Hola, mis niños. Necesito un tiempo.
Calculando, he descubierto que este blog tiene ya tres años y, a pesar de problemas de constancia, nunca lo he "dejado" del todo, por así decirlo. Pero siento que ya necesito un descanso.
Quizá se deba a la vuelta a la rutina, o puede que el hecho de estar escribiendo mi intento de novela tenga también algo que ver, pero el problema es que ya no me siento tan motivada como antes a la hora de hacer las entradas, me empieza agobiar saber que al Viernes siguiente tengo que tener otra publicación lista para ser colgada.
Creo que unas vacaciones, por muy atrasadas que sean, serán el mejor remedio para solucionar esto, para recargar pilas y volver a vivir Blogger con la misma ilusión de antes.
Como no son unas vacaciones como tal, sino un tiempo de retiro, no sé cuándo volveré a retomar mi actividad, en lo que a publicar entradas se refiere. Tenía pensado aparcarlo por el período de un mes, como en muchos blogs que he visto este verano, pero puede que se alargue algo más, no estoy segura (la Universidad, que su nivel de trabajos y estrés ahora mismo es imprevisible, qué se le va a hacer).
De todos modos, pretendo seguir pasándome por vuestros blogs, así que cualquier día os puede aparecer un comentario mío.
Esto es raro, suena más bien como si estuviera rompiendo una especie de relación, en vez de tomarme un descanso, pero en cierto modo siento como si estuviera cortando mi relación con el blog. No me he separado de él desde que lo creé, no me he separado de vosotros ni de vuestros comentarios, que me hacen muy feliz cada vez que aparecen, este es un momento bastante emocional para mí.
Pero no será para siempre, volveré dentro de poco. Seguramente traiga un montón de textos y de tags que vaya haciendo por el camino en este descanso (ya tengo pensado alguno, pero prefiero dejarlo esperar). No os voy a olvidar.
Y, bueno, yo creo que esto ya es todo lo que tenía que contar. Gracias a todo, por las visitas, por los comentarios y por todo el amor que me dejáis por aquí. Os quiero mucho, de verdad.
Hasta pronto. ¡Sed felices!
sábado, 1 de octubre de 2016
viernes, 30 de septiembre de 2016
El papel de tu vida.
¡Hola, mis niños!
Aquí la petarda de Irith delirando de nuevo.
No sé si alguna vez habéis oído hablar de La mujer de negro,si no me equivoco la primera película de Daniel Radcliffe después de Harry Potter. La he visto un par de veces, y a pesar del miedo que me genera no es una película que me disguste, pero hasta que no la vi con mi novio no me fijé en el tema del que vengo a hablaros hoy. Me contó que el chico no le parecía un mal actor pero que, en cuanto le escuchaba hablar, le parecía estar viendo a Harry Potter.
Lo cierto es que a mí no me lo parece, pero me di cuenta de que seguramente no a todo el mundo le pasa lo mismo. Seguramente, la mayoría de la gente que visione la película no verá en ella a Daniel, sino a Harry en una especie de mundo paralelo.
Y no es culpa del actor, que en mi opinión no es malo, sino de un pasado que le precede detrás de la pantalla.
Hay actores que sufren el encasillamiento en un determinado papel, como Ben Stiller, pero a otros les juegan una mala pasada aquellos personajes que han llegado a personificar: Daniel no es el único ligado a un papel.
Siempre me ha llamado la atención el caso de Robert Pattinson. Dentro de lo malo que la gente presupone que es, a mí no me parece que esté tan mal,no me matéis, pero Edward Cullen le ha hecho muchísimo daño, en mi opinión. Ya no es sólo que se le identifique con el personaje, sino que además esta relación es para mal, puesto que no queda mucha gente que aprecie a Cullen y su representación en las películas.
De hecho, a mí me costó que me volviera a gustar después de la saga Crepúsculo, y todavía hoy tengo sentimientos encontrados al verle.
Estos son los casos que más me llaman la atención, pero seguro que hay muchos más. Hay papeles que pueden suponer un antes y un después en tu vida, y desde luego eso no es malo, pero por su puesto ese personaje, si adquiere la fuerza suficiente, puede cambiar la visión que la gente puede tener de ti como interprete.
Por ello creo que es necesario pensar seriamente a la hora de aceptar un determinado papel: puede salirte muy bien, como a Emma Watson; puede pasarte una ligera mala pasada, como a Daniel Radcliffe o... bueno, puedes acabar convertido en el próximo chico brillantina, y esa fama es muy difícil de retirar.
Un beso, mis niños. ¡Sed felices!
Aquí la petarda de Irith delirando de nuevo.
No sé si alguna vez habéis oído hablar de La mujer de negro,si no me equivoco la primera película de Daniel Radcliffe después de Harry Potter. La he visto un par de veces, y a pesar del miedo que me genera no es una película que me disguste, pero hasta que no la vi con mi novio no me fijé en el tema del que vengo a hablaros hoy. Me contó que el chico no le parecía un mal actor pero que, en cuanto le escuchaba hablar, le parecía estar viendo a Harry Potter.
Lo cierto es que a mí no me lo parece, pero me di cuenta de que seguramente no a todo el mundo le pasa lo mismo. Seguramente, la mayoría de la gente que visione la película no verá en ella a Daniel, sino a Harry en una especie de mundo paralelo.
Y no es culpa del actor, que en mi opinión no es malo, sino de un pasado que le precede detrás de la pantalla.
Hay actores que sufren el encasillamiento en un determinado papel, como Ben Stiller, pero a otros les juegan una mala pasada aquellos personajes que han llegado a personificar: Daniel no es el único ligado a un papel.
Siempre me ha llamado la atención el caso de Robert Pattinson. Dentro de lo malo que la gente presupone que es, a mí no me parece que esté tan mal,
De hecho, a mí me costó que me volviera a gustar después de la saga Crepúsculo, y todavía hoy tengo sentimientos encontrados al verle.
Estos son los casos que más me llaman la atención, pero seguro que hay muchos más. Hay papeles que pueden suponer un antes y un después en tu vida, y desde luego eso no es malo, pero por su puesto ese personaje, si adquiere la fuerza suficiente, puede cambiar la visión que la gente puede tener de ti como interprete.
Por ello creo que es necesario pensar seriamente a la hora de aceptar un determinado papel: puede salirte muy bien, como a Emma Watson; puede pasarte una ligera mala pasada, como a Daniel Radcliffe o... bueno, puedes acabar convertido en el próximo chico brillantina, y esa fama es muy difícil de retirar.
Un beso, mis niños. ¡Sed felices!
viernes, 23 de septiembre de 2016
Nyca.
Es impresionante cómo una sola persona, tan simple y sencilla, un minúsculo organismo viviendo en el eterno universo, puede cambiarte la vida tan radicalmente.
Yo no era nadie antes de conocer a Nyca, o al menos eso creía. Nunca me había considerado más que una sombra, una mera chica del montón que pasaba totalmente desapercibida: con mi ropa gris, el cabello pálido y los ojos oscuros, me sentía invisible entre el resto de las personas. Pero Nyca no era igual, ella no sabía lo que era la discreción.
Recuerdo el día que la conocí, mientras trabajaba en el bar situado frente a mi universidad. Estaba agotada y enfadada después de las clases, y apenas era capaz de atender a los clientes que se acercaban a la barra. Simplemente tomaba las notas y servía las bebidas, totalmente inconsciente de los comportamientos – e incluso de las caras – de todos ellos.
Pero no fue así con ella, era imposible. Pude escuchar el sonido de sus tacones en el mismo momento en que entró por la puerta, a pesar del volumen de la música, y sus labios rojos me hipnotizaron hasta que se colocó frente a mí.
- ¡Hola! – me sonrió mostrando los dientes, mientras mechones de pelo negro cruzaban por su frente.
- Hola, ¿qué vas a querer?
Ella pareció sorprendida por mi actitud, demasiado fría teniendo en cuenta el modo en que se había presentado. Se le borró la sonrisa, y por un momento llegué a arrepentirme de mi reacción.
- Una cerveza, por favor.
Me acerqué hasta el surtidor y se la serví, intentando que no notara que, a pesar de mi comportamiento, me inspiraba mucha curiosidad. Pensé que se iría a alguna de las mesas, quizá con uno de los grandes grupos que se reunían en torno a ellas, pero se sentó en una esquina de la barra. Al mirarla de reojo, descubrí que ella me observaba con interés.
Procuré no hacerla caso, evitando en lo posible acercarme hacia donde estaba, pero conseguir aquello durante mucho tiempo fue imposible. Me abordó en cuanto pasé por su lado.
- ¿Estás bien? – no me lo preguntó con malicia, sino como si le preocupara de verdad. Actuaba igual que si fuéramos amigas.
- ¿Perdón?
- Lo siento, es que no pareces encontrarte muy bien. ¿Tomamos algo cuándo acabes?, quizá te anime.
Estuve unos segundos sin saber qué contestar y mi primera reacción fue decirle que no, nunca había conocido a nadie que se atreviera a hablar así a una completa desconocida, pero finalmente acepté la oferta.
- Salgo a las seis.
- Perfecto, puedo esperar – Nyca sonrió satisfecha mientras se acomodaba más en su asiento.
Cuando acabé mi turno seguía allí, jugando con su segunda jarra medio vacía.
- Siento la espera.
- No pasa nada, no ha sido tan largo. Yo también debería buscarme un trabajo – estudió la barra, pensativa por un momento.
- Me llamo Laura.
- ¡Oh!, cierto – ella se levantó de golpe, con una sonrisa en la cara –. Yo soy Nyca.
- ¿Nyca?
- Bueno, Mónica – parecía molesta al reconocerlo – pero no me gusta que me llamen así. ¿Quieres quedarte aquí o vamos a otro bar?, a lo mejor ya estás harta de estar aquí.
Normalmente me gustaba quedarme allí, me hacía sentir cómoda y tranquila, sin cambios cuyas consecuencias no podía conocer. Sin embargo, por algún motivo, accedí a irme con ella.
No me llevó muy lejos, entramos en un bar que se encontraba a unas pocas manzanas de distancia. Nyca se dirigió directamente a la barra, con las miradas de todos clavadas en su espalda, y en cuanto nos sentamos pedimos las bebidas.
El sitio era tranquilo, incluso menos bullicioso que el local donde trabajaba. Los clientes se sentaban en las mesas en pequeños grupos, y el murmullo de las conversaciones apenas se escuchaba. Nyca no dejaba de mirarme, curiosa.
- ¿Estás mejor?
- Oh, sí.
- Se te nota un poco, me alegro – recogió nuestras bebidas de la parte superior de la barra, y me acercó la mía – ¿Llevas mucho trabajando?
