domingo, 14 de junio de 2015

Videncia.

Temblando, sin saber cómo colocar esos delgados brazos que tanto le acomplejaban, se situó frente a la gitana que prometía adivinar el futuro a la entrada de su tienda. Ella le contempló de arriba abajo, curiosa y aparentemente divertida ante sus nervios evidentes; una sonrisa pícara se dibujó en su hermoso rostro oculto tras el humo del incienso. 
El sudor comenzó a perlar la frente de Pedro, tuvo que colocarse las gafas que resbalaban mientras tragaba saliva, incómodo.
- Así que quieres que te lea el futuro, ¿cierto? – por fin, la mujer rompió el silencio, el cual, al parecer, había estado alargando por pura diversión.
- Sí... sí.
- Bien, siéntate aquí – con un gesto, le ofreció una butaca frente a ella, de manera que entre ellos sólo se interponía una gruesa mesa de madera oscura – leeré tu porvenir mediante la bola de cristal, ¿de acuerdo?.
Señaló un bulto sobre la mesa, una figura redonda cubierta con un paño sedoso y oscuro. Pedro la miró con desconfianza, sintiéndose tremendamente ridículo de pronto. ¿Qué estaba esperando, exactamente?, ¿qué demonios hacía sentado frente a una mujer que claramente era una farsante?, ¿de verdad iba a pagarle por escuchar un montón de retahílas sin ningún sentido?, si alguien le viera en ese momento...
- ¿De acuerdo?
La miró sobresaltado, sacado a la fuerza de los pensamientos en los que se había sumergido. Cuando volvió a fijar su mirada en los ojos oscuros de la mujer, recordó qué le había empujado hacia aquella habitación: la nota media, necesitaba entrar como fuera en Medicina; la salud de su madre; los amigos que habían huido en desbandada al extranjero, dejándole más sólo de lo que quería reconocer; el innegable hecho de que su corazón había sido roto tres veces seguidas... 
Temor al futuro, pura preocupación por todo lo que parecía ir cada vez peor en su vida. Podía sacrificar doce euros por una cena, pero en ese momento, lo único que quería era una luz hacia el futuro, aunque fuera falsa.
- De acuerdo.
- Estupendo. Empecemos, pues – retiró el manto que cubría la bola de cristal, descubriendo una figura lisa, sin nada de especial – dame las manos y déjalas muertas, necesitamos que la bola te conozca, pero no puedes tocarla.
Obedeció y se dejó conducir por la vidente, que supo apañárselas para que sus manos, temblorosas, formaran un cuenco alrededor de la base de la esfera, sin llegar a rozarla en ningún momento. Un par de segundos más tarde, el interior de la bola, anteriormente vacío, comenzó a verse invadido por una extraña neblina blanca. La sorpresa de Pedro fue tal, que ni siquiera se percató de que la gitana cerraba los ojos, dejando caer las manos del muchacho y colocando los dedos suavemente sobre el cristal.
- Veo temor, veo demasiadas cosas perdidas en muy poco tiempo. Veo inseguridad y miradas atentas en la oscuridad, la mente llena de pensamientos que expulsan cualquier ápice de tranquilidad. Veo problemas, una tensión que parece nunca terminar. Veo tu sufrir, tu preocupación.
Pero esta no durará para siempre. Las nubes no perseveran en el cielo, la luz se abre entre ellas. Puedo ver unos ojos claros que alejan la soledad y la tristeza; veo una mano amiga, una sonrisa de apoyo en momentos de necesidad. Veo el triunfo en tu futuro, el éxito al final del túnel. Veo una flor crecer fuerte tras la tormenta, puedo ver al fénix renacer fuerte tras la debilidad.
Un futuro luminoso por delante, las nieblas dejadas atrás. Eso es lo que mi ojo contempla.
Tras esto, la neblina dentro de la bola de cristal desapareció como si no hubiera existido, y la mujer abrió los ojos para contemplar la mirada atónita de su cliente.
- ¿Y ya está?, ¿eso es todo?
- ¿Esperabas más?
- Esperaba algo más concreto, por lo menos.
- Lo siento, querido, pero no puedo hacer eso – la sonrisa de suficiencia que esbozó mientras hablaba molestó aún más al joven – si te diera datos más concretos, si te dijera exactamente qué y cuándo va a pasar, pasarías los minutos hasta entonces esperando ansioso, sin preocuparte por disfrutar nada más. El misterio es una parte muy importante a la hora de conservar la ilusión por la vida, ¿sabías?
Sus palabras, quizá ideadas para animar a Pedro, no sirvieron de nada: “Qué misterio ni que gaitas, esta me ha timado, y yo he caído como el pardillo que soy. Si es que ya me vale, mira que meterme aquí... doce euros a la basura, ¿pero cómo he podido ser tan estúpido?”
Sin embargo, no replicó. Molesto y avergonzado como estaba, lo único que quería era salir de aquella tienda lo antes posible.
- Está bien, ¿cuánto te debo?
- Doce euros.
Sin decir nada más, sacó el dinero y lo puso con un golpe sobre la mesa, en un intento de hacer notar su enfado. Pero la mujer no dio muestras de notarlo, a pesar de sus repentinos modales bruscos y su mirada severa. Mantuvo su sonrisa durante el tiempo que el chico tardó hasta abrir la puerta principal, y todavía sonreía cuando se despidió, antes de que él atravesara por completo el umbral.
- Adiós, Pedro.
El joven se volvió de pronto, atemorizado, no recordaba haberle dicho su nombre. La mujer seguía sonriéndole, sentada frente a la mesa y rodeada de esos inseparables hilos de humo de incienso. Con un pequeño escalofrío, salió del local sin despedirse, decidido a huir de allí rápido, en silencio y sin mirar atrás.
Estaba tan nervioso que ni siquiera reparó en la chica con la que chocó al ir a doblar la esquina. Se limitó a disculparse en un susurro, para de inmediato continuar con su camino, la mirada fija en el suelo. Así pues, no la vio darse la vuelta, ni sonreír levemente al verle para después seguir caminando.
Mucho menos pudo fijarse en sus ojos, unos ojos claros, azules como el cielo.





4 comentarios:

  1. Dios, que mal rollito D:
    Un beso Ireee <3

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  2. ¡Hola guapa! La verdad es que me ha gustado bastante, aunque da un poco de mal rollo eso de que se encuentre, así, de repente xD
    ¡Un beso!

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    1. Muchas gracias :D
      A mí me gusta, un poco de yuyu no viene mal najaja
      Un beso :)

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