jueves, 21 de enero de 2016

Afortunada infeliz.

Un banco de hermosos peces plateados pasó rápidamente frente a Alyssa, cortándole el paso. Sobresaltada, la niña se echó hacia atrás, chocando contra un enorme león que se encontraba allí. A pesar del miedo que sintió, el animal se limitó a gruñir levemente, como disculpándose, y se alejó de ella.
Temblorosa, se dio media vuelta y siguió su camino con los brazos cruzados y tratando de no mirar alrededor. Observaba sus pies, avanzando rápidos y pálidos sobre el suelo de nubes rosadas y olas de mar; en realidad era una vista preciosa, pero en aquel momento lo único que despertó en Alyssa fueron lágrimas de desesperanza y ansiedad. Una hermosa tortuga verde pasó volando bajo ella, y las lágrimas mudas se convirtieron en un sollozo aterrado.
Echó a correr, dejando que el llanto la invadiera por dentro y se extendiera por el espacio. Sus lágrimas flotaban al caer, golpeando a las estrellas que sorprendidas seguían con la mirada la huida de la niña eterna; sus ansiosos jadeos se escuchaban por todas partes, resonando en los oídos de todas las criaturas presentes. La extrañeza se asentó en todos ellos: no era normal vivir esas situaciones allí, en el limbo de la inmensidad.
Alyssa continuó corriendo, y todo aquello que dejaba atrás se convertía en manchas borrosas a su alrededor: El viento brillante, los pulpos jugando con jóvenes tigres mansos, la suave marea flotando a metros sobre su cabeza, planetas resplandeciendo bajo sus pies… cualquier cosa imaginable desfilando a su alrededor, danzando junto a ella, viviendo en un espacio sin control.
Sin Norte o Sur, Este u Oeste, arriba o abajo, realidad o sueño. La niña no podía soportarlo más.
Desde siempre había existido allí, y nunca había conocido a nadie más: la única humana que existía en el lugar, nunca había tenido familia o amigos, conocidos o compañeros. Sólo existían ella y todo aquel universo, aquel galimatías eterno y onírico que la envolvía sin descanso.
Al principio le gustó, y durante siglos se habituó a explorar su mundo: voló sobre leones, habló con las marsopas que se recostaban sobre la nieve, bebió el viento, se convirtió en ángel. Pero pronto comenzó a agotarse, y toda la fantasía se volvió tan oscura en su pensamiento como luminosa era en realidad: la felicidad se convirtió en ansiedad, la libertad se transformó en una jaula eterna que la atraparía por siempre. No podía escapar, ya lo había comprobado; estaba condenada desde el primer día de su vida.
Sólo quería huir.
Tras varios metros recorridos, localizó un hueco negro en medio del ambiente rosado. No flotaba, y parecía firmemente emplazado en la nada: era una pequeña cueva, un pequeño refugio firme y cálido en medio del terror que Alyssa experimentaba cada día.
Sin pensarlo, se sumergió dentro y disfrutó de la sensación de comprobar el ambiente sólido y oscuro asentándose a su alrededor. Poco a poco, su respiración se calmó y los latidos de su corazón se convirtieron en la cadencia regular que solían ser; respiró hondo y al fin sonrió.

Una enorme luciérnaga pasó frente a la entrada de la cueva pero la niña, de espaldas a esta, no la vio. La criatura le dirigió una mirada triste antes de echar de nuevo a volar.

4 comentarios:

  1. Qué triste, qué penita me da la niña. Al mismo tiempo es guay pero comprendo que se sienta así :S
    ¡Un beso!

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    1. La verdad es que la he hecho sufrir bastante... o_o
      Ya, yo también.
      Un beso ^-^

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  2. Jolines Ir, que historias más monas y crueles :S se te está pegando de Tabitha xD

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    1. Jo, no sé si eso es bueno o malo jajaja.
      Pero gracias ^-^

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