- Desde que empezó el curso – me encogí de hombros, sin darle importancia –. Quiero empezar a ganarme mi propio dinero.
- Te entiendo. ¿Sigues estudiando aquí?
- Estoy en el último año.
- Yo en el tercero, pero sólo estoy aquí de intercambio. Me iré cuando acabe el curso, aunque la ciudad me gusta.
- ¿Ya la conoces?
- No del todo, por supuesto, pero me esfuerzo en poder decir que sí cuando me vaya. Me gustaría conocerlo todo.
- Llevo toda la vida aquí y creo que aún no he visto ni la mitad, supongo que no le pongo muchas ganas.
Me observó detenidamente, tardó un momento en contestar-
- Bueno, si alguna vez te animas, avísame.
Al final no me hizo falta avisarla, a las dos semanas Nyca empezó a arrastrarme por cualquier lugar que reconociera no haber visto antes: recorrimos las azoteas de la ciudad, disfrutando de paisajes que no sabía que existían aquí; caminamos por cada calle perdida que encontramos, fascinándonos con cualquier pequeño detalle apenas digno de mención; comíamos en los locales que nos llamaban la atención, y descubrí la hamburguesa de mi vida a un par de calles de mi casa.
Comprendí que había pasado la mayor parte de mi vida inmersa en una rutina de la que no salía en ningún momento, y llegado un punto había dejado de notarlo. Me sentía cómoda en ella, sin sentir realmente deseos de salir, conforme con la idea de mantenerme en un segundo plano día a día. Sí, podía ser invisible y una sombra, vale, pero en realidad tampoco pretendía hacer algo al respecto.
Nyca me cambió la vida.
Con el paso del tiempo, me fue despertando, y me transmitió parte de esa energía que la hacía destacar allá donde fuera. Me hizo cambiar, consiguiendo que me diera cuenta de la vida que llevaba, insuflándome fuerzas para empezar a modificar aquellos pequeños aspectos de la misma que no me hacían ser feliz.
No es como los padres a veces piensan, Nyca no me hizo volverme una mala chica, una mala estudiante, una completa irresponsable. Ella no era así, por mucho que su imagen fuera diferente a la de una chica perfectamente correcta, simplemente era auténtica. Me enseñó a no conformarme, a saber quién era en realidad.
Pasamos todo aquel año juntas, y en ese tiempo llegué a sentirla como la hermana que nunca había tenido. Sin embargo, las dos sabíamos que ella no iba a quedarse para siempre. Nos despedimos una semana después de que el curso terminara.
- Te voy a echar de menos – ella estaba sentada frente a mí, con la espalda apoyada en una de las columnas de mi azotea. La luz del atardecer modificaba el color de su piel.
- Y yo a ti. Pero volveremos a vernos, ¿verdad?
- Claro – sonrió alegre, mostrando los dientes entre los labios rojos –. Será como una relación a distancia, siempre habrá un buen momento para visitarnos – se puso seria de pronto, titubeante, con las manos aferradas a la botella de Coca – cola – ¿Tú estarás bien?
A pesar de la preocupación con la que planteó la pregunta, me reí.
- Por supuesto que estaré bien. Ya no puedo volver a estar mal, gracias a ti – me detuve, pensando por un momento si decir lo que tenía en mente –.Te quiero.
Ella se rio, de repente con lágrimas en los ojos. Había conseguido emocionarla.
- Yo también te quiero a ti.
Se marchó aquella madrugada, de manera que no pude acompañarla, pero aun así siento que puedo verla perfectamente: con el sonido de sus pasos caminando por el andén, regalando una mirada amable a cualquiera que se le cruzara, seguramente alegrando el día a algún destinatario de su sonrisa. Nyca nunca pasa desapercibida.
Se equivocó en algo: hace años que no la veo, aunque seguimos en contacto. Ella no se quedó más tiempo del necesario en casa, y en cuanto terminó la carrera decidió irse a trabajar un año a Australia, el lugar más lejano que pudo encontrar. Yo no me he llegado a marchar tanto tiempo, supongo que hay algo en mí que se mantiene enraizado allí donde nací – cosa que aprendí que tampoco es mala – pero vivo determinada a guiar mi propia vida, sin dejar que sea su inercia la que me arrastre a mí.
Soy incapaz de imaginar cómo sería ahora si nunca la hubiera llegado a ver, si hubiera rechazado la oferta de salir con ella aquella tarde. Seguramente seguiría igual que me encontró, viviendo como si lo que hiciera no importara, como si no fuera nadie.
Jamás agradeceré lo suficiente haberla conocido.
Yo no era nadie antes de conocer a Nyca, o al menos eso creía. Nunca me había considerado más que una sombra, una mera chica del montón que pasaba totalmente desapercibida: con mi ropa gris, el cabello pálido y los ojos oscuros, me sentía invisible entre el resto de las personas. Pero Nyca no era igual, ella no sabía lo que era la discreción.
Recuerdo el día que la conocí, mientras trabajaba en el bar situado frente a mi universidad. Estaba agotada y enfadada después de las clases, y apenas era capaz de atender a los clientes que se acercaban a la barra. Simplemente tomaba las notas y servía las bebidas, totalmente inconsciente de los comportamientos – e incluso de las caras – de todos ellos.
Pero no fue así con ella, era imposible. Pude escuchar el sonido de sus tacones en el mismo momento en que entró por la puerta, a pesar del volumen de la música, y sus labios rojos me hipnotizaron hasta que se colocó frente a mí.
- ¡Hola! – me sonrió mostrando los dientes, mientras mechones de pelo negro cruzaban por su frente.
- Hola, ¿qué vas a querer?
Ella pareció sorprendida por mi actitud, demasiado fría teniendo en cuenta el modo en que se había presentado. Se le borró la sonrisa, y por un momento llegué a arrepentirme de mi reacción.
- Una cerveza, por favor.
Me acerqué hasta el surtidor y se la serví, intentando que no notara que, a pesar de mi comportamiento, me inspiraba mucha curiosidad. Pensé que se iría a alguna de las mesas, quizá con uno de los grandes grupos que se reunían en torno a ellas, pero se sentó en una esquina de la barra. Al mirarla de reojo, descubrí que ella me observaba con interés.
Procuré no hacerla caso, evitando en lo posible acercarme hacia donde estaba, pero conseguir aquello durante mucho tiempo fue imposible. Me abordó en cuanto pasé por su lado.
- ¿Estás bien? – no me lo preguntó con malicia, sino como si le preocupara de verdad. Actuaba igual que si fuéramos amigas.
- ¿Perdón?
- Lo siento, es que no pareces encontrarte muy bien. ¿Tomamos algo cuándo acabes?, quizá te anime.
Estuve unos segundos sin saber qué contestar y mi primera reacción fue decirle que no, nunca había conocido a nadie que se atreviera a hablar así a una completa desconocida, pero finalmente acepté la oferta.
- Salgo a las seis.
- Perfecto, puedo esperar – Nyca sonrió satisfecha mientras se acomodaba más en su asiento.
Cuando acabé mi turno seguía allí, jugando con su segunda jarra medio vacía.
- Siento la espera.
- No pasa nada, no ha sido tan largo. Yo también debería buscarme un trabajo – estudió la barra, pensativa por un momento.
- Me llamo Laura.
- ¡Oh!, cierto – ella se levantó de golpe, con una sonrisa en la cara –. Yo soy Nyca.
- ¿Nyca?
- Bueno, Mónica – parecía molesta al reconocerlo – pero no me gusta que me llamen así. ¿Quieres quedarte aquí o vamos a otro bar?, a lo mejor ya estás harta de estar aquí.
Normalmente me gustaba quedarme allí, me hacía sentir cómoda y tranquila, sin cambios cuyas consecuencias no podía conocer. Sin embargo, por algún motivo, accedí a irme con ella.
No me llevó muy lejos, entramos en un bar que se encontraba a unas pocas manzanas de distancia. Nyca se dirigió directamente a la barra, con las miradas de todos clavadas en su espalda, y en cuanto nos sentamos pedimos las bebidas.
El sitio era tranquilo, incluso menos bullicioso que el local donde trabajaba. Los clientes se sentaban en las mesas en pequeños grupos, y el murmullo de las conversaciones apenas se escuchaba. Nyca no dejaba de mirarme, curiosa.
- ¿Estás mejor?
- Oh, sí.
- Se te nota un poco, me alegro – recogió nuestras bebidas de la parte superior de la barra, y me acercó la mía – ¿Llevas mucho trabajando?
- Desde que empezó el curso – me encogí de hombros, sin darle importancia –. Quiero empezar a ganarme mi propio dinero.
- Te entiendo. ¿Sigues estudiando aquí?
- Estoy en el último año.
- Yo en el tercero, pero sólo estoy aquí de intercambio. Me iré cuando acabe el curso, aunque la ciudad me gusta.
- ¿Ya la conoces?
- No del todo, por supuesto, pero me esfuerzo en poder decir que sí cuando me vaya. Me gustaría conocerlo todo.
- Llevo toda la vida aquí y creo que aún no he visto ni la mitad, supongo que no le pongo muchas ganas.
Me observó detenidamente, tardó un momento en contestar-
- Bueno, si alguna vez te animas, avísame.
Al final no me hizo falta avisarla, a las dos semanas Nyca empezó a arrastrarme por cualquier lugar que reconociera no haber visto antes: recorrimos las azoteas de la ciudad, disfrutando de paisajes que no sabía que existían aquí; caminamos por cada calle perdida que encontramos, fascinándonos con cualquier pequeño detalle apenas digno de mención; comíamos en los locales que nos llamaban la atención, y descubrí la hamburguesa de mi vida a un par de calles de mi casa.
Comprendí que había pasado la mayor parte de mi vida inmersa en una rutina de la que no salía en ningún momento, y llegado un punto había dejado de notarlo. Me sentía cómoda en ella, sin sentir realmente deseos de salir, conforme con la idea de mantenerme en un segundo plano día a día. Sí, podía ser invisible y una sombra, vale, pero en realidad tampoco pretendía hacer algo al respecto.
Nyca me cambió la vida.
Con el paso del tiempo, me fue despertando, y me transmitió parte de esa energía que la hacía destacar allá donde fuera. Me hizo cambiar, consiguiendo que me diera cuenta de la vida que llevaba, insuflándome fuerzas para empezar a modificar aquellos pequeños aspectos de la misma que no me hacían ser feliz.
No es como los padres a veces piensan, Nyca no me hizo volverme una mala chica, una mala estudiante, una completa irresponsable. Ella no era así, por mucho que su imagen fuera diferente a la de una chica perfectamente correcta, simplemente era auténtica. Me enseñó a no conformarme, a saber quién era en realidad.
