Especialmente dedicado a Gin, mi madrina.
Espero que te guste.
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Vale, chicos, ya está bien, el descanso ha
terminado. Vamos a empezar la clase, sentaos en vuestros sitios – su mirada se
posó sobre Lucas, que conversaba abrazado al respaldo de su asiento – mirando
hacia la pizarra, si sois tan amables.
A pesar de la perspectiva de una nueva hora de aburrimiento,
todos rieron. La mujer tenía una mirada observadora y valoraba mucho en sus
alumnos - quizá demasiado - el esfuerzo y el trabajo, pero era comprensiva y
simpática, y caía bien a sus jóvenes pupilos.
Con un golpe, se dejó caer en su asiento y sacó resignado el
libro de su cajonera. La asignatura le gustaba, pero atender a una larga
explicación nunca ha sido del agrado de nadie. Sin embargo, el discurso no duró
mucho. A los diez minutos, sin previo aviso, una chica llamó a la puerta.
Al principio nadie pareció entender su presencia, ni
siquiera la profesora, pero en seguida cambió de expresión. Con el gesto amable
que la caracterizaba, le invitó a entrar y ella pasó con una lentitud propia de
la timidez.
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Chicos, esta es Ginebra, vuestra nueva
compañera. – la chica esperaba de pie, jugando incómoda con las mangas de su
jersey – Espero que le deis la bienvenida que se merece y que la hagáis
sentirse cómoda. – hizo una pausa y examinó la clase hasta toparse con la mesa
de Miguel, se volvió hacia la recién llegada – puedes sentarte allí, cariño,
junto a ese chico.
En cuanto terminó de hablarle, una nueva energía pareció
apoderarse de ella. Casi corriendo, se acercó a su nuevo sitio y se encogió en
el asiento, como si deseara desaparecer. Cuando se inclinó sobre su mochila
para coger el libro, el chico pudo observar los trazos de un tatuaje que
asomaba travieso bajo la tela que cubría su hombro. Para cuando se incorporó,
todavía seguía mirándolo, y se sobresaltó al toparse con la mirada acusadora y
extrañada de ella, que le estudiaba como el cervatillo valora al cazador.
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Lo… lo siento – aunque sonrojado, no bajó la
vista. Ginebra tenía los ojos más extraños y bonitos que había visto nunca, el
color verde del exterior daba paso al amarillo a medida que se aproximaba el
iris. Por alguna razón, le recordaron a girasoles. – Soy Miguel – sonriendo, le
alargó la mano – bienvenida.
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Gracias – debió de parecerle simpático, pues mientras
le estrechaba la mano dibujó su primera sonrisa. Con el gesto, un nuevo tatuaje
apareció sobre su muñeca.
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Luego te presentaré a toda esta clase de locos –
su primera risa – hay un poco de todo, pero son majos. Pídeme ayuda con lo que
quieras, ¿vale?, sé lo que es llegar nuevo, y no es fácil.
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¡Miguel! Seguimos en clase, ¿recuerdas?, ya
tendrás ocasión de hablar cuando terminemos – la profesora, de pie frente a la
pizarra, le miraba severa. Ginebra se volvió de inmediato, de pronto
perfectamente formal, aunque aún pudo percibir la sonrisa de agradecimiento en
respuesta a su ofrecimiento.
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Perdón, ya me callo.
Durante toda la hora, no atendió ni un solo minuto a la
lección; el tedio, junto a la curiosidad que le despertaba la muchacha, lo
imposibilitaban. Ella, sin embargo, pareció no perderse ni una palabra, con la
mirada atenta continuamente enfocada en la pizarra.
Al terminar la clase, cuando en el aula no había más que
adolescentes, muchos de sus compañeros se acercaron a presentarse y ella,
aunque visiblemente tímida, no dejó de sonreír. Él no se separó de la joven,
como un guardaespaldas, observando orgulloso y pendiente sus movimientos. No
sabía por qué, pero Ginebra le parecía especial; quizá fuera su timidez, el
hecho de que su situación le resultara familiar, sus ojos o los tatuajes que
llevaba marcados, pero sintió que nunca había conocido a nadie igual.
Vigilando sus primeros pasos en el camino hacia la
integración, un sentimiento extraño se apoderó de él. Lo tuvo claro: mientras
estuviera con ella, nadie podría atacarla; sería su mecenas, su protector, su
amigo; conseguiría que se sintiera cómoda en su nueva vida.
Sin que nadie lo supiera, grabó esa promesa en su corazón.
Ohh q genial y que intriga ¿que llevara tatuado?
ResponderEliminarBesitoos
Gracias. Ni yo lo sé, jaja, pero lo averiguaremos.
EliminarMuchos besos :)
Muy bonito Irene, me ha gustado muchísimo, sobre todo la última parte. Quien tuviera alguien así... *-*
ResponderEliminarUn beso :)
Mil gracias, Valquiria. Sí, es buen tipo, jaja.
EliminarUn beso.
Hola Irene. Ese chico debe sentirse muy solo para sentir ese apego y ese afán de protección con tan sólo un instante junto a la chica nueva.
ResponderEliminarBesos, mama. Jaja. Lo digo porque muchas veces comienzas tus entradas con... Hola, mis niños... Jeje
Hola :) No lo veo así. Pienso que es empatía mezclado con una visión de Ginebra de "hermanita pequeña". Yo alguna vez he sentido eso con personas que no conozco prácticamente de nada, y no me siento sola.
EliminarJaja, es que no sé cómo llamar a mis seguidores, y esa es una expresión de cariño que uso mucho.
Un abrazo.
¡Hola!
ResponderEliminarGinebra es muy afortunada al encontrar a un protector. No me hubiera venido nada mal tener a un Miguel cuando me cambié de colegio a mitad de año, jajaja.
Besos.
PD: soy nueva en tu blog. Hasta ahora está muy lindo ;)
Hola. Sí, lo es, a mí tampoco me habría venido nada mal.
EliminarPues bienvenida y mil graciad por unirte a mi pequeño clan. Un abrazo.
¡Que bonito! ¡MÁS MÁS MÁAAAS! Quiero saber que pasa entre ellos dos, que significan los tatuajes... ¡todo todo! Ya estas tardando en poner la segunda parte ;) No nos puedes dejar con la intrigaaaaa! Porcierto, escribes increíblemente bien :)
ResponderEliminarEnhorabuena! Un beso!
El caso es que hay más, pero no es una segunda parte, son algunas escenas (dos y un diálogo, en concreto). Me he apasionado con esta historia, y quiero continuar la historia, pero aún faltan muchas cosas por concretar y no ando sobrada de tiempo así que, mientras tanto, escribo las escenas y diálogos que me vienen a la mente. Quién sabe, quizá termine con bastante material para escribir una novela y todo :D
EliminarMil gracias, un abrazo