martes, 5 de enero de 2016

Lo que no ves.

- No hay nada más de lo que veo aquí – dijo el niño, recorriendo con la mirada el vasto parque.
- ¿Quién dice eso?
- Mi papá.
- Tu papá no sabe nada – la niña rio, dando vueltas sobre sí misma - ¡El mundo es mucho más de lo que ves aquí!
Una mujer pasó a su lado, y la niña se detuvo para observarla: Aletargada, arrastraba tras de sí a un energético perro que inútilmente trataba de vencer la fuerza de la correa.
- ¿Ves a esa mujer? Su perro quiere jugar, pero ella no. Quizá esté triste, o muy ocupada, tal vez sólo tiene sueño. Desde aquí, ¿puedes ver lo que le ocurre?
- No…
- Ah, pero no puedes negar que algo le pasa.
El niño, pensativo, bajó la cabeza. La niña se alejó unos pasos, vigilando sonriente a su alrededor. No pasó mucho tiempo antes de que mirara al cielo y volviera a hablar.
- No puedes ver el universo.
- ¿Cómo?
- No puedes ver el universo – repitió con calma la niña –. No puedes ver todas las estrellas, ni los planetas, ni todas las cosas que el hombre ha puesto en él. Pero sabes que existen.
Contempló al muchacho, cuya expresión abatida reflejaba el reconocimiento de su propio error. Se acercó a él y le apoyó la mano en el pecho.
- No puedes ver tus sentimientos, pero sabes que son lo más real que tendrás jamás – rio de nuevo, y el sonido cristalino de su voz retumbó en cada rincón del parque vacío. Se acercó a su oído –. Las cosas que ves son sólo aquellas realidades que se acercan a saludar, lo invisible se esconde detrás.
Antes de que el niño reaccionara, la niña le dio un beso en la mejilla y, con una sonrisa, se marchó.

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