Pasamos todo aquel año juntas, y en ese tiempo llegué a sentirla como la hermana que nunca había tenido. Sin embargo, las dos sabíamos que ella no iba a quedarse para siempre. Nos despedimos una semana después de que el curso terminara.
- Te voy a echar de menos – ella estaba sentada frente a mí, con la espalda apoyada en una de las columnas de mi azotea. La luz del atardecer modificaba el color de su piel.
- Y yo a ti. Pero volveremos a vernos, ¿verdad?
- Claro – sonrió alegre, mostrando los dientes entre los labios rojos –. Será como una relación a distancia, siempre habrá un buen momento para visitarnos – se puso seria de pronto, titubeante, con las manos aferradas a la botella de Coca – cola – ¿Tú estarás bien?
A pesar de la preocupación con la que planteó la pregunta, me reí.
- Por supuesto que estaré bien. Ya no puedo volver a estar mal, gracias a ti – me detuve, pensando por un momento si decir lo que tenía en mente –.Te quiero.
Ella se rio, de repente con lágrimas en los ojos. Había conseguido emocionarla.
- Yo también te quiero a ti.
Se marchó aquella madrugada, de manera que no pude acompañarla, pero aun así siento que puedo verla perfectamente: con el sonido de sus pasos caminando por el andén, regalando una mirada amable a cualquiera que se le cruzara, seguramente alegrando el día a algún destinatario de su sonrisa. Nyca nunca pasa desapercibida.
Se equivocó en algo: hace años que no la veo, aunque seguimos en contacto. Ella no se quedó más tiempo del necesario en casa, y en cuanto terminó la carrera decidió irse a trabajar un año a Australia, el lugar más lejano que pudo encontrar. Yo no me he llegado a marchar tanto tiempo, supongo que hay algo en mí que se mantiene enraizado allí donde nací – cosa que aprendí que tampoco es mala – pero vivo determinada a guiar mi propia vida, sin dejar que sea su inercia la que me arrastre a mí.
Soy incapaz de imaginar cómo sería ahora si nunca la hubiera llegado a ver, si hubiera rechazado la oferta de salir con ella aquella tarde. Seguramente seguiría igual que me encontró, viviendo como si lo que hiciera no importara, como si no fuera nadie.
Jamás agradeceré lo suficiente haberla conocido.
viernes, 16 de septiembre de 2016
Tag: Escrito a mano.
¡Hola, mis niños!
Hoy os traigo un tag que vi en el blog de Un libro tras otro. Lo he llevado aquí porque me pareció muy curioso, aunque no trata exactamente de libros: lo que hay que hacer es responder a las preguntas planteadas escribiendo a mano, hacerle una foto al papel y ponerla aquí.
Yo voy a hacer esto, pero voy a seguir el ejemplo de varios blogueros y también transcribiré las preguntas y respuestas para que las podáis leer más cómodamente. La letra me ha quedado bastante decente (primer reto conseguido) y la foto no ha salido borrosa (segundo reto conseguido, ¡yay!), pero por si acaso.
Así pues, empezamos:
1. Taggeada por:
Nadie.
2. Tu user o nombre:
Irith, desde hace un tiempo.
3. La url de tu blog:
bailandoentrepalabras.blogspot.com
4. Tu color favorito:
Naranja.
5. Tu cita favorita:
"Anything is possible if you have got enough nerve"
Harry Potter
6. ¿Qué es más importante: escribir rápido o escribir prolijo?
Escribir prolijo, pero ojalá pudiera conseguir hacerlo rápido.
7. Escribe algo en mayúsculas:
ME ESTOY ESFORZANDO DE VERDAD POR HACER UNA BUENA LETRA.
8. ¡Dinos algo! Cualquier cosa:
Ahora mismo estoy viendo "El niño con el pijama de rayas" siento la confusión en el título y siento un asco y una impotencia horribles.
9. Taggea a quien quieras:
Yo no he sido nominada y no voy a nominar. Sed libres de llevaros el tag a vuestros blogs.
Y esto es todo por hoy. Espero que os haya gustado y que no signifique trampa haberme detenido a hacer legible mi letra.
Un beso, mis niños. ¡Sed felices!
viernes, 9 de septiembre de 2016
Escenario.
Antes de nada: quiero advertir de que este texto estaba destinado a ser un poco gore, y no estoy segura de si lo he conseguido. Por si acaso, quiero advertir a quien no le guste leer cosas de ese tipo que vaya con cuidado.
El olor se podía notar nada más salir del ascensor, en el pasillo del tercer piso del edificio. Uno nunca se acostumbraba a aquel hedor, a la pestilencia de lo podrido, la sangre y la muerte. Era evidente que el escenario que les esperaba no iba a ser agradable.
Se encaminaron hacia la puerta que les habían indicado, y su compañero llamó a la misma. Nadie respondió, lo cual no era sorprendente. Pudo ver la expresión en el rostro de su jefe antes de echar la puerta abajo, la duda mezclada con el arrepentimiento previo, ese era uno de aquellos días en los que uno sólo quería quedarse metido en la cama, esperando que los problemas y los delitos violentos se solucionaran solos.
Al entrar, el mal olor que se percibía en el pasillo se hacía dolorosamente más intenso, y tuvo que esforzarse por controlar las náuseas. Todo estaba en tinieblas, y les costó reparar en el enorme charco de sangre que se extendía por el vestíbulo.
Sin embargo, en el salón todo estaba cubierto de ella: regueros rojos caían en las paredes, ensuciando los cuadros que las decoraban; en el suelo apenas se podía distinguir el parqué, enterrado casi en su totalidad bajo una capa de sangre; una leve luz roja les iluminaba, y descubrieron que la bombilla de una de las lámparas también estaba manchada.
Tras dar un par de pasos, su pie chocó contra algo. Forzando la vista descubrió que había tropezado contra una pierna humana.
No era la única: con ayuda de las linternas, fueron conscientes de que la habitación estaba plagada de miembros amputados. Yacían en las esquinas, bajo los muebles, sobre ellos; varios cuerpos se encontraban en el salón, divididos en pedazos.
Escuchó una fuerte arcada, y se volvió a tiempo para ver a uno de sus compañeros huyendo hacia el pasillo para vomitar. Le entendía.
- Está bien – la voz del inspector jefe era un susurro ronco, tembloroso –. Que un par de vosotros vaya a estudiar el resto de habitaciones, a ver si están igual. Han dicho que aquí vive una niña, tratad de encontrarla, creo que no está aquí.
Dos agentes echaron a correr por el pasillo que comunicaba las estancias, y el hombre empezó a pasearse cuidadosamente por el salón. Se acercó a él.
- Mira – su jefe le invitó a asomarse hacia donde apuntaba con su linterna, el borde por el que había sido amputada una cabeza que reposaba sobre el sofá –. La división es limpia, y el resto de la estancia está en perfecto estado. Alguien se ha dedicado a cortarlos.
- ¿Quién haría algo así?
- No lo sé, nunca he visto nada igual.
- ¡Señor! – uno de los agentes que había partido a explorar la casa volvió a la habitación, agitado –. El resto de las habitaciones parecen encontrarse en buen estado, como si no hubiera pasado nada. La niña estaba escondida en un arcón.
Su compañero apareció también, con la pequeña apretada contra su pecho. No podía tener más de cinco años, y se aferraba temblorosa a la camisa del policía. No podía verla la cara, pero podía imaginarla.
- Que alguien la saque de aquí.
Con todo el cuidado que pudo, se aproximó a su compañero y cogió a la niña. Durante el intercambio, ella permaneció con los ojos cerrados, como si supiera que no debía mirar a su alrededor.
- Ya está, nos vamos a ir de aquí.
Prefirió no sentarla en el pasillo, donde el olor a muerte se unía al del vómito abandonado frente a la puerta. Bajó las escaleras hasta llegar al portal, donde se reunían varias ambulancias y un pequeño grupo de curiosos.
- Ya estás a salvo, cariño – sentó a la niña en la parte trasera de una de las ambulancias, donde un enfermero esperaba para atenderla –. Todo ha pasado, ¿vale?
La pequeña asintió, temblorosa, mirándola afligida con sus enormes ojos grises.
- No nos hemos presentado, yo me llamo Diana – le sonrió mientras le acariciaba levemente las manos, necesitaba su confianza –. ¿Tú cómo te llamas?
- Elisa.
- Un nombre muy bonito. Escucha, ahora este señor tan amable va a comprobar que no te pase nada, yo me quedaré por aquí.
Se hizo a un lado, dejando que el enfermero revisase a la niña. El agente que había sufrido las náuseas se le acercó por detrás.
- ¿La habéis encontrado?
- Sí, al parecer se había escondido – no miró a la niña, intentando que no imaginase que hablaban de ella.
- ¿Y los demás?
Negó con la cabeza.
- Es el peor escenario que he visto jamás. No sé cómo alguien ha podido llevar a cabo un acto así.
- Yo tampoco. Es casi un milagro que la niña haya podido salir viva.
- Desde luego.
Ninguno miraba a la pequeña, inmersos en sus propias elucubraciones. Quizá, si lo hubieran hecho, la astuta y fría sonrisa que esbozaba Elisa en ese momento les hubiera hecho sospechar.
El olor se podía notar nada más salir del ascensor, en el pasillo del tercer piso del edificio. Uno nunca se acostumbraba a aquel hedor, a la pestilencia de lo podrido, la sangre y la muerte. Era evidente que el escenario que les esperaba no iba a ser agradable.
Se encaminaron hacia la puerta que les habían indicado, y su compañero llamó a la misma. Nadie respondió, lo cual no era sorprendente. Pudo ver la expresión en el rostro de su jefe antes de echar la puerta abajo, la duda mezclada con el arrepentimiento previo, ese era uno de aquellos días en los que uno sólo quería quedarse metido en la cama, esperando que los problemas y los delitos violentos se solucionaran solos.
Al entrar, el mal olor que se percibía en el pasillo se hacía dolorosamente más intenso, y tuvo que esforzarse por controlar las náuseas. Todo estaba en tinieblas, y les costó reparar en el enorme charco de sangre que se extendía por el vestíbulo.
Sin embargo, en el salón todo estaba cubierto de ella: regueros rojos caían en las paredes, ensuciando los cuadros que las decoraban; en el suelo apenas se podía distinguir el parqué, enterrado casi en su totalidad bajo una capa de sangre; una leve luz roja les iluminaba, y descubrieron que la bombilla de una de las lámparas también estaba manchada.
Tras dar un par de pasos, su pie chocó contra algo. Forzando la vista descubrió que había tropezado contra una pierna humana.
No era la única: con ayuda de las linternas, fueron conscientes de que la habitación estaba plagada de miembros amputados. Yacían en las esquinas, bajo los muebles, sobre ellos; varios cuerpos se encontraban en el salón, divididos en pedazos.
