro andén. Contento de verle, se abrió camino con
sus amigos hasta donde estaba él.
-
Albus, Rose, es un placer conoceros por fin.
-
Igualmente.
Sonriendo, el semigigante los guio por un sendero hasta el
borde del lago del colegio, donde descansaban las barcas de las que su familia
le había hablado. Obedeciendo siempre las órdenes de Hagrid, los cuatros chicos
se montaron en una de ellas y dejaron que les llevara. Durante el viaje, pudo
contemplar el castillo que se alzaba sobre él: era impresionante, en su silueta
oscura aparecían cientos de luces procedentes de las ventanas y sus numerosas
torres se alzaban hacia cielo; la ilusión, los nervios y el anhelo se juntaron
en su pecho, jamás se imaginó que un lugar pudiera estar tan lleno de magia y
promesas.
Cuando las barcas frenaron, aún tuvieron que caminar unos
minutos antes de llegar a la enorme puerta del castillo. Una vez allí, un mago
alto de mirada firme pero amable les abrió la puerta, cuando Hagrid le presentó
como el profesor Kennion le dio las gracias y les dirigió a una pequeña sala
atravesando el enorme vestíbulo.
-
Antes de nada, bienvenidos a Hogwarts. En el
Gran Comedor daremos dentro de unos minutos el banquete de comienzo de año
pero, antes de disfrutarlo, tendréis que pasar por la Ceremonia de Selección
donde se os agrupará en una de las cuatro casas de Hogwarts: Gryffindor,
Ravenclaw, Slytherin y Hufflepuff. Desde el momento en el que se os seleccione
para una casa, esta será muy importante para vosotros: dormiréis en sus
dormitorios, daréis clase con vuestros compañeros de casa y vuestras acciones
aumentarán o disminuirán los puntos de vuestra casa. – Kennion hizo una pausa
antes de continuar – Ahora me voy a marchar para terminar de prepararlo todo y,
cuando vuelva, os dirigiré al Gran Comedor para dar comienzo a la ceremonia.
El profesor se marchó y los nervios volvieron a atacar su
estómago, creyó que no podría hacerlo, aunque sabía que lo único que tenía que
hacer era probarse el Sombrero Seleccionador. Slytherin resonaba en su mente como si las palabras de su padre
nunca hubieran tenido lugar.
-
¿En qué casa estuvo tu madre, Kate? – era
evidente que su prima intentaba relajarse, mientras se colocaba el desordenado
cabello en una coleta.
-
Mi madre fue a Ravenclaw – la niña era la única
de toda la sala que estaba tranquila, o al menos así lo parecía - ¿y los
vuestros?
-
Nuestros padres fueron a Gryffindor.
-
Mi padre también es Gryffindor y mi madre estuvo
en Ravenclaw… - Thomas estaba muy ocupado aplastándose los rizos y mirando al
infinito como para participar más en la conversación.
Kennion volvió a los pocos minutos y les condujo al Gran
Comedor, cuando entró no podía creer lo que estaba viendo: cuatro mesas largas
se extendían a lo largo de la enorme sala, con cientos de alumnos vueltos hacia
ellos y frente a ellas, la mesa de los profesores gobernaba la reunión; al
mirar hacia arriba no vio piedra, sino un cielo oscuro plagado de estrellas,
como el del exterior.
Los chicos se agruparon frente a un taburete que el profesor
había colocado al final del salón, sobre él se encontraba el Sombrero
Seleccionador que, en cuanto el silencio se hubo restablecido, comenzó a
cantar. Cuando terminó la canción, Kennion cogió una lista y empezó a
nombrarles para que se probaran el sombrero.
-
¡Aldrich, Thomas!
-
¡Gryffindor!
Jamás en el viaje le había visto tan emocionado como en ese
momento, el niño dejó el Sombrero y fue volando hacia su mesa.
Al rato, le llegó el turno a Kate.
-
¡Gordon, Catherine!
Ella subió las escaleras y se sentó en el taburete, sus ojos
brillaban de ilusión.
-
¡Hufflepuff!
Corriendo, se dirigió hacia la mesa de Hufflepuff, que la
aplaudía efusivamente. Antes de sentarse, le guiñó un ojo intentando darle
confianza.
Poco a poco, el grupo iba disminuyendo. Tenía una sensación
muy extraña: por un lado, estaba deseando que el profesor le llamase y así
quitarse ese peso de encima pero, por otro, lo habría dado todo para no tener
que sentarse en ese taburete jamás.
-
¡Potter, Albus!
Tardó un poco en reaccionar, nervioso como estaba, pero al
fin se movió siendo consciente del temblor de sus piernas y los desbocados
latidos de su corazón. Cuando el Sombrero le cubrió los ojos, sólo pudo pensar
en los colores de Gryffindor, en el león dorado, en los estandartes y la
bufanda de su hermano…
-
¡Gryffindor!
¿Había oído bien?, ¿de verdad estaba en Gryffindor?, quizá
se lo había imaginado… Sólo cuando pudo volver a ver, supo que todo había
pasado, que su deseo se había cumplido. Rebosante de alegría, fue volando a
sentarse junto a Thomas.
-
Felicidades, Al – James, sentado frente a él,
aún aplaudía con una radiante sonrisa en la cara.
-
Gracias.
Todo el peso en el estómago, todos sus nervios, todo el
miedo habían desaparecido, se sintió completamente relajado, libre y seguro,
como no lo estaba desde hacía un par de días. Sin embargo, Rose no parecía sentirse
así: su palidez iba en aumento conforme el grupo se hacía más pequeño.
Finalmente, cuando ya sólo quedaba ella, el profesor la llamó.
-
¡Weasley, Rose!
Esta vez, el Sombrero estuvo bastante tiempo en silencio. A
los dos minutos de espera, la loca idea de que se hubiera estropeado empezó a
vagar por su mente, pero eso era imposible, ¿no?
-
¡Gryffindor!
Rose se sentó junto a James, que la abrazó con fuerza y
sonrió a los dos chicos. Los tres se volvieron hacia la mesa de Hufflepuff,
donde Kate dejó su conversación durante un segundo y les saludó con la mano.
En ese momento sintió que todo encajaba. Sus amigos estaban contentos,
todo había ido bien y, sin ninguna duda, supo que le esperaba un gran camino en
el colegio, que sería feliz allí, el futuro comenzaba.
Cuando el ruido disminuyó, el director se puso en pie y
comenzó a hablar.
-
¡Bienvenidos a Hogwarts!...