Querido Gregory:
Te escribo desde mi fortaleza, en medio de esta eterna
oscuridad que me envuelve. Tú eres el culpable, el motivo de mi desgracia, pero
también eres lo único que puede apaciguar mi desdicha.
Te echo de menos, con una intensidad que amenaza con
empujarme a la locura. Cada golpe de viento, cada crujido en los árboles me
trae tu nombre; veo tu rostro en cada rayo de luz que se cuela por mis
ventanas, en cada llama en la chimenea, en cada espejo sumido en el letargo del
eterno observador.
Eso es lo peor, recordarte frente al espejo. Cuando lo hago,
este me devuelve una imagen horrible, la de mi propia culpabilidad. Me recuerda
que soy la responsable de mi soledad, de mi tristeza, de que ya no estés aquí para
abrazarme por las noches… me recuerda que yo soy el demonio que te alejó de mí.
Debí haberte entendido, debí haberte respetado. No podía
soportar que te encerraras en tu estudio a trabajar, o que salieras sólo por
los jardines intentando inspirarte. No quería compartirte con tus obras, te
deseaba sólo para mí: tu sonrisa, tu atención, tus manos, tus ojos negros que
parecen observarlo todo… no estaba dispuesta a compartirlos con nadie, aunque no
fueran más que unas inocentes formas plasmadas sobre el lienzo.
Lo siento muchísimo, fui cruel y entiendo que te fueras.
Comprendo que un aciago día te marcharas con tus cosas a la ciudad, escapando
de las garras en las que se habían convertido estas manos, huyendo de mis
cadenas que te hacían daño y se clavaban en tu piel. Lo siento mucho; me duele,
pero lo entiendo.
He escuchado que has encontrado la fama y un nuevo amor, que
ahora hay otra mujer en tu vida. Seguro que es más hermosa; que sus abrazos son
más dulces; que su pelo es más suave que el mío, ahora crespo; seguro que ella
es mejor.
Espero que seas feliz, mi amor. Espero que vuestra casa sea
luminosa, que en ella no reine la oscuridad; que vuestro jardín sea verde y
lleno de vida, no como el mío, seco y triste; espero que vuestros hijos crezcan
bellos y fuertes, no como los fantasmas de nuestros niños, que vivirán por
siempre en mi imaginación.
Disfruta tu vida. Vive, crece y cumple tus sueños. Yo estaré
aquí, recordándote mientras el polvo invade las ventanas y el suelo cruje bajo
mis pies; mientras contemplo tus pinturas olvidadas, que se burlan sin piedad
de mí; mientras escribo esta carta que jamás recibirás.
Te quiero, Gregory.
Siempre tuya.
Jeannette.
¡¡Que bonito texto!!
ResponderEliminarTe he nominado a los Liebster Award en mi blog : http://milyunavidasdepapel.blogspot.com.es/2014/08/liebster-award.html
Muchos besitos♥♥
Es un texto muy poético y triste. Has plasmado increíblemente los sentimientos, tanto, que hasta yo me he puesto triste y me he imaginado la vida de esa chica :)
ResponderEliminarUn beso ^^
Esa era la idea, es que "Hurt" me inspiró.
EliminarMuchísimas gracias, prometo que el próximo será alegre :P
Un beso :) :)
Esto es amor de verdad y lo demás son tonterías.
ResponderEliminarSupongo :)
EliminarPrecioso <3
ResponderEliminarMil gracias.
EliminarUn fuerte abrazo :)
¡Hola!
ResponderEliminarUn texto muy bonito, expresa la idea de querer tanto a alguien, que no quieres compartirlo con nadie, tanto que lo ahogas. Y por otro lado el aceptar que la otra persona sea feliz.
Mi enhorabuena ^^
Un beso
Muchas gracias :)
EliminarSí, es un amor... obsesivo, pero eso no está bien. Aunque, al fin y al cabo, es amor, y cuando estás muy enamorado quieres que la otra persona sea feliz.
Gracias por leer y comentar :)
Un beso.