Escuchó una fuerte arcada, y se volvió a tiempo para ver a uno de sus compañeros huyendo hacia el pasillo para vomitar. Le entendía.
- Está bien – la voz del inspector jefe era un susurro ronco, tembloroso –. Que un par de vosotros vaya a estudiar el resto de habitaciones, a ver si están igual. Han dicho que aquí vive una niña, tratad de encontrarla, creo que no está aquí.
Dos agentes echaron a correr por el pasillo que comunicaba las estancias, y el hombre empezó a pasearse cuidadosamente por el salón. Se acercó a él.
- Mira – su jefe le invitó a asomarse hacia donde apuntaba con su linterna, el borde por el que había sido amputada una cabeza que reposaba sobre el sofá –. La división es limpia, y el resto de la estancia está en perfecto estado. Alguien se ha dedicado a cortarlos.
- ¿Quién haría algo así?
- No lo sé, nunca he visto nada igual.
- ¡Señor! – uno de los agentes que había partido a explorar la casa volvió a la habitación, agitado –. El resto de las habitaciones parecen encontrarse en buen estado, como si no hubiera pasado nada. La niña estaba escondida en un arcón.
Su compañero apareció también, con la pequeña apretada contra su pecho. No podía tener más de cinco años, y se aferraba temblorosa a la camisa del policía. No podía verla la cara, pero podía imaginarla.
- Que alguien la saque de aquí.
Con todo el cuidado que pudo, se aproximó a su compañero y cogió a la niña. Durante el intercambio, ella permaneció con los ojos cerrados, como si supiera que no debía mirar a su alrededor.
- Ya está, nos vamos a ir de aquí.
Prefirió no sentarla en el pasillo, donde el olor a muerte se unía al del vómito abandonado frente a la puerta. Bajó las escaleras hasta llegar al portal, donde se reunían varias ambulancias y un pequeño grupo de curiosos.
- Ya estás a salvo, cariño – sentó a la niña en la parte trasera de una de las ambulancias, donde un enfermero esperaba para atenderla –. Todo ha pasado, ¿vale?
La pequeña asintió, temblorosa, mirándola afligida con sus enormes ojos grises.
- No nos hemos presentado, yo me llamo Diana – le sonrió mientras le acariciaba levemente las manos, necesitaba su confianza –. ¿Tú cómo te llamas?
- Elisa.
- Un nombre muy bonito. Escucha, ahora este señor tan amable va a comprobar que no te pase nada, yo me quedaré por aquí.
Se hizo a un lado, dejando que el enfermero revisase a la niña. El agente que había sufrido las náuseas se le acercó por detrás.
- ¿La habéis encontrado?
- Sí, al parecer se había escondido – no miró a la niña, intentando que no imaginase que hablaban de ella.
- ¿Y los demás?
Negó con la cabeza.
- Es el peor escenario que he visto jamás. No sé cómo alguien ha podido llevar a cabo un acto así.
- Yo tampoco. Es casi un milagro que la niña haya podido salir viva.
- Desde luego.
Ninguno miraba a la pequeña, inmersos en sus propias elucubraciones. Quizá, si lo hubieran hecho, la astuta y fría sonrisa que esbozaba Elisa en ese momento les hubiera hecho sospechar.
viernes, 2 de septiembre de 2016
El arte de Victoria Francés.
¡Hola, mis niños!
Hoy vengo a hablaros de mi ilustradora favorita, cuyo estilo me resulta fascinante y único. Sin embargo, me consta que es bastante conocida, así que seguramente a algunos no os esté contando nada nuevo.
De todos modos, allá voy.
Se trata de Victoria Francés, una artista valenciana que ya cuenta con varios trabajos publicados y cuyas ilustraciones llevan años dando vueltas por todos lados. Casi se podría decir que puedes encontrar su arte por donde busques: hay puzzles, posters, calendarios, cuadernos... además de poder encontrar sus dibujos en artículos tan dispares como camisetas, bolsos o banderas.
Seguramente su obra más conocida sea la trilogía Favole, y es con la que yo la conocí. Así me enamoré de sus dibujos, que desprenden un aire gótico y encantadoramente oscuro por cada poro. El arte de Victoria no es artificial o inverosímil, tiene un realismo que, aunque realmente no sé si puede ser definido como tal, otorga a sus ilustraciones algo especial que logra fascinar a aquellos que las ven, que les hacen soñar y transportarse hasta la historia que está siendo contada.
Os garantizo que, hasta ahora, no he visto nada que se parezca a sus dibujos, que pueda confundirse con los suyos. El estilo de esta artista es único, incomparable, no hay nada igual.
A continuación, os enseño algunas de mis imágenes favoritas.
Espero que las disfrutéis y os gusten tanto como me gustan a mí.
Un beso, mis niños. ¡Sed felices!
Hoy vengo a hablaros de mi ilustradora favorita, cuyo estilo me resulta fascinante y único. Sin embargo, me consta que es bastante conocida, así que seguramente a algunos no os esté contando nada nuevo.
De todos modos, allá voy.
Se trata de Victoria Francés, una artista valenciana que ya cuenta con varios trabajos publicados y cuyas ilustraciones llevan años dando vueltas por todos lados. Casi se podría decir que puedes encontrar su arte por donde busques: hay puzzles, posters, calendarios, cuadernos... además de poder encontrar sus dibujos en artículos tan dispares como camisetas, bolsos o banderas.
Seguramente su obra más conocida sea la trilogía Favole, y es con la que yo la conocí. Así me enamoré de sus dibujos, que desprenden un aire gótico y encantadoramente oscuro por cada poro. El arte de Victoria no es artificial o inverosímil, tiene un realismo que, aunque realmente no sé si puede ser definido como tal, otorga a sus ilustraciones algo especial que logra fascinar a aquellos que las ven, que les hacen soñar y transportarse hasta la historia que está siendo contada.
Os garantizo que, hasta ahora, no he visto nada que se parezca a sus dibujos, que pueda confundirse con los suyos. El estilo de esta artista es único, incomparable, no hay nada igual.
A continuación, os enseño algunas de mis imágenes favoritas.
Espero que las disfrutéis y os gusten tanto como me gustan a mí.
Un beso, mis niños. ¡Sed felices!
viernes, 26 de agosto de 2016
Parque del Retiro.
¡Hola, mis niños!
Realmente yo no tenía planeada esta entrada exactamente, sino una en la que os enseñaba fotos que he ido haciendo de mi ciudad, Madrid.
Sin embargo, el día en que empecé a hacer esa entrada mi novio me sugirió ir a pasear por el parque del Retiro y, entre Pokémon y Pokémon, hice fotos. Muchas fotos.
De modo que aquí os traigo algunas: no son fotos de guía turística, porque hay muy pocos planos generales, simplemente son cosas que en su momento quise fotografiar y se me ocurrió enseñároslas.
Espero que os gusten.
Eso es todo por hoy, espero que os hayan gustado las fotos.
Un beso, mis niños. ¡Sed felices!
Realmente yo no tenía planeada esta entrada exactamente, sino una en la que os enseñaba fotos que he ido haciendo de mi ciudad, Madrid.
Sin embargo, el día en que empecé a hacer esa entrada mi novio me sugirió ir a pasear por el parque del Retiro y, entre Pokémon y Pokémon, hice fotos. Muchas fotos.
De modo que aquí os traigo algunas: no son fotos de guía turística, porque hay muy pocos planos generales, simplemente son cosas que en su momento quise fotografiar y se me ocurrió enseñároslas.
Espero que os gusten.
1. Una fuentecita.
2., 3., 4., 5., 6. y 7. Estas son fotos del lago del Retiro.
8. Un duendecito junto a la Casa de Fieras.
9. La jaula de la Casa de Fieras.
10. y 11. Esto es una especie de paseíto.
12. Uno de los carteles que hay para marcar los paseos y plazas del parque.
13. y 14. Dos estatuas bonitas. La de la foto 14. me tiene enamorada.
15. Esto es el Bosque del Recuerdo, en memoria de las víctimas del 11-M
Un beso, mis niños. ¡Sed felices!
viernes, 19 de agosto de 2016
Noche de fin de año.
Se detuvo en su habitación, observando detenidamente las paredes pintadas de un desgastado rosa y todas aquellas cajitas apiladas ordenadamente sobre el escritorio.
Se sentó en su cama y examinó el bajo de su vestido, cuyo tejido de un llamativo azul eléctrico se ajustaba perfectamente a sus curvas. Levantó levemente las piernas, estudiando sus zapatos: jamás había llevado unos tacones tan altos.
Había pasado muchísimo tiempo arreglándose, pero en realidad no le apetecía salir.
Unos tímidos golpes sonaron contra la puerta, y la cabecita rubia de su hermano asomó por la rendija. Todavía llevaba puesta la diadema con el número del nuevo año que su tía le había colocado al llegar.
- Han llamado al telefonillo. Dicen que te esperan abajo.
Le dedicó una sonrisa triste.
- Gracias, ya voy.
En el salón, los platos y las copas seguían puestos sobre la mesa, arropados por tiras de confeti. Sus padres bailaban frente a la tele, animados por la canción de una de esas aburridas galas que se emitían cada Nochevieja después de tocar las doce.
- Me voy.
Su prima fue la única que se levantó del sofá para despedirla, intentando abrazarse a sus piernas a pesar de no tener todavía los brazos lo suficientemente largos. Su madre se acercó a ella.
- Diviértete, y no bebas demasiado.
Leire sonrió, consciente de que se había forzado a emitir esa advertencia. A su madre no le gustaba prohibirle cosas de las que ella misma había disfrutado antes.
- Claro.
- No lo pienses demasiado, ¿vale? – ella le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja, con ternura.
No respondió, limitándose a asentir. Antes de marcharse le dio un beso a su prima y se despidió de los demás con un gesto de la mano.
Abajo, parecía que la fiesta había empezado sin ella. Sus amigos reían y bailaban, bebiendo las cervezas que alguien había conseguido sacar de casa.
- ¿Por qué has tardado tanto? – su mejor amiga la abrazó, con una voz más aguda de lo normal. Al separarse pudo notar la rojez en sus ojos y los discretos tambaleos que sufría al andar.
- Me he entretenido un poco, lo siento.
- Bah, no pasa nada – su amiga se volvió hacia el grupo, desperdigado por buena parte de la acera –. Chicos, nos vamos. ¡Ya estamos todos!
Mientras saludaba a los demás, Leire no pudo evitar pensar que su amiga estaba muy equivocada. Aparentemente no faltaba nadie, cierto, pero él ya no estaba en la ciudad para acudir a los planes, para verla. Y aquella ausencia pesaba más que cualquier otra cosa.
No tardaron demasiado en llegar al club, caminando todo lo rápido que podían entre tragos y bromas. Ella se esforzaba en enfundarse en su abrigo mientras trataba de escuchar la charla intranscendente de sus amigos, pero por algún motivo nada de eso parecía tener ningún sentido.
Por un gran golpe de suerte, el local no estaba lleno, o al menos no tanto como debería estar. Dentro olía a licor y a ese ambiente cerrado característico de tantas discotecas; las luces oscuras y el elevado volumen de la música la molestaron al principio, pero no tardó en acostumbrarse.
De camino a la barra pudo notar decenas de vestidos elegantes y trajes entallados, que combinaban estrafalariamente con las mismas diademas que su hermano había llevado toda la noche. La gente charlaba y bailaba, creando con su energía la mejor tarjeta de visita posible.
Normalmente, a Leire le divertía ver aquello; le fascinaba, le encantaba formar parte de ese fenómeno. Sin embargo, esa noche se sentía como la extraña que intenta detener con su presencia la corriente, sin que nadie se lo haya pedido.
Se sentó en la barra, acariciando distraída la superficie brillante. A pesar del alcohol, su amiga entendió que algo no iba bien.
- Ey – le acarició la mano, Leire alzó la mirada –. Le echas de menos, ¿verdad?
Su breve silencio quedó disimulado por la música de los altavoces.
- Sí.
- Lo siento.
- Gracias.
La chica sonrió, sorprendentemente despejada de pronto. Le alcanzó su bebida mientras que con la otra mano seguí infundiéndole ánimos.
- Nos tomamos esta y vamos a bailar, ¿vale?
Los intentos de su amiga por animarla la enternecieron.
- Claro.
Comenzó a beber, ajena a los gritos de alegría que sus amigos empezaron a emitir algunos metros más allá y después, cuando por fin logró distinguirlos, pensó que su causa seguramente no tendría importancia para ella.
Pero entonces una mano se posó sobre su hombro y, al girarse, pudo reconocer los brazos largos, el lunar en el cuello y, sobretodo, aquellos ojos azules ocultos tras gruesos mechones de pelo negro.
Se lanzó a sus brazos antes de hablar siquiera, y entonces creyó que podría llorar de felicidad.
- ¿Qué haces aquí?
Él se encogió de hombros con una sonrisa, como si realmente no importara.
- Me apetecía pasarme.
- Me alegro de que lo hayas hecho.
- Yo también.
Se miraron durante unos segundos, sonriendo en silencio. Una pequeña parte de su mente fue consciente de cómo las manos del chico acariciaban su espalda.
- Ven, siéntate – se apresuró a acercar un taburete a los asientos de sus amigas –. Va a ser una gran noche.
Se sentó en su cama y examinó el bajo de su vestido, cuyo tejido de un llamativo azul eléctrico se ajustaba perfectamente a sus curvas. Levantó levemente las piernas, estudiando sus zapatos: jamás había llevado unos tacones tan altos.
Había pasado muchísimo tiempo arreglándose, pero en realidad no le apetecía salir.
Unos tímidos golpes sonaron contra la puerta, y la cabecita rubia de su hermano asomó por la rendija. Todavía llevaba puesta la diadema con el número del nuevo año que su tía le había colocado al llegar.
- Han llamado al telefonillo. Dicen que te esperan abajo.
Le dedicó una sonrisa triste.
- Gracias, ya voy.
En el salón, los platos y las copas seguían puestos sobre la mesa, arropados por tiras de confeti. Sus padres bailaban frente a la tele, animados por la canción de una de esas aburridas galas que se emitían cada Nochevieja después de tocar las doce.
- Me voy.
Su prima fue la única que se levantó del sofá para despedirla, intentando abrazarse a sus piernas a pesar de no tener todavía los brazos lo suficientemente largos. Su madre se acercó a ella.
- Diviértete, y no bebas demasiado.
Leire sonrió, consciente de que se había forzado a emitir esa advertencia. A su madre no le gustaba prohibirle cosas de las que ella misma había disfrutado antes.
- Claro.
- No lo pienses demasiado, ¿vale? – ella le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja, con ternura.
No respondió, limitándose a asentir. Antes de marcharse le dio un beso a su prima y se despidió de los demás con un gesto de la mano.
Abajo, parecía que la fiesta había empezado sin ella. Sus amigos reían y bailaban, bebiendo las cervezas que alguien había conseguido sacar de casa.
- ¿Por qué has tardado tanto? – su mejor amiga la abrazó, con una voz más aguda de lo normal. Al separarse pudo notar la rojez en sus ojos y los discretos tambaleos que sufría al andar.
- Me he entretenido un poco, lo siento.
- Bah, no pasa nada – su amiga se volvió hacia el grupo, desperdigado por buena parte de la acera –. Chicos, nos vamos. ¡Ya estamos todos!
Mientras saludaba a los demás, Leire no pudo evitar pensar que su amiga estaba muy equivocada. Aparentemente no faltaba nadie, cierto, pero él ya no estaba en la ciudad para acudir a los planes, para verla. Y aquella ausencia pesaba más que cualquier otra cosa.
No tardaron demasiado en llegar al club, caminando todo lo rápido que podían entre tragos y bromas. Ella se esforzaba en enfundarse en su abrigo mientras trataba de escuchar la charla intranscendente de sus amigos, pero por algún motivo nada de eso parecía tener ningún sentido.
Por un gran golpe de suerte, el local no estaba lleno, o al menos no tanto como debería estar. Dentro olía a licor y a ese ambiente cerrado característico de tantas discotecas; las luces oscuras y el elevado volumen de la música la molestaron al principio, pero no tardó en acostumbrarse.
De camino a la barra pudo notar decenas de vestidos elegantes y trajes entallados, que combinaban estrafalariamente con las mismas diademas que su hermano había llevado toda la noche. La gente charlaba y bailaba, creando con su energía la mejor tarjeta de visita posible.
Normalmente, a Leire le divertía ver aquello; le fascinaba, le encantaba formar parte de ese fenómeno. Sin embargo, esa noche se sentía como la extraña que intenta detener con su presencia la corriente, sin que nadie se lo haya pedido.
Se sentó en la barra, acariciando distraída la superficie brillante. A pesar del alcohol, su amiga entendió que algo no iba bien.
- Ey – le acarició la mano, Leire alzó la mirada –. Le echas de menos, ¿verdad?
Su breve silencio quedó disimulado por la música de los altavoces.
- Sí.
- Lo siento.
- Gracias.
La chica sonrió, sorprendentemente despejada de pronto. Le alcanzó su bebida mientras que con la otra mano seguí infundiéndole ánimos.
- Nos tomamos esta y vamos a bailar, ¿vale?
Los intentos de su amiga por animarla la enternecieron.
- Claro.
Comenzó a beber, ajena a los gritos de alegría que sus amigos empezaron a emitir algunos metros más allá y después, cuando por fin logró distinguirlos, pensó que su causa seguramente no tendría importancia para ella.
Pero entonces una mano se posó sobre su hombro y, al girarse, pudo reconocer los brazos largos, el lunar en el cuello y, sobretodo, aquellos ojos azules ocultos tras gruesos mechones de pelo negro.
Se lanzó a sus brazos antes de hablar siquiera, y entonces creyó que podría llorar de felicidad.
- ¿Qué haces aquí?
Él se encogió de hombros con una sonrisa, como si realmente no importara.
- Me apetecía pasarme.
- Me alegro de que lo hayas hecho.
- Yo también.
Se miraron durante unos segundos, sonriendo en silencio. Una pequeña parte de su mente fue consciente de cómo las manos del chico acariciaban su espalda.
- Ven, siéntate – se apresuró a acercar un taburete a los asientos de sus amigas –. Va a ser una gran noche.
viernes, 12 de agosto de 2016
636
Este es un relato random. De echo, es tan random que el título que lleva no tiene ningún sentido evidente, es simplemente el nombre rápido que le puse a la nota en la que apunté la idea de este escrito que os traigo (aunque la verdad es que lo de tener un número por título me gusta bastante).
Os digo esto porque, aunque al final me ha quedado algo bastante más decente de lo que esperaba, no tiene una historia ni contexto demasiado desarrollado detrás, así que es lógico que parezca precipitado o desconectado.
Espero que os guste.
El olor a humo la molestaba, pero tras varios minutos de espera comenzaba a tolerarlo.
Echó un vistazo al bar que Diana había escogido para encontrarse: el lugar era oscuro y desagradable y, aunque por lo menos aliviaba el frío que hacía en la calle, Molly no recordaba haber estado jamás en un local tan sucio.
Con las manos apoyadas sobre la mesa, estudió las mangas de su jersey: era de punto blanco, cosido años atrás. Pasó la mano por la tela admirando su suavidad, y entonces se hizo visible la correa floreada de su reloj.
Suspiró. Con sólo verla resultaba evidente que no concordaba con aquel sitio, y quizá tampoco lo hiciera con la nueva Diana.
Ella apareció por la puerta en el mismo instante en el que comenzaba a sonar una nueva canción. Al principio le costó un poco reconocerla pero aquel largo cabello cobrizo, que brillaba como ascuas bajo la luz, era inconfundible.
Pero esa mujer no se parecía a la niña que solía jugar con ella en el parque: el sonido de sus pasos seguros retumbaba en el local gracias a los tacones de sus botas, tan negras como la cazadora de cuero que hacía aún más notable el color de su pelo; Molly percibió el largo de sus piernas, envueltas en unos ajustados pantalones vaqueros que la hacían ver formal en aquel tugurio.
Diana se detuvo frente a ella y, aunque finalmente esbozó una agradable sonrisa, Molly observó la reserva en su mirada.
- Me alegro de verte después de tanto tiempo – se sentó en el asiento frente a ella –. No has cambiado demasiado.
- Tú, en cambio, estás muy diferente.
- Ya, bueno, es lo que hay – Diana rascó distraídamente una mancha reseca de la mesa –. ¿Cuál es ese asunto por el que me has llamado?
A Molly le sorprendió aquella actitud tan directa, y apenada entendió que su compañera no se encontraba allí para recuperar viejas amistades.
- Es por un amigo.
- ¿Un amigo?
Se revolvió incómoda en su asiento, dudando sobre cómo continuar.
- Sí, un vecino mío. Se ha metido en un lío.
- ¿De qué tipo?
- Está encarcelado, pero es inocente.
- ¿De qué delito?
Molly calló, acobardada de pronto. Trató de reunir valor para contestar, pero todavía tardó un rato en volver a hablar, con la mirada fija en sus manos.
- Violación.
Se produjo un tenso silencio después, pero fue incapaz de levantar la vista hacia Diana.
- Absolver a alguien de un delito así es tan grave como acusarle de ello – la voz de la mujer sonó grave de pronto y Molly la miró a los ojos, cuya mirada se había vuelto seria y dura –. ¿Tiene pruebas?
- Yo… no. Pero él es bueno, jamás haría algo parecido.
Diana se acercó a ella de improviso, las finas manos firmemente apoyadas sobre la mesa.
- Escúchame. En todos estos años he conocido lo peor del ser humano: los peores sueños, los peores actos, escenas tan horribles que parecen mentira. No existen hombres buenos, eso es una ilusión creada por aquellos ciegos ante la realidad, y no deberías confiar en cualquiera que diga ser encantador. No voy a ayudarte, Molly, al menos que hayas conseguido alguna prueba que me convenza de que tu vecino no merece estar donde está.
- Pero, Diana.
- No tengo más que hablar – el tono de su voz reflejaba una velada advertencia, pero Molly no podía hacerla caso.
- Por favor…
- He dicho que no – Diana se levantó con agilidad, ni siquiera había llegado a quitarse la chaqueta –. Me voy. Si consigues alguna prueba decente, vuelve a llamarme.
Sin decir nada más, se volvió y se dirigió hacia la puerta, que al abrirse dejó pasar a local parte del frío y la extraña humedad de la niebla del exterior.
Molly observó apesadumbrada el lugar por el que había desaparecido su antigua amiga, jugueteando con los puños de su jersey. Tras unos minutos, reparó en el aroma silvestre que Diana había dejado tras de sí, ocultando por completo el olor a humo.
Os digo esto porque, aunque al final me ha quedado algo bastante más decente de lo que esperaba, no tiene una historia ni contexto demasiado desarrollado detrás, así que es lógico que parezca precipitado o desconectado.
Espero que os guste.
El olor a humo la molestaba, pero tras varios minutos de espera comenzaba a tolerarlo.
Echó un vistazo al bar que Diana había escogido para encontrarse: el lugar era oscuro y desagradable y, aunque por lo menos aliviaba el frío que hacía en la calle, Molly no recordaba haber estado jamás en un local tan sucio.
Con las manos apoyadas sobre la mesa, estudió las mangas de su jersey: era de punto blanco, cosido años atrás. Pasó la mano por la tela admirando su suavidad, y entonces se hizo visible la correa floreada de su reloj.
Suspiró. Con sólo verla resultaba evidente que no concordaba con aquel sitio, y quizá tampoco lo hiciera con la nueva Diana.
Ella apareció por la puerta en el mismo instante en el que comenzaba a sonar una nueva canción. Al principio le costó un poco reconocerla pero aquel largo cabello cobrizo, que brillaba como ascuas bajo la luz, era inconfundible.
Pero esa mujer no se parecía a la niña que solía jugar con ella en el parque: el sonido de sus pasos seguros retumbaba en el local gracias a los tacones de sus botas, tan negras como la cazadora de cuero que hacía aún más notable el color de su pelo; Molly percibió el largo de sus piernas, envueltas en unos ajustados pantalones vaqueros que la hacían ver formal en aquel tugurio.
Diana se detuvo frente a ella y, aunque finalmente esbozó una agradable sonrisa, Molly observó la reserva en su mirada.
- Me alegro de verte después de tanto tiempo – se sentó en el asiento frente a ella –. No has cambiado demasiado.
- Tú, en cambio, estás muy diferente.
- Ya, bueno, es lo que hay – Diana rascó distraídamente una mancha reseca de la mesa –. ¿Cuál es ese asunto por el que me has llamado?
A Molly le sorprendió aquella actitud tan directa, y apenada entendió que su compañera no se encontraba allí para recuperar viejas amistades.
- Es por un amigo.
- ¿Un amigo?
Se revolvió incómoda en su asiento, dudando sobre cómo continuar.
- Sí, un vecino mío. Se ha metido en un lío.
- ¿De qué tipo?
- Está encarcelado, pero es inocente.
- ¿De qué delito?
Molly calló, acobardada de pronto. Trató de reunir valor para contestar, pero todavía tardó un rato en volver a hablar, con la mirada fija en sus manos.
- Violación.
Se produjo un tenso silencio después, pero fue incapaz de levantar la vista hacia Diana.
- Absolver a alguien de un delito así es tan grave como acusarle de ello – la voz de la mujer sonó grave de pronto y Molly la miró a los ojos, cuya mirada se había vuelto seria y dura –. ¿Tiene pruebas?
- Yo… no. Pero él es bueno, jamás haría algo parecido.
Diana se acercó a ella de improviso, las finas manos firmemente apoyadas sobre la mesa.
- Escúchame. En todos estos años he conocido lo peor del ser humano: los peores sueños, los peores actos, escenas tan horribles que parecen mentira. No existen hombres buenos, eso es una ilusión creada por aquellos ciegos ante la realidad, y no deberías confiar en cualquiera que diga ser encantador. No voy a ayudarte, Molly, al menos que hayas conseguido alguna prueba que me convenza de que tu vecino no merece estar donde está.
- Pero, Diana.
- No tengo más que hablar – el tono de su voz reflejaba una velada advertencia, pero Molly no podía hacerla caso.
- Por favor…
- He dicho que no – Diana se levantó con agilidad, ni siquiera había llegado a quitarse la chaqueta –. Me voy. Si consigues alguna prueba decente, vuelve a llamarme.
Sin decir nada más, se volvió y se dirigió hacia la puerta, que al abrirse dejó pasar a local parte del frío y la extraña humedad de la niebla del exterior.
Molly observó apesadumbrada el lugar por el que había desaparecido su antigua amiga, jugueteando con los puños de su jersey. Tras unos minutos, reparó en el aroma silvestre que Diana había dejado tras de sí, ocultando por completo el olor a humo.
viernes, 5 de agosto de 2016
Amo a mis personajes.
¡Hola, mis niños!
Antes de nada, lo advierto: hoy he venido a delirar.
Antes de nada, lo advierto: hoy he venido a delirar.
Hace unos días leí esta "cita" en los agradecimientos del último libro de la saga de La Selección, La Corona. En principio no parece para tanto, simplemente un agradecimiento más, pero terminó emocionándome igual que el final del libro (o sea, muchísimo).
"Convertirme" en escritora (más o menos porque para empezar no lo soy profesionalmente y, para continuar, no llevo tan avanzado el intento de novela que estoy escribiendo), me está proporcionando experiencias maravillosas.
No sólo es la ilusión de crear nuevas historias y mundos; de ver cómo aquella idea que tenías en la cabeza va creciendo y tomando forma poco a poco; de notar cómo van a apareciendo nuevos elementos que contribuyen a perfeccionar y a alimentar tu relato, encajando como si siempre hubieran estado ahí.
También he descubierto otras sensaciones de las que antes había oído hablar, pero que nunca había experimentado: la necesidad de seguir escribiendo sea la hora que sea, el horrible bloqueo en la trama y, ya que todavía no sé si siento esas famosas ganas de suicidarme a la hora de revisar lo escrito, el tremendo amor que un escritor siente por sus personajes.
Para mí, son como mis niños. Les tengo un cariño que nunca pensé que les tendría, a unos niveles que consideraba imposibles, y siento que quiero protegerlos y quererlos mucho, lo cual es un poco hipócrita, teniendo en cuenta cómo me porto a veces con ellos.
Recuerdo la primera vez que apareció la protagonista de ese intento de novela que estoy escribiendo ahora mismo: De pronto surgió ante mis ojos, diciéndome quién era y, tal cómo le ocurrió en su día a Kiera Cass, se instaló en mi cabeza a la espera de que contara su historia. Desde entonces la quiero muchísimo, a ella y a todos los demás, y ahora forma parte de mi.
Es curioso, pero se trata de un cariño distinto al que sientes por un personaje que lees. Yo adoro a Jack (de Memorias de Idhun, para quien todavía no sepa de mi obsesión), pero no es ni por asomo lo mismo que el amor que le tengo a los personajes que he creado. Me siento muy afortunada.
No sé realmente a qué ha venido todo esto, no estoy segura de lo que pretendía conseguir, pero al ver el agradecimiento de la imagen me emocioné demasiado y quise desvariar aquí.
Un beso, mis niños. ¡Sed felices!
viernes, 29 de julio de 2016
Tag a lo clásico.
Hola, mis niños.
Hoy os traigo una especie de tag, de esos que dejé de hacer hace muuucho tiempo, al que me ha nominado Valquiria de Un libro tras otro (a la que ya adoro y no la conozco).
El tag consiste en decir 15 cosas sobre ti, responder a las preguntas que te hace quien te nominó y, a la vez, nominar a otras personas y hacerles nuevas preguntas.
Fiel a mis principiosde pereza no voy a nominar, así que sólo voy a hacer las dos primeras partes del tag.
1. No puedo esperar a que salga la nueva temporada de The Walking Dead. ¡Yo quiero verla ya!
2. Tengo una relación de amor – odio con Noah Gordon: me gustan sus libros (estoy enamorada de El médico) pero tardo muchísimo tiempo en leerlos.
3. Me gusta mucho el maquillaje. No se me da mal, y voy aprendiendo poco a poco de manera autodidacta.
4. Hablando de eso, no es recomendable dejarme sola delante de un stand de pintalabios, porque acabaré con las manos pintarrajeadas al intentar curiosearlos todos.
5. A veces creo que debí haber estudiado Psicología antes de Criminología, porque me apasiona.
6. Soy hipocondriaca.
7. Estoy empezando a escribir una novela, aunque con todo el dolor sufro mis parones importantes en el proceso.
8. Este año me he sacado el carnet de conducir, aunque me ha costado mis cuatro intentos conseguirlo.
9. Intento mantenerme activa y productiva en el día a día, pero Youtube me absorbe más a menudo de lo que me gustaría.
10. Soy la primera en ver todos los partidos que pillo de mundiales y eurocopas de fútbol, pero no sigo para nada las ligas normales.
11. Hace unos días me corté el pelo por los hombros y no lo llevaba tan corto desde, como máximo, los siete años.
12. No me gusta el humor negro. Antes me reía con algunos chistes, pero cada vez lo tolero menos.
13. Con el horario de tarde que tengo en la universidad, hace un año o dos que ya no me acuesto antes de las doce de la noche a no ser que tenga que madrugar (o existan causas de fuerza mayor).
14. En mi cabeza tengo continuaciones (sorprendentemente detalladas y estructuradas) de algunas sagas que me han marcado.
15. Pretendo independizarme en cuanto me sea posible,
Y ahora vienen las preguntas de Valquiria:
1. ¿Cuál es el primer libro que recuerdas haber leído (por propia voluntad)?
Pues como a mí me han educado para que me guste leer, seguramente la respuesta que de no será correcta. Sin embargo, diré que Kika Superbruja, porque creo que son los primeros libros que leía realmente porque yo quería (seguramente haya otros antes, pero mi memoria no es de las mejores).
2. Si tuvieras que vivir en otro país, ¿cuál sería?
Bueno, desgraciadamente no he podido viajar mucho al extranjero pero Portugal me tiene simplemente enamorada. He visitado varias ciudades y todas, en mayor o menor medida, tienen un aire de decadente belleza que me fascina. Mi problema ahora es elegir en qué ciudad querría vivir dentro de Portugal.
3. ¿Cuál es el libro más raro que habéis leído?
Es que “raro” es tan relativo… ¿respecto a qué? Yo interpreto “raro” en su estructura, pero como creo que no he leído nada así voy a decantarme por un argumento “raro”.
Voy a decir que El brillo de las luciérnagas. El libro nos cuenta la historia de un niño que toda su vida ha convivido, junto a su familia, en una especie de zulo, y llega un momento en que desea saber lo que existe más allá.
Mientras lo leí, el libro no me pareció tan raro, pero visto desde la distancia considero que hay algunas situaciones (sobre todo la conclusión final del protagonista) que para mí son bastantes… bueno.
4. Si pudierais pedir tres deseos, ¿cuáles serían?
Para empezar, sé que suena a topicazo, pero la paz; después, salud; para finalizar, felicidad.
Sueno como una miss, pero qué se le va a hacer.
Y hasta aquí el tag. Espero que os haya entretenido mis niños, ¡sed felices!
Hoy os traigo una especie de tag, de esos que dejé de hacer hace muuucho tiempo, al que me ha nominado Valquiria de Un libro tras otro (a la que ya adoro y no la conozco).
El tag consiste en decir 15 cosas sobre ti, responder a las preguntas que te hace quien te nominó y, a la vez, nominar a otras personas y hacerles nuevas preguntas.
Fiel a mis principios
Estas son las 15 cosas sobre mí:
1. No puedo esperar a que salga la nueva temporada de The Walking Dead. ¡Yo quiero verla ya!
2. Tengo una relación de amor – odio con Noah Gordon: me gustan sus libros (estoy enamorada de El médico) pero tardo muchísimo tiempo en leerlos.
3. Me gusta mucho el maquillaje. No se me da mal, y voy aprendiendo poco a poco de manera autodidacta.
4. Hablando de eso, no es recomendable dejarme sola delante de un stand de pintalabios, porque acabaré con las manos pintarrajeadas al intentar curiosearlos todos.
5. A veces creo que debí haber estudiado Psicología antes de Criminología, porque me apasiona.
6. Soy hipocondriaca.
7. Estoy empezando a escribir una novela, aunque con todo el dolor sufro mis parones importantes en el proceso.
8. Este año me he sacado el carnet de conducir, aunque me ha costado mis cuatro intentos conseguirlo.
9. Intento mantenerme activa y productiva en el día a día, pero Youtube me absorbe más a menudo de lo que me gustaría.
10. Soy la primera en ver todos los partidos que pillo de mundiales y eurocopas de fútbol, pero no sigo para nada las ligas normales.
11. Hace unos días me corté el pelo por los hombros y no lo llevaba tan corto desde, como máximo, los siete años.
12. No me gusta el humor negro. Antes me reía con algunos chistes, pero cada vez lo tolero menos.
13. Con el horario de tarde que tengo en la universidad, hace un año o dos que ya no me acuesto antes de las doce de la noche a no ser que tenga que madrugar (o existan causas de fuerza mayor).
14. En mi cabeza tengo continuaciones (sorprendentemente detalladas y estructuradas) de algunas sagas que me han marcado.
15. Pretendo independizarme en cuanto me sea posible,
Y ahora vienen las preguntas de Valquiria:
1. ¿Cuál es el primer libro que recuerdas haber leído (por propia voluntad)?
Pues como a mí me han educado para que me guste leer, seguramente la respuesta que de no será correcta. Sin embargo, diré que Kika Superbruja, porque creo que son los primeros libros que leía realmente porque yo quería (seguramente haya otros antes, pero mi memoria no es de las mejores).
2. Si tuvieras que vivir en otro país, ¿cuál sería?
Bueno, desgraciadamente no he podido viajar mucho al extranjero pero Portugal me tiene simplemente enamorada. He visitado varias ciudades y todas, en mayor o menor medida, tienen un aire de decadente belleza que me fascina. Mi problema ahora es elegir en qué ciudad querría vivir dentro de Portugal.
3. ¿Cuál es el libro más raro que habéis leído?
Es que “raro” es tan relativo… ¿respecto a qué? Yo interpreto “raro” en su estructura, pero como creo que no he leído nada así voy a decantarme por un argumento “raro”.
Voy a decir que El brillo de las luciérnagas. El libro nos cuenta la historia de un niño que toda su vida ha convivido, junto a su familia, en una especie de zulo, y llega un momento en que desea saber lo que existe más allá.
Mientras lo leí, el libro no me pareció tan raro, pero visto desde la distancia considero que hay algunas situaciones (sobre todo la conclusión final del protagonista) que para mí son bastantes… bueno.
4. Si pudierais pedir tres deseos, ¿cuáles serían?
Para empezar, sé que suena a topicazo, pero la paz; después, salud; para finalizar, felicidad.
Sueno como una miss, pero qué se le va a hacer.
Y hasta aquí el tag. Espero que os haya entretenido mis niños, ¡sed felices!
viernes, 22 de julio de 2016
Ophelia's collection: Ruth
Ophelia forma parte de la obra de Shakespeare "Hamlet". Para no hacer demasiados spoilers, me limitaré a decir que este personaje me ha inspirado para iniciar esta serie de relatos, Ophelia's colection, que tendrán una protagonista cada vez.
Cualquier comentario sobre el pequeño proyecto será bienvenido, siempre que sea respetuoso.
Muchas gracias, espero que os guste.
Nunca creyó que se podía vivir muriendo.
Durante toda su vida, Ruth se había sentido la mujer más afortunada del mundo: no conocía el miedo o la desdicha; nunca se había sentido débil o a punto de caer; siempre había tenido la fuerza para no rendirse, porque nunca se había sentido sola.
La fortuna de Ruth giraba en torno a Celia, su hermana, que, idéntica a ella, representaba el núcleo de su vida hasta el punto en que a veces apenas podía distinguirla de su propia persona. Ruth no estaba sola porque no era una única muchacha, era dos, y nunca pensó que aquello pudiera cambiar.
A finales del pasado invierno Celia empezó a enfermar. Al principio no quisieron darle más importancia de la habitual, ya que la joven tendía a debilitarse a menudo, pero la fiebre y el malestar no desaparecieron cuando debían.
El médico visitaba su casa cada día desde entonces, tratando de extirpar el mal que sufría su hermana, pero ni los baños ni las sanguijuelas lograban devolverle la salud.
Por el contrario, el lozano cuerpo de Celia se fue demacrando rápidamente, mientras su piel empalidecía y los vómitos y temblores la atenazaban cada vez más.
Un día, Ruth se acercó a su lecho y descubrió, con horror, que aquella chica que tanto se le había parecido en el pasado ahora se asemejaba más a la propia muerte. Le cogió la mano, Celia se despertó.
- Prométeme – Ruth no podía ocultar la desesperación en su voz, así que intentó que las lágrimas no se escaparan de sus ojos – que no te rendirás. Prométeme que te pondrás bien.
La voz de su hermana fue tan débil como su sonrisa.
- Te lo prometo.
Pero no era verdad.
El día que enterraron a Celia la tormenta asoló la aldea, pero Ruth no fue consciente de ello. Pasó aquella mañana sola y ausente, contemplando sin poder pensar las gotas de lluvia en la ventana.
Sólo vio a su hermana momentos antes de ir a darle sepultura y entonces, como si se tratara de una obvia realidad, comprendió que ella misma también había muerto junto a la muchacha.
Con el tiempo la paz regresó al hogar, pero era gris y pesarosa en vez de esperanzadora: Ruth dejó de hablar, de reír, su mirada estaba siempre ausente aunque se dirigiera a los ojos del otro. La familia se vio obligada a convivir con aquella alma en pena y, poco a poco, esa condena la destrozó. Un día, víctima de la presión, su padre recogió sus cosas y se marchó lejos.
“Ruth, por favor, no puedes seguir así” su madre le habló días después de aquello, intentando transmitirle con sus manos una calidez que ya no sentía. “Celia no querría esto, hija. Tienes que volver a vivir, a ser feliz. Haz un esfuerzo, ¿vale?”
Prometió que lo haría y por eso se encontraba allí, frente al lago. A ellas les encantaba aquel lugar de niñas.
Se aproximó lentamente a la orilla, casi sintiendo cómo la hierba la acariciaba a través de sus zapatos. Se sentó sobre la roca que había sido testigo de sus siestas bajo el sol.
El agua brillaba cristalina a la luz del día, los pájaros piaban juguetones entre las miles de flores silvestres que se mecían impulsadas por la brisa. Era un hermoso día de primavera y Ruth sonrió.
Pero entonces, como en una respuesta instantánea, el rostro de Celia apareció en su mente y toda la luz se apagó. El paisaje desapareció y se transformó en cientos de recuerdos teñidos de dolor. El vacío que sentí en su corazón la golpeó con fuerza.
Echaba mucho de menos a su hermana, se sentía terriblemente sola. Había dejado de ser dos muchachas para convertirse en apenas una.
Pero podían volver a ser dos.
Serena, se descalzó y dejó los zapatos junto a la roca para, tranquila, acercarse al agua. Apenas pudo distinguir su rostro, pero el espeso cabello moreno y los ojos azules eran visibles.
Aquel no era sólo su aspecto, también el de Celia, y pronto podría verlo de nuevo.
Se internó poco a poco en el agua, tratando de ignorar el frío que se extendía por su cuerpo; dejó que sus dedos jugaran unos segundos bajo la superficie; por un momento le llamó la atención la manera en que el vestido blanco se pegaba a su cuerpo.
Cuando hubo avanzado unos metros ni siquiera dudó, sumergió la cabeza.
Y nunca salió.
Fuera, los pájaros seguían piando a la luz del sol.
Cualquier comentario sobre el pequeño proyecto será bienvenido, siempre que sea respetuoso.
Muchas gracias, espero que os guste.
Nunca creyó que se podía vivir muriendo.
Durante toda su vida, Ruth se había sentido la mujer más afortunada del mundo: no conocía el miedo o la desdicha; nunca se había sentido débil o a punto de caer; siempre había tenido la fuerza para no rendirse, porque nunca se había sentido sola.
La fortuna de Ruth giraba en torno a Celia, su hermana, que, idéntica a ella, representaba el núcleo de su vida hasta el punto en que a veces apenas podía distinguirla de su propia persona. Ruth no estaba sola porque no era una única muchacha, era dos, y nunca pensó que aquello pudiera cambiar.
A finales del pasado invierno Celia empezó a enfermar. Al principio no quisieron darle más importancia de la habitual, ya que la joven tendía a debilitarse a menudo, pero la fiebre y el malestar no desaparecieron cuando debían.
El médico visitaba su casa cada día desde entonces, tratando de extirpar el mal que sufría su hermana, pero ni los baños ni las sanguijuelas lograban devolverle la salud.
Por el contrario, el lozano cuerpo de Celia se fue demacrando rápidamente, mientras su piel empalidecía y los vómitos y temblores la atenazaban cada vez más.
Un día, Ruth se acercó a su lecho y descubrió, con horror, que aquella chica que tanto se le había parecido en el pasado ahora se asemejaba más a la propia muerte. Le cogió la mano, Celia se despertó.
- Prométeme – Ruth no podía ocultar la desesperación en su voz, así que intentó que las lágrimas no se escaparan de sus ojos – que no te rendirás. Prométeme que te pondrás bien.
La voz de su hermana fue tan débil como su sonrisa.
- Te lo prometo.
Pero no era verdad.
El día que enterraron a Celia la tormenta asoló la aldea, pero Ruth no fue consciente de ello. Pasó aquella mañana sola y ausente, contemplando sin poder pensar las gotas de lluvia en la ventana.
Sólo vio a su hermana momentos antes de ir a darle sepultura y entonces, como si se tratara de una obvia realidad, comprendió que ella misma también había muerto junto a la muchacha.
Con el tiempo la paz regresó al hogar, pero era gris y pesarosa en vez de esperanzadora: Ruth dejó de hablar, de reír, su mirada estaba siempre ausente aunque se dirigiera a los ojos del otro. La familia se vio obligada a convivir con aquella alma en pena y, poco a poco, esa condena la destrozó. Un día, víctima de la presión, su padre recogió sus cosas y se marchó lejos.
“Ruth, por favor, no puedes seguir así” su madre le habló días después de aquello, intentando transmitirle con sus manos una calidez que ya no sentía. “Celia no querría esto, hija. Tienes que volver a vivir, a ser feliz. Haz un esfuerzo, ¿vale?”
Prometió que lo haría y por eso se encontraba allí, frente al lago. A ellas les encantaba aquel lugar de niñas.
Se aproximó lentamente a la orilla, casi sintiendo cómo la hierba la acariciaba a través de sus zapatos. Se sentó sobre la roca que había sido testigo de sus siestas bajo el sol.
El agua brillaba cristalina a la luz del día, los pájaros piaban juguetones entre las miles de flores silvestres que se mecían impulsadas por la brisa. Era un hermoso día de primavera y Ruth sonrió.
Pero entonces, como en una respuesta instantánea, el rostro de Celia apareció en su mente y toda la luz se apagó. El paisaje desapareció y se transformó en cientos de recuerdos teñidos de dolor. El vacío que sentí en su corazón la golpeó con fuerza.
Echaba mucho de menos a su hermana, se sentía terriblemente sola. Había dejado de ser dos muchachas para convertirse en apenas una.
Pero podían volver a ser dos.
Serena, se descalzó y dejó los zapatos junto a la roca para, tranquila, acercarse al agua. Apenas pudo distinguir su rostro, pero el espeso cabello moreno y los ojos azules eran visibles.
Aquel no era sólo su aspecto, también el de Celia, y pronto podría verlo de nuevo.
Se internó poco a poco en el agua, tratando de ignorar el frío que se extendía por su cuerpo; dejó que sus dedos jugaran unos segundos bajo la superficie; por un momento le llamó la atención la manera en que el vestido blanco se pegaba a su cuerpo.
Cuando hubo avanzado unos metros ni siquiera dudó, sumergió la cabeza.
Y nunca salió.
Fuera, los pájaros seguían piando a la luz del sol.
viernes, 15 de julio de 2016
Book tag: Opiniones impopulares.
¡Hola mis niños!
Hoy os traigo un Book Tag que he visto a lo largo del tiempo en varios blogs. Se trata de "Opiniones impopulares", y consiste en responder a preguntas que hablan sobre aquellas opiniones que son totalmente contrarias a las de la mayoría de los lectores.
Espero que os guste. ¡Sed felices!
1. LIBRO O SAGA POPULAR QUE A TI NO TE GUSTÓ
El nombre del viento.
Y mirad que intenté leérmelo, pero no hubo manera. La historia me resultó demasiado lenta y no me gustaba, al final terminé dándolo por perdido.
2. LIBRO O SAGA POPULAR QUE TODO EL MUNDO ODIA PERO A TI TE GUSTÓ
Crepúsculo.
A pesar de lo conocida que fue en su tiempo, es una saga muy criticada. Sin embargo, yo después de tantos años le guardo bastante cariño.
3. TRIÁNGULO AMOROSO EN EL QUE EL PROTAGONISTA NO ACABÓ CON QUIEN TÚ NO QUERÍAS QUE ESTUVIESE
Ninguno.
La verdad es que tengo la fortuna de que siempre ha “ganado” quien yo quería en los triángulos amorosos que he leído, así que no tengo queja.
4. GÉNERO POPULAR QUE RARAMENTE LEES
Erótica.
La verdad es que de los libros eróticos que he leído sólo me ha gustado uno. Con los demás siento que el argumento general deja mucho que desear. Supongo que habrá que intentarlo con la saga de Sherrilyn Kenion.
5. PERSONAJE POPULAR MUY AMADO QUE A TI NO TE GUSTA
Como no se me ocurre ninguno significativo voy a hacer trampa y voy a cambiar la pregunta un poco: personaje popular muy odiado que a ti te gusta.
Eadlyn Schreave.
Al menos en La Heredera siempre he escuchado a la gente decir que no soporta este personaje pero la verdad es que yo, teniendo en cuenta su educación y en el ambiente que ha crecido, puedo entender y veo la evolución de Eadlyn. Entonces sí, me gusta el personaje.
6. AUTOR MUY POPULAR QUE NO TERMINA DE CONVENCERTE
John Green.
A mucha gente le encanta, pero yo no termino de animarle a leer algo suyo.
7. TÓPICO POPULAR QUE ESTAS CANSADA DE LEER
Los tríos amorosos.
Por no repetirme diciendo el instalove. No me gustan principalmente porque siempre lo paso muy mal, pero también porque desde hace años la mayoría de los escritores sienten pasión por los tríos amorosos y, más veces de las que me gustaría, quedan muy muy forzados.
8. SAGA POPULAR QUE NO TIENES INTERÉS EN LEER
Harry Potter and the cursed child.
Soy la cosa más potterhead que podáis encontrar, en serio, pero no tengo el más mínimo interés en leer esta nueva saga.
Al final la leeré, seguro, simplemente por saber el resto de la historia, pero no me llama nada en absoluto por razones que van desde el hecho de que ya tenía una historia montada en mi cabeza hasta que el argumento del libro no me gusta nada.
9. ADAPTACIÓN QUE TE GUSTÓ MÁS QUE EL LIBRO
El Perfume.
Vi primero la película y, como me encanta, decidí leerme el libro.
Decepción total.
La verdad es que visto desde fuera la película es poco fiel al libro, pero la versión de la primera me gusta muchísimo más que la del libro (que me gusta muy muy muy poco), así que se agradece.
Hoy os traigo un Book Tag que he visto a lo largo del tiempo en varios blogs. Se trata de "Opiniones impopulares", y consiste en responder a preguntas que hablan sobre aquellas opiniones que son totalmente contrarias a las de la mayoría de los lectores.
Espero que os guste. ¡Sed felices!
1. LIBRO O SAGA POPULAR QUE A TI NO TE GUSTÓ
El nombre del viento.
Y mirad que intenté leérmelo, pero no hubo manera. La historia me resultó demasiado lenta y no me gustaba, al final terminé dándolo por perdido.
2. LIBRO O SAGA POPULAR QUE TODO EL MUNDO ODIA PERO A TI TE GUSTÓ
Crepúsculo.
A pesar de lo conocida que fue en su tiempo, es una saga muy criticada. Sin embargo, yo después de tantos años le guardo bastante cariño.
3. TRIÁNGULO AMOROSO EN EL QUE EL PROTAGONISTA NO ACABÓ CON QUIEN TÚ NO QUERÍAS QUE ESTUVIESE
Ninguno.
La verdad es que tengo la fortuna de que siempre ha “ganado” quien yo quería en los triángulos amorosos que he leído, así que no tengo queja.
4. GÉNERO POPULAR QUE RARAMENTE LEES
Erótica.
La verdad es que de los libros eróticos que he leído sólo me ha gustado uno. Con los demás siento que el argumento general deja mucho que desear. Supongo que habrá que intentarlo con la saga de Sherrilyn Kenion.
5. PERSONAJE POPULAR MUY AMADO QUE A TI NO TE GUSTA
Como no se me ocurre ninguno significativo voy a hacer trampa y voy a cambiar la pregunta un poco: personaje popular muy odiado que a ti te gusta.
Eadlyn Schreave.
Al menos en La Heredera siempre he escuchado a la gente decir que no soporta este personaje pero la verdad es que yo, teniendo en cuenta su educación y en el ambiente que ha crecido, puedo entender y veo la evolución de Eadlyn. Entonces sí, me gusta el personaje.
6. AUTOR MUY POPULAR QUE NO TERMINA DE CONVENCERTE
John Green.
A mucha gente le encanta, pero yo no termino de animarle a leer algo suyo.
7. TÓPICO POPULAR QUE ESTAS CANSADA DE LEER
Los tríos amorosos.
Por no repetirme diciendo el instalove. No me gustan principalmente porque siempre lo paso muy mal, pero también porque desde hace años la mayoría de los escritores sienten pasión por los tríos amorosos y, más veces de las que me gustaría, quedan muy muy forzados.
8. SAGA POPULAR QUE NO TIENES INTERÉS EN LEER
Harry Potter and the cursed child.
Soy la cosa más potterhead que podáis encontrar, en serio, pero no tengo el más mínimo interés en leer esta nueva saga.
Al final la leeré, seguro, simplemente por saber el resto de la historia, pero no me llama nada en absoluto por razones que van desde el hecho de que ya tenía una historia montada en mi cabeza hasta que el argumento del libro no me gusta nada.
9. ADAPTACIÓN QUE TE GUSTÓ MÁS QUE EL LIBRO
El Perfume.
Vi primero la película y, como me encanta, decidí leerme el libro.
Decepción total.
La verdad es que visto desde fuera la película es poco fiel al libro, pero la versión de la primera me gusta muchísimo más que la del libro (que me gusta muy muy muy poco), así que se agradece.
Un beso, mis niños. Hasta la semana que viene.
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